En estos tiempos electorales, en los que el hueso es lo único, los políticos pierden toda convicción —si alguna vez la tuvieron— y cambian de camiseta como si fueran calzones.
Si Morena se ha dedicado a pasear con su carreta de cachivaches cachando todo lo que tiren los demás partidos, el PRI capitalino no quiso quedarse atrás y ha comenzado la pepena. No está mal que los partidos se refuercen, pero no a costa de sumar el descrédito de quienes se integran, al que ya de por sí ellos mismos acarrean.
A ver cómo explican Mikel Arriola y su partido el que Leticia Quezada, Agustín Torres y Miguel Ángel Cámara, por ejemplo, sean las flamantes adquisiciones tricolores en la capital. Los tres —provenientes del PRD— son exdelegados en Magdalena Contreras, Cuauhtémoc y Xochimilco, respectivamente, y todos salieron con señalamientos de corrupción en sus respectivas gestiones.
Excepto Torres, quien antes de ser delegado fue líder social y conserva alguna base en su territorio, los demás no le aportan, absolutamente, nada al tricolor, que no sea descrédito.
En especial Quezada, quien siendo delegada en Contreras prefirió irse a vivir a Polanco para olvidar sus orígenes de ambulante en su delegación, y se olvidó de la administración.
Tan mal trabajo hizo que fue, precisamente, el PRI —que nunca había ganado esa demarcación— que por conducto de Fernando Mercado le puso una paliza que no sólo le arrebató el gobierno, sino que la dejó sin diputación.
A pesar de ello, Miguel Ángel Mancera se compadeció y por conducto de Héctor Serrano la rescató con un puestecito en gobierno, hasta que Quezada los traicionó y se fue a Morena.
Todo mundo recuerda cómo interceptó a “ya saben quién” en una gira por Ecatepec y se le arrojó a los brazos diciendo que quería ser santificada y se pasó a las filas morenas.
Como nadie la peló en ese partido, hace unas semanas renunció e intentó regresar al PRD, donde por supuesto la batearon, y hoy aparece como nueva militante del PRI, lo mismo que Torres y Cámara.
Habría que preguntar quién está asesorando al joven Mikel como para dejar que se queme tan tontamente, justo cuando estaba haciendo una campaña efectiva en la que se diferenciaba de Alejandra Barrales y Claudia Sheinbaum.
En estos momentos se convierte en uno más, porque sus promesas de combatir la corrupción y mejorar los servicios y la seguridad no podrá cumplirlas si se rodea con lo más podrido de la política.
Y eso que el partido se deshizo de la breve incursión de personajes como Armando Quintero y Lorena Villavicencio, por ejemplo, que tocaron la puerta por un hueso y hoy de nuevo están con “ya saben quién”.
Pero qué necesidad, como decía el difunto Juanga, como si sus flamantes adquisiciones fueran a hacer la diferencia.
CENTAVITOS… Por cierto, ante tanto cambio de camisetas los votantes ya no saben cuál es la oferta de los partidos, que han dejado a un lado su ideología para hacerse de unos votos. Nadie se hubiera imaginado a Morena uniéndose a un partido tan mocho y ultraconservador como el PES, y que a “ya saben quién” no le importara traicionar los principios juaristas que decía defender… O al PAN aceptando las políticas perredistas de bodas y adopciones gay, y de ejercer un gobierno paternalista que todo regala en lugar de facilitar de inversiones… Y ahora el PRI, que recoge a quienes lo llamaron “mafioso” y “neoliberal”. ¿A dónde vamos a parar?, dijera el célebre Buky en una de sus letras.
http://www.excelsior.com.mx/opinion/adrian-rueda/2018/01/30/1216872
