Connect with us

Grilla

SCREWBALL / ¿Qué cambió en la CDMX?

El 25 de octubre de 1993 desapareció del texto constitucional la figura del Departamento del DF que venía existiendo desde 1928 para dar paso a la Jefatura de Gobierno…

Published

on

Por Ernesto Osorio

No sé usted, pero en el ambiente político de nuestra Ciudad de México se respira un aire mezcla de satisfacción e incertidumbre.

De satisfacción, pues la mayoría de los capitalinos que ejercieron su voto vieron consumados sus deseos de cambio en el gobierno, y de incertidumbre, pues aún desconocemos el alcance que tendrá la cuarta transformación anticipada por Andrés Manuel López Obrador, la que, sin lugar a duda, transformará también la vida de casi 9 millones de habitantes en la CDMX.

La expectativa que se ha generado a partir de los últimos resultados electorales ha superado toda predicción y desde ahora se advierte incierta.

Incierta, sí, porque si bien es inobjetable el voto de castigo que los capitalinos le dieron al PRD y al proyecto de izquierda que inició hace 21 años con los resultados por todos conocidos, lo cierto es que el aplastante poder que adquirieron Morena y AMLO en la capital representa un difícil reto para ese partido y para la Jefa de Gobierno electa, Claudia Sheinbaum.

Seguramente usted ha escuchado aquella frase que se atribuye a demasiados personajes históricos de “un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Más allá de quién pudo haberla acuñado, lo que en verdad preocupa es la veracidad que cobra en estos días.

Y es que la anhelada reforma política que los capitalinos esperábamos parece haber dado un giro de 360 grados,
para ubicarnos en el lugar en el que iniciamos.

Si bien las delegaciones cambian su nombre por alcaldías y cuentan con un grupo de concejales que serán -supuestamente- contrapeso para equilibrar la toma de decisiones que afectarán a todos, y la Asamblea se transformará en un Congreso local, lo cierto es que el poder de representación obtenido por Morena en ambos órganos de gobierno nos recuerda aquellos años del poder centralizado en el Ejecutivo federal y su partido político.

Recordemos que en 1988, cuando Carlos Salinas de Gortari llegó a la Presidencia de la República, la votación obtenida por el PRD en la capital fue apabullante, lo cual se tradujo en un rechazo tajante al esquema de gobierno local controlado por el Ejecutivo federal.

Para obtener algo de legitimidad al iniciar su administración, Salinas designó a Manuel Camacho Solís como titular del entonces Departamento del DF. Su capacidad de interlocución con la izquierda, lastimada por la derrota de Cuauhtémoc Cárdenas, abrió el camino para iniciar una reforma política que hiciera valer la voluntad de los capitalimos y no tratarlos como ciudadanos de segunda.

De esa manera, el 25 de octubre de 1993 desapareció del texto constitucional la figura del Departamento del DF que venía existiendo desde 1928 para dar paso a la Jefatura de Gobierno, cuyo titular sería electo por el voto popular, y el Congreso de la Unión cedería algunas decisiones legislativas a la Asamblea de Representantes.

En 1994, a la llegada de Ernesto Zedillo, el país atravesaba por una nueva crisis política que obligaba a una nueva concertación a nivel nacional con todas las fuerzas políticas y que se reflejó en el Acuerdo Político Nacional, primer antecedente del Pacto por México, en el cual se incluyó una nueva reforma para la Ciudad.

Desde entonces y hasta el año 2012 el Congreso de la Unión aprobó 27 iniciativas de reformas al texto constitucional, las cuales construyeron la nueva estructura de gobierno de la capital. En ese año el gobierno de Enrique Peña Nieto suscribió el Pacto por México, en el cual, de nueva cuenta, se incluía una reforma política que daría a la CDMX un nuevo nombre, un congreso local con todas sus facultades constitucionales y alcaldías democráticas. Obtendríamos, pues, plena autonomía para gobernar y no ser más un apéndice de los poderes federales.

Pero al sobrevenir la segunda derrota electoral de AMLO en su carrera por la Presidencia, en 2012, la izquierda se fracturó. La rivalidad tribal al interior del PRD, partido que construyó la Corriente Democrática emanada del PRI encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, estalló en una severa crisis, motivada por la corriente Nueva Izquierda que avaló la suscripción del Pacto convocado por Peña. López Obrador inició entonces su tercer intento por llegar a la Presidencia, encabezando el Movimiento de Regeneración Nacional, el cual durante estos últimos seis años lo convirtió en el partido político más legitimado por la población.

Morena tiene la Presidencia de la República, la mayoría en el Congreso de la Unión y en la capital la Jefatura de Gobierno, 11 de las 16 alcaldías y la mayoría en el nuevo Congreso local. La oposición está diezmada y sólo quedan pedazos del partido que enarboló las banderas de la liberación de la capital para que fuera autónoma.

El escenario se anticipa riesgoso, pues el poder con el que se instaura la nueva administración de Morena puede resultar contraproducente para consolidar la tan anhelada reforma política de la capital, y, para ello, será necesario que Claudia Sheinbaum y su partido den una señal de que con el gobierno federal mantendrá una relación estrecha y de coordinación, no de sumisión.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

Los influyentes

Twitter

Facebook

Advertisement Post/page sidebar widget area

Recientes