Por Fernando Díaz Naranjo
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A raíz de lo que hemos presenciado en el proceso electoral en la Ciudad de México y ante un Congreso local con nuevas atribuciones, pero con mayores expectativas, existen múltiples temas que formarán parte de la agenda legislativa. En esta ocasión quiero referirme a la normatividad electoral.
La Ciudad de México, en materia de planeación, organización y desarrollo de elecciones locales, ha sido punta de lanza por múltiples razones; uno de estos factores ha sido su destacada incursión con el uso de elementos electrónicos para hacer más eficientes y simplificar procedimientos electorales. Sin embargo, esta convergencia se vio estancada por múltiples razones, entre las que destaca la rectoría, por decirlo coloquialmente, de las elecciones por parte del INE.
El Instituto Electoral de la Ciudad de México utilizó exitosamente algunas urnas electrónicas para recibir la votación de los electores de manera vinculante en la elección de 2009. Para la recepción del voto de los ciudadanos de esta gran urbe, residentes en el extranjero, instrumentó también con éxito en 2012 la posibilidad de que los ciudadanos que podían votar por el cargo de Jefe de Gobierno de la Ciudad de México pudieran escoger entre el voto postal y el voto por Internet. Hoy ambos aspectos, la votación por medio de urnas electrónicas o por Internet, son cosa del pasado.
Me parece que uno de los temas que el primer Congreso de la Ciudad de México deberá atender será apostarle al uso de la tecnología en el desarrollo de los procesos electorales.
El uso de urnas electrónicas, de entrada, significaría que se dejarían de utilizar boletas de papel que serían sustituidas por boletas electrónicas. Para esta elección, en la Ciudad de México, a cada ciudadano le fueron entregadas seis boletas, una para presidente de la República, otra para senadores y otra para diputados federales, y, a nivel local, recibió boleta para la elección de la Jefatura de Gobierno, otra para la elección de alcaldes y otra más para elegir a los diputados al Congreso de la Ciudad de México. Si en esta gran urbe existen más de 7 millones 600 mil electores, esto significó que se imprimieron alrededor de 46 millones de boletas.
La urna electrónica emitiría resultados de manera inmediata al concluir la jornada electoral y no dejaría error respecto de votos válidos o nulos, lo que hoy ocurre con nuestros funcionarios de casilla por diversas razones, la principal, por el número de fórmulas que se genera entre coaliciones, candidaturas comunes o candidaturas independientes.
Las urnas electrónicas pueden ser utilizadas en procesos electorales constitucionales y también en ejercicios de participación ciudadana, como lo es, el de presupuesto participativo.
Pero tal vez, el mayor elemento a analizar sería que la implementación de la urna electrónica podría traer ahorros presupuestales en un mediano plazo.
La votación por Internet, también debe ser un tema de profunda reflexión, con el antecedente que el mismo ya se instrumentó con éxito. Ahora bien, la instrumentación de estos mecanismos electrónicos de votación son procesos que deben ser analizados en comisiones del órgano legislativo, por los consejeros electorales, instituciones académicas y organismos de la sociedad.
¿Y por qué insisto en el tema a tres años de distancia del próximo proceso electoral? Deben de hacerse diversos prototipos de urnas electrónicas, así como ensayos y simulacros para la operación y puesta en marcha del voto por Internet. Estos procesos tomarán, en mi opinión, meses de una ardua labor.
Deseamos suerte al próximo Congreso de la CDMX y hacemos votos para que el tema del uso de instrumentos electrónicos en elecciones constitucionales y de participación ciudadana sea un activo que logre identificar a esta gran urbe.
*Analista especializado en temas político electorales de la CDMX.
