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CDMX

Semblanzas de heroínas discutibles

Jane Wyman, Grace Kelly, Eva Marie Saint y Alfred Hitchcock: tres actrices y un director de los años cincuenta, que no tuvieron que decidir entre melodrama y drama.

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Por Fulvio Vaglio

Eva Marie Saint ha sido una belleza tranquila en una época de bombas sexuales; adecuada para personajes femeninos protagónicos casi sin querer, en virtud de una fuerza interior revelada a lo largo de la película. Papeles de mujer relegadas en la cocina (sink-to-sink roles, los llamaban) hasta que algún acontecimiento las fuerza a salir. Como Edie Doyle en Nido de ratas, a la que los mafiosos del sindicato le matan el hermano.

Hasta Hitchcock, cuando en 1959 la escogió para el papel de femme fatal en Intriga internacional, quiso darle la característica de una mujer mantenida y lista, pero “simple, sutil y tranquila”.

Para entonces, Hitchcock había debido reponerse del abandono de Grace Kelly, una profesional capaz de mantener un ritmo de trabajo desenfrenado (once películas en siete años, de las cuales cinco en 1954 y dos en 1955). Hitchcock la había plasmado al lado de Jimmy Stewart (La ventana indiscreta) y Cary Grant  (Atrapar a un ladrón), ambas en 1955, pero tampoco él le quitó el estigma de no ser más que una buena co-protagonista; le tocó a Country girl de George Seaton (traducida al castellano, quién sabe por qué, como La angustia de vivir) hacerle ganar el Óscar como mejor actriz protagónica, en 1955, quitándoselo a Judy Garland; el de co-protagonista fue, ni falta hace decirlo, para Eva Marie Saint por Nido de ratas, al lado de Marlon Brando .

Unos cuantos años antes, en 1950, Hitchcock había prácticamente sellado el éxito de otra actriz especializada en papeles de mujeres victimizadas, cuando eligió a Jane Wyman para actuar en Stage Fright. Wyman acababa de recibir, dos años antes, el Óscar como mejor actriz por Johnny Belinda, película en la cual interpretó a una mujer sordomuda, violada, embarazada, expuesta al ostracismo público y casi ejecutada por matar a su violador.

Pese a que la crítica le reconoció a la película el mérito de haber llamado la atención sobre un tema hasta entonces proscrito por el código de ética de la industria cinematográfica norteamericana, Johnny Belinda no pasaba de ser un melodramón, con todo y un final feliz falso y pegado con alfileres.

Pero las calidades de la actriz habían llamado la atención de Hitchcock quien, en Pánico en escena, le puso de contrincante nada menos que Marlene Dietrich: el tema de la película es casi el mismo que Joseph L. Mankiewicz estaba tocando en ese mismo 1950 en Eva al desnudo: la lucha entre una joven aspirante actriz aparentemente apocada y una sex symbol a la que la edad no le han quitado lo manipuladora ni lo despiadada.

Pero esta historia sin tiempo, Hitchcock la cuenta en clave de thriller melodramático con algunos tintes humorísticos: Wyman (su personaje también se llama Eve, así que mejor nos quedamos con las actrices y no los con los personajes, para evitar confusiones) engaña a la villana Dietrich actuando su parte de joven insípida e insignificante; pero lo hace para un propósito bueno (salvar al hombre que ama) sin saber que es él el verdadero asesino. Wyman no tiene un lado oscuro como lo revela Ann Baxter en Eva al desnudo. Hitchcock construye su thriller sobre este planteamiento ingenua y descaradamente melodramático, dejándonos, como suele hacerlo, con la duda de si nos está hablando en serio o si nos está tomando el pelo: con las actrices justas en el papel adecuado.

Wyman, Kelly, Saint: tres actrices con perfiles de heroínas a medias, que puntuaron la trayectoria de Hitchcock en los años cincuenta: Jane Wyman se había divorciado en 1949 de su esposo, el insípido dirigente de un sindicato de actores mermado por las incipientes cacerías de brujas, de nombre Ronald Reagan, y eso había coincidido con el inicio de su década más exitosa (paradójicamente, fue en la presidencia de su ex esposo que Jane Wyman pudo actuar el papel de la matriarca villana en la serie Falcon Crest. Grace Kelly cambió la carrera insegura de “coprotagonista” por aquella no menos glamorosa, pero más estable, de princesa al lado del bigotudo monarca Ranieri III. Para el inicio de la década sucesiva, sólo Eva Marie Saint aguantaba a pie firme en los sets cinematográficos.

En 1960 otro director de renombre, Otto Preminger, la quiso como “co-protagonista” en Exodus, al lado de Paul Newman. El nombre de su personaje: Kitty Fremont; su rol: una enfermera enamorada que, un poco por amor al héroe y un poco por obedecer a su conciencia, se convierte a la causa independentista de Israel.

La película, a su vez, era adaptada de la novela de León Uris, publicada dos años antes, sobre el caso del Exodus 1947, el barco comprado por el Haganah a los norteamericanos, que navegaba con bandera hondureña y transportaba más de 4500 judíos salidos de campos de refugiados en Europa; meta del viaje: oficialmente Estambul, pero en realidad Palestina.

El trayecto del barco fue breve (zarpó de Marsella el 11 de julio y fue interceptado por la marina británica frente a las costas de Palestina el 18); la odisea de los pasajeros se prolongó por todo 1947 y los primeros meses de 1948, pasando por un regreso a Marsella en agosto y una larga estancia en campos de refugiados en Alemania, bajo la administración británica. Casi dos terceras partes lograron luego pasarse a la zona administrada por los Estados Unidos, de donde les fue más fácil otra vez salir hacia Palestina. Los demás tuvieron que esperar a que el gobierno británico reconociera el Estado de Israel, en febrero 1949.

La novela de Uris fue una bien armada operación de propaganda en el décimo aniversario de la independencia de Israel, y la película le sirvió de caja de resonancia. Inclusive, hubo quienes vieron libro y película desde una óptica progresista, como los afroamericanos que se identificaron con los judíos perseguidos y expresaron su satisfacción porque ellos, por lo menos, ya tenían una patria a la que regresar; eran los tiempos en que los activistas hablaban del tráfico de esclavos negros como una “diáspora” y veían el regreso a África como una posible alternativa a la lucha, lenta y empantanada, por los derechos civiles en Estados Unidos.

Bajo la dirección de Preminger y con las actuaciones de Paul Newman y Eva Marie Saint, la película redujo un poco (aunque no pudo hacer milagros) el tono panfletario y maniqueo de la novela, que estaba plagada de judíos nobles, idealistas y valiente y de árabes sucios, crueles, asesinos y violadores. Material para un melodrama político, que Preminger no desperdició y en el que Eva Marie Saint hizo lo que sabía hacer tan bien, al lado de Paul Newman.

Ni con esas pruebas de que podía interpretar personajes tan distintos sin perder su esencia aparentemente sumisa y vagamente pueblerina, Hollywood la aceptó completamente; la respuesta de Eva Marie fue acorde a su personaje: quietamente, sin escándalos, espació sus presentaciones cinematográficas y trabajó más y más para teatro y televisión (su primer y segundo amor), con algún regreso esporádico a la pantalla grande a partir de 1986: cuando, por edad, ya no debía competir con los símbolos sexuales de moda.

Eva Marie Saint ha cumplido 93 años, muy dignamente, el 4 de julio de 2017. Hoy le dedico el inicio y el final de esta nostalgia hollywoodense, con el melodrama goteando por todos los agujeros de las bambalinas. El análisis crítico de la novela de León Uris y de la película de Otto Preminger, comparadas con la realidad del “caso Exodus 1947” y de la guerra árabe-judía, va a requerir toda una columna y no faltarán las ocasiones a lo largo de los próximos meses, cuando se acerque el setenta aniversario del Estado de Israel.

Por el momento, felicidades, Eva Marie, aunque un poco tardías.

* Semiólogo, analista político, historiador y escritor.

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