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CDMX

SCREWBALL: A punto de nieve

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POR: ERNESTO OSORIO

 

Las y los candidatos a la Jefatura de Gobierno nos han demostrado, con creces, que para ellas y ellos los ciudadanos sólo representamos votos que les servirán para alcanzar una aspiración personal: lograr el cargo y dirigir los destinos de los habitantes
de la capital mexicana.

La ecuación es sencilla: mientras más gente reúnan a su alrededor, mientras más ciudadanos encuestados respondan que es su candidatura la que les gusta y convence, más seguros están de que van a ganar.

Lo anterior no es una novedad, pues la libre determinación de los ciudadanos para elegir a sus gobernantes se desprende de un principio establecido en la Declaración de los Derechos Humanos, en la cual se establece que “la voluntad del pueblo, expresada a través de elecciones periódicas y auténticas, será la base para la autoridad del gobierno”, y de que no existe un modelo único de democracia.

Pero en el caso específico de nuestra incipiente democracia capitalina, el concepto se distorsiona.

Las elecciones en este 2018 se perciben como retos de confronta entre todos los partidos para conseguir más adeptos y, con ello, obtener el control de un poder absoluto que los capitalinos percibimos en manos de sólo unos cuantos.

Cuando en 1997 Cuauhtémoc Cárdenas se convirtió con el voto de la gente en el primer Jefe de Gobierno de la capital, su legitimidad se respaldó por una victoria absoluta de los partidos de izquierda que lo acompañaron y que habían colocado al ciudadano en el centro de su atención. A poco más de 21 años de ese acontecimiento, el escenario político electoral se desdibujó. Los partidos apuestan a su candidato, a partir de un solo propósito: subsistir a costa de lo que sea, sin poner por delante las necesidades y demandas ciudadanas.

Prueba de lo anterior es la triste argumentación que presentaron las y los candidatos a la Jefatura de Gobierno en su segundo debate, realizado el pasado miércoles. A las propuestas y soluciones a problemas que vivimos todos los días, se antepusieron los ataques personales otra vez. En ocasiones la aspirante de Morena, Claudia Sheinbaum, y la abanderada del Partido Verde, Mariana Boy, ocuparon el tiempo de su participación en explicar propuestas nobles y loables ya conocidas, pero sin mayor sustento. Buenos deseos, sin detallar el cómo las llevarían a cabo.

El resto de las y los participantes, mostraron un nivel de encono y denostación, sólo para disuadir a los electores de no elegir a su oponente.

Los casos más reveladores fueron los de Alejandra Barrales, candidata de la coalición “Por la Ciudad de México al Frente”, y Mikel Arriola, el candidato priista. Marcos Rascón, del Partido Humanista, volvió a centrar su discurso en la apuesta de hacer de la capital un espacio aislado de las directrices que dicta el pacto federal.

De la candidata de Nueva Alianza, Purificación Carpinteyro, las pocas ideas que pudo concretar se escucharon huecas, y de la independiente Lorena Osornio, su nerviosismo volvió a poner en evidencia que la autoridad electoral omitió por completo la exigencia de un perfil básico de conocimientos para obtener una candidatura al cargo público de mayor nivel en nuestra Ciudad.

Resta poco menos de 40 días para concluir las campañas y la oferta electoral que tenemos enfrente sigue siendo de un nivel tan bajo que asusta y nos deja un mal sabor de boca.

LAS Y LOS CANDIDATOS NO LEVANTAN

Aquí permítanme hacer una analogía con la repostería. El proceso por el cual se obtiene el punto de nieve, a partir de una clara de huevo, no es más que añadir aire con el batido para que se forme una estructura firme y esponjosa de color blanco, pero en ocasiones el batido no levanta.

Existen muchas teorías respecto de las causas de que no se logre el punto de nieve, pero todas se traducen en un solo hecho: el traste en el que se baten las claras está sucio. Así de sencillo. Si batimos las claras de huevo en un traste donde antes hemos hecho otra parte de la receta, no conseguiremos una clara de huevo bien batida, incluso no conseguiremos que suba.

En el contexto político de la CDMX sucede lo mismo. Las campañas se han centrado en una metodología vieja, sucia, de hacer política. Falta innovación, frescura, independencia, libertad, limpieza en las estructuras electorales de los partidos.

Es urgente que las y los candidatos aprovechen estos últimos días de campaña para modificar la estrategia y asumir un discurso autocrítico. Las y los ciudadanos están enojados y desilusionados con los políticos, con mucha razón. Nadie cree en ellos, pero cuidado, pensar que un discurso demoledor hacia una mafia que se enquistó en el poder será la fórmula para que los ciudadanos crean y voten en favor de quien los acusa, sería el peor error que podría cometerse.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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