Connect with us

Uncategorized

INTERSECCIONES / Más allá del cinismo

Una novela de 1958; una disertación doctoral de 1984 y un libro de 2005; una controversia legal previa a la publicación de esta última; y (obviamente) una película, de 1960, sin la que esta columna de hoy carecería de pretextos.

Published

on

Por Fulvio Vaglio

@vaglio_fulvio

Leon Uris viajó a Israel en 1956 con la encomienda de escribir una novela que creara en el público norteamericano una atmósfera favorable al Estado de Israel, en el décimo aniversario de su fundación (el cincuenta aniversario caerá a comienzos de la próxima semana, el 14 de mayo). La recepción de su libro (Exodus), publicado en 1958, rebasó las expectativas y se convirtió en un best-seller internacional, gracias, entre otras cosas, a la película del mismo título que Otto Preminger dirigió en 1960.

Los analistas de literatura no han cesado de polemizar sobre los límites éticos de la novela histórica desde su nacimiento como género a comienzos del siglo diecinueve: según los defensores del melodrama de época, se vale construir ficciones y enredos poco plausibles, con tal que se enmarquen creíblemente en el periodo general de referencia; los críticos más exigentes contestan que no basta con que el “marco” sea respetado formalmente, sino que no debe ser manipulado y modificado. Exodus pasaría el primer test, pero fallaría escandalosamente el segundo.

El propio primer ministro de Israel, David Ben Gurion, supuestamente comentó que la novela no tenía un gran valor literario, pero sí una enorme importancia propagandística; conformó el mito fundacional del Estado de Israel: unos pocos israelíes, nobles, idealistas y dispuestos a convivir pacíficamente con los árabes, amenazados y agredidos por una marea de palestinos violentos, indignos de confianza, asesinos y violadores, a los que sus propios dirigentes dieron la orden de retirarse para no tener nada en común con los nuevos llegados.

A esto apuntaba, en 2005, el libro de Norman Finkelstein, Beyond Chutzpah, que tiene por subtítulo  El mal uso del antisemitismo y el abuso de la historia (por cierto, chutzpah es un término de difícil traducción: denota un exceso de autoconfianza rayana en la mala leche; en España se diría coloquialmente “morro”, aquí probablemente diríamos “cinismo”). Finkelstein no habla específicamente del libro de Uris, sino de la maquinaria propagandística montada por la opinión pública pro-israelí para silenciar las voces que cuestionaban la política del gobierno de Israel en relación con los palestinos: y la llama la “versión Exodus” de la historia de Israel.

El libro de Finkelstein se había estado gestando por más de veinte años, desde su disertación doctoral, y era una revisión crítica de otro libro presentado en ese momento como la verdad, finalmente revelada, sobre el conflicto árabe-israelí: De tiempo inmemorable de Joan Peters, publicado en 1984 con un subtítulo también revelador: Los orígenes del conflicto árabe-israelí sobre Palestina. La autora pretendía haber descubierto una falla en la historia demográfica de Palestina; ésta no habría sido habitada por dos mil (o cuatro mil) años por colonos palestinos, sino que había quedado sustancialmente despoblada hasta que la llegada de los primeros colonos sionistas, entre finales del siglo diecinueve e inicio del veinte, les mostró a los palestinos que se podía sacar provecho del desierto.

El libro de Joan Peters proporcionaba una muy discutible apariencia de seriedad académica a la “versión Exodus”: fue alabado incondicionalmente y criticado ferozmente según la disposición de los revisores, dentro y fuera de Israel y dentro y fuera de las universidades; críticos como Noam Chomsky, Edward Said, Yehoshua Porath y más tarde Robert Frisk lo definieron “un fraude absurdo y sin valor”; muchas más voces (sólo menciono a Saul Bellow, pero pueden encontrar más en Wikipedia) lo consideraron como un parteaguas en la historiografía sobre el conflicto árabe-israelí: hubo quien lo consideró el “equivalente académico de la guerra de los seis días”.

La polémica siguió en las dos décadas sucesivas y se reavivó con el nuevo milenio: Finkelstein preparaba su libro y mientras tanto polemizaba contra “La industria del Holocausto” (2000); en 2003 Harvard publicó The Case for Israel de Alan Dershowitz, que retomaba sustancialmente las tesis de Joan Peters; Finkelstein reaccionó dedicando una segunda parte de su libro a desmenuzar el de Dershowitz y por un momento la polémica pareció atizar la rivalidad entre la costa Este y Oeste, Harvard y la Universidad de California; Dershowitz intentó bloquear la publicación del libro rival y llegó a pedir la intervención del Gobernator de California, pero Schwarzenegger se negó a entrar en la disputa.

Un año después de Beyond Chutzpah, en 2006, otro historiador israelí, Ilan Pappe, publicó en Gran Bretaña Limpieza étnica en Palestina, precisamente sobre los años 1947-48. No es difícil ubicar esta renovada polémica en los acontecimientos de aquellos años: las Torres Gemelas, la guerra en Afganistán y la invasión de Iraq. Hay que darles créditos a las universidades y los académicos hebreos (dentro y fuera de Israel) por mantener abierta la polémica; la función histórica de Israel ha sido, y es, abrir el mundo árabe a la modernidad capitalista (para bien y para mal) y esto también pasa por el debate de las ideas.

Con los libros de Finkelstein y Pappe se puede cerrar el círculo abierto casi medio siglo antes por la novela de Uris y la película de Preminger. Al revisar libro y película, parece claro que Preminger hizo lo que pudo para sustraerse al maniqueísmo burdo de Uris; hay al menos un árabe bueno, confiable y solidario con los israelíes (aunque termina víctima de sus compatriotas fanáticos); la violación de Karen es sugerida por el contexto pero no icónicamente (quizás respetando que Jill Haworth tenía catorce años al momento del rodaje). Como curiosidad, se puede mencionar (sin darle demasiada importancia) que Preminger no dudó en alejarse de las indicaciones de Uris en el caso de Karen, de cabello oscuro en la novela y rubio, casi oxigenado, en la película, y de su novio Dov Landau (al revés: rubio en la novela y moreno en la película): conveniencia iconográfica mata fidelidad a la fuente.

A propósito de estereotipos rumbo a convertirse en prejuicios, es interesante que, cuando Exodus empezó a circular clandestinamente, como un samizdat mimeografiado, en la Unión Soviética, la traductora, Leah Pliner, sintió la necesidad de expurgar las partes de la novela en la que se presentaban relaciones sentimentales entre judíos y no judíos, para no indisponer el público judío ortodoxo: ¿Ari Ben Canaan sin Kitty Fremont, o Paul Newman sin Eva Marie Saint? Difícil creerlo: desaparecía el melodrama y quedaba la saga nacionalista.

Desde entonces las cosas han progresado bastante en las universidades israelíes y en el mundo judío; pero la mejora tiene sus reveses y estamos viviendo uno: en 2015, poco antes de la muerte de Joan Peters, Netanyahu la felicitó por haber reconstruido la verdad histórica sobre la misión civilizadora de Israel frente al mundo árabe. Nada qué decir: hay reconocimientos que matan, desde tiempos inmemorables.

Semiólogo, analista político, historiador y escritor.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

Continue Reading
Advertisement Article ad code

Los influyentes

Twitter

Facebook

Advertisement Post/page sidebar widget area

Recientes