Adrián Rueda
Hoy que está de moda el término “fifí”, que según la 4T aplica para los que están lejos del pueblo y no son parte de la “pelusa”, el calificativo bien les podría quedar a unos cuantos integrantes del Gobierno de la Ciudad de México.
Uno de ellos es Andrés Lajous Loaeza, secretario de Movilidad, quien es doctor en sociología por la Universidad de Princeton; maestro en la misma especialidad en esa universidad, y licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por el CIDE.
Impresionante currículum académico de este joven funcionario, que con tantos estudios debería ser una bala para el trabajo, pero da la casualidad que en sus primeros meses Andrés está hecho más bolas que una madeja de estambre.
Con la idea de hacer de la Ciudad de México una capital tipo europea, ha intentado poner en marcha algunas acciones para dar movilidad a los capitalinos, pero se ha topado con su desconocimiento de la realidad azteca.
Para él debe ser frustrante que los capitalinos –llámese usuarios o concesionarios- no le entiendan ni tantito a las acciones que intenta poner en marcha y que, desde su óptica, vendría a solucionar los graves problemas de las calles de la ciudad.
Partiendo de que es un gran académico, a esta hora Lajous ya se tuvo que haber dado cuenta del monstruo de mil cabezas que enfrenta, sobre todo ante las amenazas de los concesionarios de taxis y microbuses que ya lo midieron.
En cuestión de unos días los taxistas le organizarán un paro y una manifestación que molestará no solamente a él y a Claudia Sheinbaum, sino al mismísimo Andrés Manuel López Obrador, que es vecino de palacio de la jefa de Gobierno.
El problema de los taxistas es su competencia de los servicios de transporte que se contratan a través de aplicaciones móviles, lo que consideran una situación desleal y piden que los dejen fuera de circulación.
En respuesta Lajous les propuso que ellos también pudieran prestar servicio mediante una aplicación, con lo que según él habría piso parejo. Además les impuso condiciones a los choferes de Uber para que cumplan con los mismos requisitos que los taxistas.
Dentro su lógica eso parecería justo y sensato, pero es ahí donde demuestra que no es lo mismo ser activista y crítico en las redes sociales, que ser autoridad y tomar las decisiones que no a todo mundo le parecerán, pues hay que adentrarse en la idiosincrasia.
Eso es en cuanto a taxis, porque en lo que se refiere a microbuses, los líderes de ese sector ya le dejaron bien claro desde el principio quién manda y hoy más que nunca se han apoderado de las calles, donde hacen lo que les viene en gana.
No se ve que en esa materia vaya a llegar muy lejos, sobre todo si al mismo tiempo se abre más flancos que un queso gruyere, pues trae pleito directo con todos los sectores sociales, incluyendo con la ciudadanía, lo cual es delicado.
Si con el transporte concesionado no ve una, con las empresas de bicicletas y scooters que operan en varias delegaciones, menos.
Su falta de conocimiento, incluso legal, ha metido al gobierno en varios líos, pues sus decisiones han obligado a las empresas a ampararse, con lo que sólo ha complicado la situación, pues ellos pueden seguir trabajando y la autoridad no puede hacer nada.
Claro que además de que los empresarios se salen con la suya, la molestia de los vecinos que no están de acuerdo con que esos vehículos sean estacionados o circulen por sus banquetas, ha crecido.
Amante de la bicicleta, Lajous ha anunciado que crecerá el sistema Ecobici del gobierno, a fin de que los capitalinos usen más la bicicleta y menos el transporte motorizado.
Cuando piensa en eso, el funcionario seguramente está pensando en Holanda o Barcelona, donde hay una cultura bicicletera pero, sobre todo, una gran infraestructura para usar ese medio de transporte.
Parece de primaria no tomar en cuenta que en una ciudad como esta, con las calles llenas de zanjas, sin señalización y sin carriles confinados para las bicicletas, es menos que imposible convertir a la capital en un pueblo bicicletero, como él desea.
Y lo peor es que no está en su cancha construir una infraestructura para ese fin, sino que tiene que ver con otras áreas del gobierno, incluso con las alcaldías, para poder tejer una red segura de transporte para los ciclistas.
Pero si esos problemas no le bastaran al joven funcionario, donde ya se metió en camisa de once varas fue en lo de las foto-cívicas, sistema de castigo que viene a sustituir a las foto-multas de Miguel Ángel Mancera.
En primera instancia Lajous ha modificado el Reglamento de Tránsito cuatro veces, porque ni él se pone de acuerdo en la velocidad a que deben correr los autos en ciertas arterias, que es la base para las sanciones.
Para los juristas, las sanciones corporales que sustituyen a las multas económicas son completamente amparables por donde se les vea, y lo único que ocasionará esta medida será acabar de empujar a los automovilistas a emplacar en las entidades vecinas.
Una de las razones que señalan los que saben es que la Ley de Cultura Cívica señala como un plazo perentorio para aplicar la sanción seis meses a partir de su imposición, que en teoría coincide con el tiempo en que el dueño de un auto lo debe llevar a verificar.
Si tiene adeudos por multas no podrá verificar y tendrá que hacer trabajo comunitario para ser perdonado, pero no toma en cuenta los casos de los autos que tienen calcomanía doble cero y verifican hasta después de dos años, o los híbridos, que lo hacen cada siete.
O sea, los de los fifís.
Lo mejor que pudo haber hecho Lajous es dejar de andar copiando modelos como los de España y de una vez echar abajo las foto-multas, que fue promesa de campaña de Sheinbaum y ya, sin tratar de adornarse.
Pero no, a fuerza hay que imponer la visión que obtuvo en sus experiencias internacionales y hoy tiene contra la pared a su propio gobierno en materia de movilidad, por lo cual no muchos confían en que dure mucho.
