Por Adrián Rueda
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Las opiniones de que si Claudia Sheinbaum gana la Ciudad de México y Andrés Manuel López Obrador la Presidencia de la República se instaurará en especie de Regencia en la capital del país, cobran sentido.
En los tiempos del viejo PRI, cuando era partido único, el mandatario en turno designaba no sólo a la autoridad capitalina -bajo el esquema de Regente de la Ciudad o Jefe Departamento del Distrito Federal, sino a los 16 delegados.
Gracias a la primera Reforma Política llevada a cabo en 1994 por el último regente priísta, Óscar Espinosa Villarreal, y con el apoyo del entonces Presidente Ernesto Zedillo Ponce, los habitantes de la capital pudieron elegir a sus gobernantes.
En 1997 el perredista Cuauhtémoc Cárdenas fue el primer jefe de Gobierno electo y, aunque todavía designó a los 16 delegados locales, para el año 2000 esos jefes delegacionales fueron elegidos ya en las urnas. Eso marcó la independencia del Gobierno de la capital con respecto al Gobierno Federal, y desde entonces así se mantiene.
Con la inminente llegada de Morena al poder, lo que se percibe es que las decisiones sobre la capital serán tomadas desde Los Pinos o desde el Palacio Nacional, pues Sheinbaum está completamente sometida a los designios de López Obrador.
No se necesita ser ningún mago para adivinar que el tabasqueño –o su equipo más cercano- decidirá las políticas de la CDMX para alinearlas con su proyecto político nacional, a fin de tener el control absoluto del país.
A todo mundo le ha queda claro que si Claudia es candidata a gobernar la capital no es por su capacidad o talento, sino por una decisión unilateral de López Obrador, quien vio en ella a la persona que no se iba a oponer a sus designios cuando llegara al poder.
Fue por ello que el tabasqueño traicionó la palabra que había empeñado a Ricardo Monreal para darle la candidatura. Y es que el zacatecano no iba a permitir que lo mangonearan y se podría convertir en el contrapeso real del poder presidencial. Como quiera Sheinbaum fue designada por Morena a través de una supuesta encuesta cuestionada incluso desde dentro del partido, y que fue utilizada como mecanismo para incluso humillar a Monreal, quien se alejó un tiempo antes de volver con el tabasqueño.
Desde entonces se comprobó que Claudia sería el instrumento para que López Obrador –y sus hijos-, se hicieran de la capital, que concentra el mayor poder político y económico después de la Presidencia de la República.
De ganar, como todo indica, la ex delegada en Tlalpan será el instrumento para ejercer el poder desde Los Pinos, y el Gobierno de la Ciudad de México pasará a ser una oficialía de partes, dando al traste con la lucha independentista que la propia izquierda dio para ser libre.
Pero si bien a nadie sorprende que Claudia se someta desde estos momentos a su líder nacional, sí es completamente indigno que desde ahora base toda su la fuerza que dice tener tan solo en la figura de López Obrador.
Ha sido una pésima candidata, sin una idea clara de lo que quiere hacer, pero todo lo soluciona recargándose en la figura de quien la puso ahí.
Dicen en su equipo que a veces ha llegado a creer que está al frente de las encuestas porque en realidad es una buena candidata, aunque en el fondo sabe perfectamente que quien estuviera en su lugar iría punteando, tan sólo porque así lo quiso Andrés Manuel. Por eso se ve mal cuando se envalentona diciendo que ni todos sus adversarios juntos le podrían ganar. Quizá tenga razón, pero eso no es por sus cualidades, sino por el apoyo incondicional que recibe de quien tiene la fuerza.
Si ella fuera la candidata del PRD, del PRI o independiente, es seguro que estaría muy pero muy lejos de puntear en las encuestas.
Y si a alguien le quedaba dudas de que depende absolutamente de López Obrador, ya se anotó para sumarse al cierre de campaña del tabasqueño en el Estadio Azteca, con un festival al estilo El Canal de las Estrellas el 27 de junio.
Hasta en el cierre se monta no sólo en el evento de Andrés Manuel, sino en el velado apoyo de Televisa, dueña del Estadio Azteca y promotora de algunos de los artistas que estarán programados en el evento.
Por cierto, tras ese anuncio ya ningún morenista ultra llama a boicotear los programas de esa televisora o la califica como instrumento de La Mafia del Poder, como hasta hace poco lo hacían.
Ya no se escucha decir “no le creas a Televisa” ni cosas por el estilo, como tampoco califican a medios como el periódico Reforma como el “Panforma”. De repente se volvieron medios honestos y confiables para Morena y su líder.
Ningún simpatizante de Andrés Manuel ha salido a criticar que el tabasqueño quiera utilizar a sus seguidores para un cierre estilo Reality Show. Como si fuera una serie de Big Brother o, peor aún, como un programa de La señorita Laura.
Aquellos que presumían de pensantes por no ver Televisa ni leer los medios “vendidos al poder”, se dejan embaucar por la posibilidad de que su líder haga un cierre como si fuera una misa masiva.
Y ante este panorama, por supuesto, Claudia Sheinbaum no quiere dejar pasar la oportunidad de afianzarse en las preferencias, pues a pesar de que está arriba en los números, sabe que las estructuras del PRD, aunado al voto indeciso, le podrían dar un susto.
Por eso dicen que la aspirante de Morena a suceder a Miguel Ángel Mancera, al enterarse del festival de las estrellas que está armando López Obrador, fue la primera en levantar la mano para anotarse.
No es la única, por supuesto, pues en primera fila estarán todos los candidatos a alcaldes, diputados y concejales, para recibir el último y definitivo espaldarazo de su guía.
Como dicen por ahí, nada más ven burro y se les antoja viaje.
Ya si con eso no ganan, pues mejor que se retiren de la política y se dediquen a otra cosa.
