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INTERSECCIONES / Política y brujería

Migrantes, bombas y antisemitismo: ¿su creación se le está escapando de las manos a Trump, o está todo calculado para canalizar los últimos estertores de la campaña electoral?

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Fulvio Vaglio

Que yo sepa, la palabra “maldoblestar” la inventó (o desenterró) Miguel Ángel Asturias en 1946; hoy describe perfectamente la incomodidad de algún político frente a la necesidad de tomar posición sobre temas controvertidos. La política es el arte de utilizar en tu favor las situaciones que se presentan; un corolario de esta definición es que, si las circunstancias no se presentan espontáneamente, puedes ayudar a crearlas. Si te sale la jugada eres un buen político, astuto y oportunista; si te sale mal, eres un aprendiz de brujo que ha liberado fuerzas fuera de tu control.

El otoño pasado, Trump no creó los huracanes: utilizó bien Harvey o Irma, hasta que metió la pata con el recuento de las víctimas de María en Puerto Rico. Este otoño está utilizando la caravana de migrantes que actualmente atraviesa por México: se esperaban pocos centenares y el hambre y la desesperación la hicieron crecer hasta seis o siete mil (más los dos mil de la nueva que acaba de salir de San Pedro Sula). ¿Buen político o aprendiz de brujo?

La hipótesis sostenida por el New York Times y otros medios liberales es que la caravana es como los huracanes: una ocasión de oro, que Trump usa para distraer la atención de temas más peligrosos para las elecciones del 6 de noviembre: el ojo del mundo estaba centrado sobre el “maldoblestar” de Trump en el asesinato de Jamal Khashoggi, y llega la caravana a dar nuevo aire a su propaganda.

Tiene sentido, pero sólo en parte. El asesinato de Khashoggi había sido embarazoso más para los medios liberales que para la Casa Blanca: los expertos y asesores que CNN intentó sumar a su polémica han reconocido que Trump tiene muy buenas razones para no estirar las relaciones con Arabia Saudita hasta el punto de la ruptura; si aceptas las reglas del juego geopolítico como se han plasmado en los últimos veinte años, ningún gobierno, aunque Trump no estuviera al mando, podría permitirse comprometer su estrategia en el Medio Oriente por el asesinato de un miembro incómodo de la aristocracia saudita.

Pero, antes del caso Khashoggi, tuvimos el circo mal montado sobre la ratificación de Kavanaugh. Los medios liberales no quisieron, o no pudieron, plantear el meollo del problema: que no era si, adolescente y borracho, había intentado violar a otra adolescente, sino si ahora, a sus 53 años, es capaz de mentir sobre su pasado con tal de salvar el pellejo. La ineficiencia de los demócratas hizo que la base dura republicana uniera fuerzas alrededor del presidente. Así estando las cosas, Trump no necesita “distraer la atención”.

Para la administración Trump, ¿la caravana llegó inesperada o fue la crónica de una marcha anunciada? En noviembre del año pasado, Juan Orlando Hernández Alvarado fue elegido presidente en medio de acusaciones de fraude; la ONU llegó a pedir nuevas elecciones; Trump, en cambio, se apresuró a validarlas. En marzo, Estados Unidos anuló el Programa de Asilo Temporal (TRP) a más de cinco mil hondureños y empezó inmediatamente a repatriarlos. La oposición a Hernández Alvarado acudió a la Embajada mexicana en Honduras, amenazando con organizar no una, sino varias marchas de hondureños repatriados. En junio, Hernández Alvarado viajó a Washington el 18 y 19 de junio para entrevistarse con el vicepresidente Mike Pence y con el flamante Secretario de Estado Mike Pompeo.

¿De qué hablaron? ¿Es demasiado maquiavélico pensar que pudieron hablar de la caravana?  Cuando la marcha empezó, de la oficina del embajador de Honduras en Estados Unidos salió un video para el congresista republicano de Florida, Matt Gaetz, donde se veían supuestos organizadores de la marcha pagando a algunos integrantes; Gaetz se apuró a volverlo público y su mentor, Donald Trump, a aprovecharlo.

Qué es entonces la caravana: ¿una circunstancia inesperada aprovechada por Trump, o una situación creada por la propia administración, “por si acaso”, y que amenaza con salirse de control? El presidente de Honduras se apuró a comunicarle a Mike Pence que la caravana fue organizada y pagada por Venezuela; alguien le agregó la fundación filantrópica del magnate George Soros. Otro poquito de historia: en 2016 Soros apoyó a Hillary Clinton; el 13 de octubre de ese año, en un rally en Palm Beach, Florida, Trump denunció una conspiración antiamericana de la “nueva élite global” y citó a Soros, Bloomfield y otros multimillonarios, todos judíos, todos filo-demócratas y todos empoderados en organizaciones financieras internacionales. El discurso fue, con razón, comparado con la propaganda antisemita que empezó con los “protocolos de Sion” (1903) y terminó con las leyes de Núrenberg (1935).

Soros fue uno de los destinatarios de las bombas enviadas la semana pasada; el sábado 27 se dio la masacre en la sinagoga en Pittsburgh. Trump aprovechó para deslindarse de la propaganda antisemita que él había nutrido hace dos años, tratando de hacer olvidar las pifias de su administración y de la inefable Laura Ingraham de FOX News sobre la marcha de los migrantes, terroristas islámicos y dinero judío incluidos. El próximo martes se sabrá si habrá ganado el político astuto o el aprendiz de brujos.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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