Elena Chávez González
Reconozco públicamente haberme equivocado con respecto a Beatriz Gutiérrez Müller, la califique, durante la campaña electoral del hoy presidente Andrés Manuel López Obrador, de ser protagónica y muy parecida en su forma de actuar a Martha Sahagún. Sinceramente, me quedé corta. El protagonismo salpicado de frivolidad es una bomba, que no yucateca, para su marido que deberá lidiar con una mujer que quiere entrarle a la farándula a los cincuenta años.
Recuerdo que en aquella ocasión escribí para una revista hecha por mujeres y para mujeres, un artículo que titulé “La otra cara de Beatriz Gutiérrez”, donde narraba algunos aspectos de la personalidad de la hoy multifacética esposa de López Obrador que hizo hasta lo imposible para que todo el gobierno del entonces Distrito Federal se enterara de su noviazgo secreto con el tabasqueño.
Como directora de Difusión de la Dirección de Comunicación Social del GDF, Müller manejaba los millonarios recursos que se pagaban de publicidad a los periódicos, revistas, radio y televisión que cubrían las actividades del Jefe de Gobierno que en aquellos años era poco sociable, introvertido, difícil de entrevistar y, sobre todo, discreto. Su vida personal era más que sagrada.
La distribución del presupuesto de Comunicación Social sirvió para que Beatriz tuviera entrada directa a la oficina de López Obrador, sin pedir cita como acostumbraban los integrantes del gabinete. De los quince minutos que tardaba encerrada con el entonces Jefe de Gobierno, pasó a media hora y luego a una hora o mucho más, lo que molestaba sobremanera a los más cercanos colaboradores del tabasqueño que rumoraban que ya “había primera dama en la Ciudad de México”.
Gutiérrez Müller gozaba en ese entonces de grandes beneficios: auto del GDF con chofer, sueldo similar al que percibía la directora general de Comunicación Social, Ana Lilia Zepeda, y se decía, entre los integrantes del gabinete, que de las arcas del GDF se le pagaba la renta del departamento en el que vivía en la colonia del Valle que posteriormente compraría al hacerse público su romance con Andrés Manuel López Obrador.
Beatriz nunca fue una mujer recatada, anhelaba sentirse importante y poderosa; gustaba que la halagaran y la vieran como la “primera dama de la Ciudad”.
Cuentan fuentes muy cercanas a la pareja presidencial, que al hacerse pública la relación sentimental entre el Jefe de Gobierno y su directora de Difusión la noticia molestó tanto a los hijos del tabasqueño que Beatriz tuvo que guardarse en su departamento de la del Valle donde para no aburrirse hacía grandes pachangas, y ella era la estrella de la noche: cantaba y bailaba.
A las fiestas de la esposa del presidente de México acudían quienes fueron sus subordinados en Difusión, la hoy titular del DIF nacional Rocío García Pérez, fue una de ellas y quien, posteriormente, fuera la nana de Jesús Ernesto mientras su mamá andaba de viaje
Betty no se preocupaba por nada, desde gobierno le pagaban el mismo sueldo que tenía como directora de Difusión que no era poquito, y hasta sus viajes que hacía constantemente al extranjero. Tenía tiempo y dinero para gozar y estudiar como cualquier chica fifí, a cambio tenía que callar su romance.
En plena campaña presidencial la periodista Azucena Uresti la entrevistó sobre el papel que desempeñaría si ganaba Andrés Manuel López Obrador, su respuesta fue que no era nada protagónica, es más, hasta se definió como tímida, cuando la realidad es que apenas comienza a salir la verdadera personalidad de la esposa del presidente de México: ¡que prendan las luces!, con ustedes la nueva estrella del canal no sé si de Televisa o Azteca, Beatriz Gutiérrez….
Hay mucha historia que contar de Betty y no precisamente de la cantada.
