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Refundación europea: ¿Un modelo ultraconservador?

El grupo de Visegrád se propone como un modelo alternativo al eje Merkel-Macron; pero hay más jugadores ocultos que complican el panorama de la “refundación europea” para este 2018.

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Por Fulvio Vaglio

El cambio de año se ha dado de manera intensa en Europa del Este. La Comisión Europea ha abierto dos procedimientos en contra de miembros del “grupo de Visegrád” (también conocido como V4): el primero amenaza sanciones contra la República Checa, Hungría y Polonia por no aceptar la cuota de refugiados internacionales que les había sido asignada. El segundo, más radical en principio, invoca el artículo 7 del Tratado de la Unión Europea en contra de Polonia por la sospecha de “violaciones graves” al estado de derecho.

Los dos puntos van estrechamente ligados, pero vamos por partes; la acción político-legal en contra de Polonia parte de la reforma judicial propuesta en julio 2017 por PiS (Paz y Justicia), vetada en ese momento por el presidente Andrzej Duda, maquillada y firmada finalmente el 20 de diciembre: sus críticos subrayan que somete la Judicatura y el Tribunal Supremo a la voluntad del Ejecutivo, cancelando de facto la división de poderes; sus defensores sostienen que es un asunto interno de Polonia y que la Unión Europea no tiene ninguna injerencia en ello.

La consecuencia del procedimiento, en teoría, podría llegar a retirar a Polonia el derecho de voto en la Unión Europea, sancionando prácticamente la salida de Polonia de la Unión. En la realidad, los tiempos y formas del procedimiento son largos y complicados; en primer lugar, el artículo 7 del TUE no fija una fecha perentoria para la presentación de alegatos y ya se anticipa que ésta podría irse a finales de 2018; en segundo lugar, el procedimiento se suspende si el país acusado renuncia a la legislación que ha causado la querella (no es difícil imaginar a Ley y Justicia maquillando otra vez la misma ley para ganar otro añito de respiro); en tercer lugar, la Comisión Europea sabe de antemano que no podrá llevar a término la desafiliación de Polonia, ya que para esto se necesitaría la aprobación unánime de los otros 27 miembros de la Unión, y Hungría, por lo menos, ya ha declarado que apoyaría a Polonia.

Aquí el primer procedimiento se conecta con el segundo: la presión sobre Hungría, República Checa y Polonia acerca de las cuotas de refugiados se inscribe en una ya larga guerra de declaraciones y contradeclaraciones sobre soberanías estatales, espíritu europeísta y principios humanitarios.

Ambos puntos ponen el dedo en la herida infecta de la necesaria “refundación” de la Unión Europea, objetivo anunciado y constantemente aplazado del eje franco-alemán: está apareciendo, en el este de la Unión Europa, un modelo alternativo de refundación de la Unión Europea, ultraconservador y ultraderechista, en función anti-Merkron.

A grosso modo este modelo coincide con el V-4, pero el detalle es un poco más complicado: Eslovaquia, a la hora decisiva, ha asumido hasta ahora una posición más moderada; es el único de los cuatro que forma parte integral de la zona euro, mantiene (y ha estrechado en estos últimos días) relaciones de colaboración militar con la República Checa; puede funcionar, pues, como  puente entre el Occidente y el Oriente de la Unión Europea y por eso está momentáneamente libre de la amenaza de sanciones; sin embargo tiene un peso menor que los otros tres países, tanto demográfica (cinco millones y medio de habitantes contra 59 de los otros tres juntos) como económicamente (160 mil millones de dólares de producto nacional bruto, contra casi 1.300 mil millones de los otros).

Hay más jugadores ocultos en este tablero. El primero es Donald Tusk: desde su posición como Presidente del Consejo Europeo, sigue siendo una referencia para la oposición liberal al partido de gobierno polaco, Paz y Justicia de Jarosław Kaczyński. Por el momento no se ve que la oposición haya logrado cambiar sustancialmente la orientación ultraconservadora del gobierno polaco.

El 8 de diciembre, Beata Szydlo ha sido relevada en el cargo de Primer Ministro por Mateusz Morawiecki: ¿inicio de un cambio cuidadoso o simple maquillaje? El portavoz del PiS se ha apresurado a declarar que “nuestro programa no cambia” y los opositores han comentado que, Szydlo o Morawiecki, quién tiene realmente el poder entre bambalinas sigue siendo Kaczyński. Para esta semana se espera una reorganización del gabinete y esto podría ayudar a aclarar la incógnita.

El segundo jugador oculto es el flamante canciller austriaco Sebastian Kurz, que aspira sin duda a jugar un rol importante en el equilibrio interno de la Unión Europea: si Eslovaquia quiere mantenerse como puente entre Visegrád y Berlín, Kurz se perfila como la “quinta columna” ultraderechista en el corazón de Mitteleuropa: por la joven edad (y las dotes de oportunismo político) le dicen el “Macron austriaco”; por tradición histórica es heredero de la relación siempre ambivalente entre Austria y Alemania. También habrá que seguir esta arista a lo largo del año que empieza.

En tercer jugador oculto es Bavaria. El primer ministro húngaro Viktor Orban, respondiendo al mandato del FIDESZ de “resistir la presión europeísta”, ha tenido anteayer un encuentro con su homólogo bávaro Horst Seehofer; el comunicado final ha definido las conversaciones como “abiertas, honestas y cordiales como siempre”; no es difícil imaginar que hayan girado sobre la posibilidad de sabotear la reedición de la Großekoalition entre Angela Merkel y Martin Schulz (quien por su parte acaba de arremeter de manera transparente contra “los países miembros de la UE que no quieren acatar su cuota de refugiados”).

El cuarto jugador oculto es, ¿adivinen?, Trump.  El Ministro de Defensa polaco, Antoni Macierewicz, visitará la Casa Blanca este mismo enero; será la cereza en el pastel de un acercamiento que empezó con la visita de Trump a Polonia en julio pasado y se confirmó con la votación en la ONU sobre Jerusalén, el 21 de diciembre: en la que precisamente Chequia, Hungría y Polonia se abstuvieron (Eslovaquia, en cambio, votó en favor de la resolución, es decir, contra Estados Unidos); el Departamento de Estado norteamericano no sólo no criticó, sino que justificó y alabó la posición de los tres países europeos abstencionistas: una sabia división del trabajo, buscando la división de la UE.

En este marco general, ¿qué futuro puede preverse para los procedimientos abiertos en Bruselas? Desde el punto de vista de la Comisión Europea, es probable que Polonia se vea como un laboratorio de experimentación relativamente poco peligroso para una cuestión delicada, tanto en términos de principios legales internacionales como de relaciones diplomáticas.

Vale la pena recordar que, en octubre, la Comisión Europea había jugado con la idea de invocar el mismo artículo 7 en contra de España si ésta aplicaba el art. 155 en Cataluña. Ya sabemos qué sucedió: Rajoy aplicó el 155 y la Unión Europea se olvidó de su amenaza; pero, evidentemente, a alguien le quedó en el dedo la comezón de ver qué se sentía a disparar el que algunos medios, (imitando la guerra de declaraciones entre Trump y Kim Jong-un), han empezado a llamar el “botón nuclear” europeo. Sin embargo, nadie parece haber reparado en que amenaza repetida y no cumplida demuestra impotencia.

Por su lado, el Viceministro polaco de Asuntos Exteriores, Konrad Szymański, ya ha declarado que el retiro de Polonia de la UE (Polexit, habían empezado a llamarlo) es “pura ciencia-ficción”; en otras palabras, aquí estamos y aquí quedaremos; sáquennos si pueden; y ha apoyado su argumento sosteniendo que Polonia y Hungría, no Alemania o España, son los países que mejor desempeño económico están mostrando, con su crecimiento de casi 5 por ciento; y, por muy manipulado que esté ese dato, es cierto que varios importantes inversionistas internacionales están viendo con interés el mercado de Europa oriental: como China, cuyo He Steel Group parece a punto de comprar la planta de U.S Steel en Kosice, Eslovaquia: ¿otro “jugador oculto”?

No hay guerra (aunque sea de declaraciones) sin un arsenal ideológico para apoyarla; y la ideología es como Trump: no le tiene miedo al ridículo. Polonia y Hungría, mientras preparan su línea defensiva diplomática y legal, ya alistan sus misiles propagandísticos: el Ministro del Interior polaco Mariusz Blaszczak ha declarado que la reforma judicial marca “el fin definitivo del periodo comunista en Europa” (según teníamos entendido, el comunismo cayó en 1989: al parecer quedó como espantajo ideológico para lectores empedernidos de Pedrito y el lobo). Hungría va más allá: el Ministro de Defensa húngaro, Levente Magyar, ha salido en defensa de los “valores del cristianismo” como única vía para “frenar la decadencia de la civilización occidental”: Oswald Spengler en Budapest, y ¡qué se cuiden los musulmanes!

* Semiólogo, analista político, historiador y escritor.

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