Apenas en diciembre, cuando la alianza Por México al Frente lo bajó de la candidatura presidencial, Miguel Ángel Mancera frenó su anunciada renuncia y dijo que su deber estaría hasta el final con los habitantes de la Ciudad de México, afectados por los sismos.
Estaba enojado y sentido porque fue la misma Alejandra Barrales, a quien él había apoyado para llegar a la presidencia del PRD, quien lo descartó públicamente como aspirante presidencial.
Lo invitó a ser, en todo caso, coordinador de la campaña del panista Ricardo Anaya, lo que Mancera rechazó e incluso amenazó con dinamitar el Frente.
Insistió en que su obligación estaba con los capitalinos que lo eligieron para seis años; que no podía abandonar a la población y que encabezaría la reconstrucción de la CDMX.
El enojo le duró poco, porque desde enero decidió que siempre sí se iría a la grilla y que la fecha fatal era marzo; encargaría la reconstrucción a alguien.
Incluso a varios de sus colaboradores que le manifestaron su interés de contender por algún cargo de elección popular les rechazó la renuncia. Les pidió que aguantaran todo febrero porque luego vendría una nueva encomienda.
Ayer, en conferencia de prensa, Mancera dijo a los reporteros que aún no sabe cuándo se va, porque está en espera de que se concrete una buena oferta política. Parece que la reconstrucción —para él— va viento en popa y ya no hay emergencia.
Por supuesto que se irá, sólo está esperando que sus abogados le indiquen si es posible ampararse contra la prohibición legal de que como gobernante pueda ser aspirante al Senado de la República, donde de llegar sería el coordinador de bancada del Frente.
El cargo no es para nada despreciable, amén de que le traería el tan anhelado fuero legislativo, sobre todo ahora que Marcelo Ebrard regresó a la vida pública y participa en la campaña de Morena, partido con posibilidades de ganar la Ciudad de México.
Otra oferta que tenía —seguramente aún tiene— es que de ganar la Presidencia Anaya lo haría jefe del gabinete federal. O si obtienen la mayoría legislativa, lo propondría para ser el fiscal anticorrupción por nueve años.
El problema es que si no gana el Frente, y llega “ya saben quién”, se quedaría totalmente descubierto, por eso le urge que le resuelvan lo del Senado; eso es lo que espera.
De lograrlo, recorrerá el país y la CDMX en apoyo de las campañas de Anaya y de Barrales.
CENTAVITOS… Cuando el priista Mikel Arriola advirtió que de ser jefe de Gobierno meterá a la cárcel a los políticos corruptos, no se imaginó que su partido tenía en mente apoyar a Alejandra Barrios y sus nietos para que tomen candidaturas en la Cuauhtémoc. Nadie está diciendo que la señora Barrios o sus nietos sean corruptos o delincuentes, por supuesto, sólo que el joven Mikel quizá ignore que la Procuraduría General de la República (PGR) tenga abiertas investigaciones contra algunos de ellos. Ojo, el hecho de que tengan averiguaciones abiertas no quiere decir que sean culpables, pero a como están las cosas de sensibles entre los votantes, quizá el PRI debería revisar un poco mejor sus perfiles. Los Barrios van por el distrito 9 local y una pluri federal, lo que seguramente no tendrá muy contenta a la diputada Cynthia López Castro, quien ha cultivado ese territorio y seguro pensaba que su lealtad al presidente Enrique Peña le depararía mejor suerte. Pareciera una incongruencia que Mikel llame a proponer aspirantes de manos limpias en los otros partidos y no pida que se cuiden los perfiles en el suyo.
http://www.excelsior.com.mx/opinion/adrian-rueda/2018/02/13/1219906
