Martín de J. Takagui
Cuando en un gobierno se habla a mediano plazo, normalmente se establece que podrían ser tres o cuatro años, porque en el quinto año, los gobiernos están haciendo sus cuentas y cerrando la ventanilla por donde se despacha.
Andrés López Obrador, aseguró en Tabasco, región de amplia y añeja tradición petrolera, que “en el mediano plazo” México dejará de vender petróleo crudo al exterior y si el mediano plazo fueran esos tres años, éstos serían insuficientes para licitar, financiar, construir y echar a andar una refinería que permitirá procesar el petróleo suficiente para satisfacer los niveles de consumo interno de hidrocarburos.
Esto, tomando en cuenta que la estrategia sería abastecer primero la demanda interna y después las exportaciones; sin embargo, pareciera una declaración a la ligera que, de tomarse en cuenta por los mercados internacionales de crudo, podría generar un nerviosismo, en Estados Unidos y en algunos otros países de alto consumo de hidrocarburos.
Lo anterior si se toma en cuenta que México vendió a Estados Unidos más de la mitad de su producción de crudo en 2017, con una cifra de un millón de barriles al día, aunque la producción promedio fue de casi 1.8 MDB.
Por dichas ventas, los ingresos petroleros del país, ascendieron a 19.66 mil millones de dólares, colocando a este rubro como la tercera fuente de ingresos de divisas a las arcas nacionales, ya que las remesas de los migrantes fueron de 28.6 mil millones de dólares, mientras que el turismo se colocó en segundo nivel con una aportación de 21.3 mil millones de dólares.
Hablar de la cancelación de exportación de crudo, parecería no solamente aventurado, temerario o hasta irresponsable, pues de ser así, Estados Unidos podría iniciar una serie de presiones políticas y económicas, ya que como una de las principales potencias consumidoras de petróleo vería afectada, incluso, su seguridad nacional.
Pero como dicen los refranes, del dicho al hecho hay mucho trecho. Reducir la producción de petróleo de un día para otro no es cosa fácil, No es asunto de cerrarle a la llave, como si fuera la del agua, se trata de sistemas de bombeo, de conducción, mantenimiento a la maquinaria, control en las plataformas petroleras, pues de otra manera se correría el riesgo de un accidente de repercusiones inimaginables.
Otro de los temas es que además de los ocho mil millones de dólares que se invertirían para la construcción de una refinería, se necesitarían otras inversiones para el almacenamiento e instalaciones para la distribución, lo que no se detendría en esas cifras alegres.
Cuánto más se necesitaría para esas nuevas instalaciones, modernas y seguras; cuánto tiempo más se necesitaría para contar con la infraestructura necesaria para extraer, procesar, almacenar, distribuir y vender los productos petroleros. Tres años seguramente no serían suficientes.
El Presidente Electo tampoco ha mencionado con qué recursos va a sustituir esos casi 20 mil millones de dólares que dejarán de percibirse por la venta de crudo. Son muchas las interrogantes que deben responderse.
Sin embargo, pareciera que el anuncio se trató de la conclusión de una reunión entre paisanos, quienes desde el Edén de Tabasco, con el calorcito dominical, acabaron por hacer un anuncio espectacular.
Hay que recordar que la administración de López Obrador inicia el 1 de diciembre, pero los anuncios de esta naturaleza, podrían tener repercusiones en los mercados que podrían restar confianza en las finanzas del país.
