Por Arturo Páramo
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La semana pasada, el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador se topó de frente con la realidad. Tras sus entrevistas con los secretarios de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos; y de Marina, Francisco Vidal Soberón, el tabasqueño compareció ante los medios de comunicación para aceptar que ante el panorama que le describieron los dos funcionarios, las tropas y marinos no saldrán de las calles cuando él asuma el poder y tal vez no lo hagan en toda su administración.
Los cuerpos de seguridad pública civil, las policías de la nación, estatales y municipales están destrozadas, desdibujadas por la corrupción, el crimen organizado y la degradación salarial.
El golpe fue tan duro que obligó a López Obrador a salirse por la tangente, difundir el video en el que batea duro a la pelota, a anunciar el inicio de los foros sobre educación de los que Esteban Moctezuma ya había hablado profusamente en el transcurso de toda la semana.
Como se ha explicado en este espacio, López Obrador está desarrollando una actividad inusitada, o al menos no se tenían noticias de algo similar porque la tradición mexicana señalaba que los cinco meses que distaban de la elección al día de la toma de protesta del presidente el tejido de la nueva administración era casi secreto.
Por ello el frenesí de acuerdos, acercamientos, y ánimo colaboracionista que se asoma en estos días previos a la instalación del Congreso de la Unión. López Obrador abre temas, los posiciona y cuando se llega al punto más álgido, vira hacia otra dirección.
Esta semana se medirá con algunos gobernadores que sí le plantan cara, marcará postura ante el TLC y el fin de semana iniciará en Nayarit su gira de agradecimiento.
Lejos de aminorar, la ola de adhesiones que genera López Obrador crece a diario en lugar de aminorar, incluso entre quienes fueron sus contrincantes.
El fin de semana, el partido Movimiento Ciudadano (MC) adelantó que impulsará desde las cámaras algunas iniciativas que fueron promesas de campaña de López Obrador, aunque a fuerza de ser sinceros, los diputados del movimiento naranja ya desde la extinta legislatura se negaron a disfrutar del seguro de gastos médicos para sus legisladores, la austeridad, y la alternativa en materia educativa que comienza a cocinarse esta semana. Aún más relevante será que en el primer Congreso de la Ciudad de México, el PRD de la capital optó por colocar en la coordinación de su reducido grupo parlamentario a Jorge Gaviño, quien llegó ahí gracias a una candidatura de MC de la fallida coalición Por la Ciudad al Frente.
El papel de Gaviño podría ser una bizagra entre lo que queda del PRD capitalino, los escombros del equipo de Miguel Ángel Mancera, el equipo lopezobradorista, el futuro congreso capitalino que será dominado por Morena, y la Jefatura de gobierno rendida a los pies del tabasqueño.
Lo que resta del PRD capitalino y nacional ceden espacio a los pocos cuadros históricos que les quedaban, o bien aquellos que no están dispuestos a colaborar con el nuevo régimen se retraen y planean el nuevo paso a seguir.
Así, López Obrador cierra cada vez más los cabos en su aspiración de dominar absolutamente la política nacional, desarmando a todos aquellos que podrían ser críticos.
En la prensa nacional, con argumentos, algunos articulistas cuestionan la viabilidad de sus propuestas, como la sustentabilidad de plantar un millón de hectáreas con árboles frutales y maderables; el impacto ecológico de un tren en medio de la zona más sensible de selvas del sureste; el riesgo ecológico de habilitar una refinería más en Tabasco, o la participación de la CNTE en la propuesta educativa. Por esto es relevante que el próximo presidente haya recibido un golpe de realidad de parte de los más altos mandos del Ejército y de la Marina.
