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Investigación

Reforma Educativa: La Minerva en el escritorio de México

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Erick G. Fierro Alcántara

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Imponente, majestuosa e histórica, así es la sede de la Secretaría de Educación Pública, ubicada en la calle de República de Argentina # 28, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, un edificio que evoca lucha, pasión por el aprendizaje y esperanza por la educación desde sus murales, mismos que, en su mayoría fueran pintados por el gran artista Diego Rivera por invitación del aquél entonces primer Secretario de Educación, Don José Vasconcelos.

Entre puertas de madera con olor a historia, ubicado en el segundo nivel del llamado “Patio del Trabajo”, en honor a los murales en los que Diego Rivera ilustra magistralmente escenas cotidianas de las ocupaciones laborales del México antiguo, se encuentra el afamado despacho del Secretario.

Aquél despacho, lleno de misticismo en su interior, rodeado de nombres de los grandes maestros de la filosofía antigua y la historia universal de las artes, ha visto transitar a verdaderos titanes de las ideologías contemporáneas, tales como Jesús Reyes Heroles, Jaime Torres Bodet, y el propio Don José Vasconcelos, entre otros. En esa oficina plagada de simbolismos plasmados por el muralista jalisciense, Roberto Montenegro, hay alguien que ha observado de manera impasible el ir y venir de secretarios desde la primera etapa de la Secretaría de Educación Pública, una vigilante misteriosa que le ha recordado a cada uno de ellos la trascendencia de sus decisiones para el futuro de México; una inspiración e invitación para valorar su labor.

Se trata de “La Minerva” o “Atenea” como la llamaba el propio Vasconcelos, una escultura posicionada en el escritorio principal del Secretario de Educación Pública que, cuenta la leyenda dentro de la misma Secretaría, fuera comprada por Carlos Pellicer Cámara, secretario particular de José Vasconcelos en aquél entonces. Según se cuenta, Carlos Pellicer acostumbraba dar paseos por los alrededores del Centro Histórico en sus ratos libres, lo mismo en tiendas de antigüedades que incluso en los llamados “mercados de pulga”, y según relatan fue ahí en donde un buen día encontró la escultura que hoy acompaña las decisiones del alto mando de la educación en México.

Cuenta también la leyenda que, desde que el mismo Don José Vasconcelos dejó la Secretaría de Educación Pública, esa figura ha permanecido en la misma posición y lugar en el escritorio de todos los demás secretarios venideros, pues también se dice que quién mueve de lugar la escultura, está destinado a terminar su mandato como Secretario de Educación de manera abrupta y anticipada.

Fue el Ex-Secretario de Educación, Fausto Alzati, quién se atrevió a mover la escultura de lugar y a quién algún tiempo después, durante su mandato como Secretario, se le descubriera la artimaña de ostentarse con un grado académico mayor, cuando ni siquiera había terminado la licenciatura, obligándolo a dejar de forma tropezada e inmediata, la dirigencia de la Secretaría. Coincidencia o superstición, sucedió en realidad.

Me gusta pensar, a manera de analogía, que hoy nuestra “Minerva” es el Nuevo Modelo Educativo y el escritorio es México. Hoy nos encontramos ante un modelo de educación que durante décadas habíamos buscado, y que por supuesto es perfectible, y no lo digo como una posibilidad sino como una obligación. Nos encontramos ante un modelo que privilegia la educación gratuita de calidad, de constante evaluación docente, de desburocratización de las escuelas, de inclusión, y lo más importante, de enseñanza para las libertades, lo cuál en algún momento veremos reflejado con mejores ciudadanos.

Quizá el mensaje que quiso dejar Don José Vasconcelos con su “Atenea”, desde su escritorio para la eternidad de la educación sea el de privilegiar el conocimiento y las libertades por encima de las decisiones políticas, el de analizar cuidadosamente lo hecho porque no todo merece ser desechado, el de considerar que las decisiones tomadas en ese despacho trascienden la historia propia y por supuesto, el de no mover del escritorio de México aquello que lleva buen rumbo.

 

 

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