Adrián Rueda
Andrés Manuel López Obrador utiliza sus conferencias mañaneras para descalificar a quienes no piensan como él y a los periodistas que lo cuestionan, a quienes llama “fifís” o integrantes de la prensa conservadora.
Los periodistas se quejan de que el presidente los insulta, les falta al respeto, no acepta la libertad de expresión y, sobre todo, los pone en riesgo al exponerlos públicamente y echarles encima a sus chairos por medio de las redes sociales.
Si ninguna de las dos partes está a gusto con el trato que se dan, ¿qué caso tiene que se vean todas las mañanas para lo mismo?
Lo más lógico sería que nadie se desgastara en levantarse muy temprano con el único propósito de agredirse, pues es una pésima forma de comenzar el día.
¿Entonces por qué ese afán de encontrarse cada día a primera hora?
Por el simple hecho de que se necesitan, aunque quien necesita más a los medios es López Obrador y no al revés, por la sencilla razón de que en una mañanera nadie va a obtener una exclusiva, pues la tarea fundamental de los reporteros es transcribir y ya.
¿Qué caso tiene que los medios envíen a sus mejores reporteros a cubrir una conferencia en la que, en el mejor de los casos, podrán hacer una sola pregunta de vez en cuando, pues en cada evento hay registrados más de cien “periodistas” que piden la palabra?
¿Qué perderían los medios si a los eventos de El Peje mandan a sus practicantes para que tomen nota de todo lo que se diga y luego armen algún escrito casi igual al que publican todos los portales del país?
Ni modo que por ser nuevos se las vaya a ir la nota, si la conferencia se puede ver en directo por la televisión oficial, desde donde se podrían ir siguiendo las incidencias del juego de palabras del presidente.
Lo mismo pasaría en las giras presidenciales, donde toda la información es controlada y difundida en masa, lo que haría prácticamente imposible que un reportero o un medio perdiera la nota.
Las empresas periodísticas se ahorrarían un dinero en viáticos si decidieran no cubrir los eventos presidenciales, por la sencilla razón de que a quien emite los mensajes no le interesa que se publiquen versiones distintas a las que él da.
Más que a los medios, es a López Obrador a quien le interesa que sus ocurrencias mañaneras sean reproducidas por todo mundo, pues de esta manera domina la agenda del día y marca tendencia en lo que a él le interesa.
¿Qué pasaría si un día los medios ignoraran una conferencia mañanera del presidente y no publicaran nada, ni a favor ni en contra?
Ese día en realidad se preocuparía El Peje y pediría que la prensa “fifí”, los conservadores y sus críticos se unieran a la prensa que le es afín y hasta a los reporteros patitos para que sus palabras tuvieran eco.
En las épocas del viejo PRI, cada lunes llamaba a conferencia de prensa el veterano y poderoso líder de la CTM, Fidel Velázquez, a quien le gustaba -exigía- que le antepusieran el “Don”, pues era prácticamente el dueño de los trabajadores sindicalizados del país.
En sus conferencias -que también eran en las mañanas, pero regularmente a las 11:00- Don Fidel se daba el lujo de declarar lo que se le antojaba y era común que se peleara con los reporteros de la fuente, y que incluso algunos publicaran notas negativas sobre él.
Don Nacho, el de prensa, se encargaba de hablar con los reporteros para tratar de suavizar las notas y pasarle el dato de que Don Fidel se había molestado, y amenazaba con impedir la entrada a los reporteros que lo criticaban.
La situación se volvió monótona -como lo están siendo ya las mañaneras de El Peje- y las amenazas y reclamos cetemistas subieron de tono, hasta que una vez los reporteros se pusieron de acuerdo para no cubrir la conferencia de los lunes.
Por su puesto en sus medios -en esos tiempos cooptados por el Gobierno- los obligaron a ir, pero de todos modos se pusieron de acuerdo para que nadie hiciera preguntas, y aquella conferencia fue un auténtico velorio.
Don Fidel se puso furioso porque su voz no iba a ser escuchada -de por sí no se le oía mucho, pues siempre hablaba como en susurro- y llamó a cuentas al buen Nacho, quien le dijo que los reporteros estaban enojados por el trato despótico que se les daba.
Santo remedio, el extinto cetemista se volvió una dama a la hora de tratar con la fuente y hasta lo bromista le salió, pues podría soportar las críticas, pero no que lo ignoraran.
Eso mismo pasaría con López Obrador si los medios decidieran no cubrir sus mañaneras, pues con todo y que existan las “benditas redes sociales”, no sería lo mismo ser difundido por la “prensa fifí” que por sus chairos.
Quien más necesita a los medios es el presidente, con todo y que haya tenido un apoyo histórico en las urnas. Los requiere para desviar temas que le duelen a su gobierno o para polemizar y hacer cortinas de humo.
También para crucificar a los propios integrantes de su gabinete, que una día sí y otro también son ridiculizados por su jefe ante el público.
Si la prensa le aplicara la ley del hielo al menos por un día, le romperían su esquema de comunicación en el cual se siente bastante cómodo, pues es el que siempre tiene la última palabra, y a quien no se ajusta a sus caprichos lo califica de conservador.
La tiene muy fácil, pues es casi igual que cuando el viejo PRI gobernaba y los periódicos publicaban encabezados prácticamente iguales, dictados desde el gobierno.
Por eso sería muy interesante saber, ¿qué pasaría si un día no se cubrieran las mañaneras de López Obrador?
¿La prensa perdería algo? ¿El pueblo se perdería de algo?
¡Nooo!, quien perdería sería el mismísimo Peje, que ya sin “La Mafia del Poder” y sin la “prensa conservadora” como enemigos, tendría que inventarse uno nuevo para justificar el pésimo gobierno que está haciendo.
