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Secretario: La educación de calidad es un derecho humano, no un capricho magisterial.

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Por Erick G. Fierro Alcántara
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El pasado 12 de diciembre de 2018, Andrés Manuel López Obrador, acompañado del actual Secretario de Educación, Esteban Moctezuma, firmó una iniciativa de reforma constitucional para dar marcha atrás a los esfuerzos llevados a cabo durante el sexenio pasado por crear el entonces llamado “Nuevo Modelo Educativo”.

Brevemente fueron anunciados varios cambios, de entre los cuáles destaco uno que particularmente ha llamado mi atención desde aquél día. Se trata de un nuevo concepto que se introduce al texto del artículo 3o constitucional y que automáticamente elimina a otro, específicamente me refiero al término “excelencia educativa” que sustituirá al termino “calidad educativa”.

Preocupa y mucho la probable introducción al texto constitucional del concepto “excelencia”, pues desde el punto de vista jurídico y de técnica legislativa, los adornos semánticos con “palabras bonitas” como esa, pueden causar que en un futuro no muy lejano exista una inexigibilidad del derecho a la educación, mas aún cuando ésta palabra no está sujeta a indicadores, como suele ocurrir en nuestro sistema judicial. En pocas palabras, la excelencia es subjetiva y su valor, al menos llevandolo al tema jurídico, depende de quién lo percibe y no de una estandarización.

Por el contrario, el término “calidad educativa”, que dicho sea de paso, ha sido utilizado desde el año 2000, dentro del Marco de Acción de Dakar, pasando por el Foro Mundial de Educación en 2015 y hasta conformarse incluso como el Cuarto Objetivo de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU, conforma una palabra que por propia definición se encuentra sujeta a medición y evaluación.

La “educación de calidad” ha sido analizada al interior de todos estos foros que he mencionado y se ha logrado entender que conforma en su conjunto un derecho humano, y que por lo tanto como derecho humano debe estar sujeto a las características de los mismos, es decir: universalidad, indivisibilidad, interdependencia y progresividad. Respecto de este último, incluso la propia Suprema Corte de Justicia de la Nación se ha manifestado por el cumplimiento del imperativo de la “progresividad” de la educación, que supone que todo derecho humano debe evolucionar hacia una mejora constante tanto en su acceso, su ejercicio, su exigibilidad y su justiciabilidad. ¿Cómo podríamos hacerlo sin indicadores estandarizados de calidad educativa?

Desde el ya mencionado Foro de Dakar se planteaban indicadores para poder medir la calidad mediante el estado anímico estudiantil, los resultados, los procesos de aprendizaje, los contenidos y los sistemas; y desde ahí las aportaciones no han cesado. Las experiencias y dinámicas para alcanzar la calidad educativa sobran, pero en este caso la voluntad es la que falta.

El derecho a la educación de calidad, es lo que también se denomina un “derecho habilitante”, pues es una llave de entrada para acceder a otros derechos dentro de un estado democrático, como lo son el derecho al trabajo, a la igualdad, a una vida digna y a participar plenamente de la vida en comunidad, entre otros.

Con lo anterior en mente, hace algunos días, el Secretario de Educación, Esteban Moctezuma asistió a una mesa de trabajo en el Senado de la República, en la que refirió que el cambio de “calidad educativa” a “excelencia educativa” había sido propuesta por la CNTE, en palabras propias del Secretario porque “a los maestros le genera un sentimiento no positivo”, y es entonces cuando todo comienza a tener sentido. Comienza a parecer más un capricho magisterial por quedar bien que por verdaderamente interesarse por la educación, comienza a parecer más un guiño por parte del Gobierno de México hacia la CNTE, que una política pública educativa eficiente y eficaz.

Con este artículo puedo decir que por primera vez en mi vida estoy de acuerdo con Andrés Manuel López Obrador, cuando en aquél “mitin” del 5 de junio del 2018 en Xalapa, Veracruz dijo: “que se vayan con su cuento de la excelencia educativa a otro lado”, qué lástima que haya cambiado de parecer en tan poco tiempo y que no le haya podido contestar así de claro y con ese valor a la CNTE en pro de la niñez de México.

Por eso mismo, a manera de exhorto, concluiré este artículo con el mismo nombre con el que lo titulé:

Secretario, la calidad educativa es un derecho humano, no un capricho magisterial.

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