Por Elena Chávez González
En medio de la efervescencia y el triunfalismo, los próximos días son medulares. Ahora los ganadores están en luna de miel. No obstante, es obligado que las oposiciones en medio de su desánimo, hagan un alto en el camino, y den paso a la autocrítica responsable.
No es momento de lamentaciones para la oposición, sino de reestructurarse y las purgas e inculpaciones no ayudan a este país. Los contrapesos en el Congreso de la Unión se ven como una posibilidad complicada, toda vez que Morena y sus aliados tendrán mayorías, pero las posturas intransigentes o intransitables no contribuyen a la reconstrucción del tejido social tan lastimado por la pobreza, la desigualdad y los rencores que se incubaron durante la campaña.
¡No ocurrió antes, pero todavía hay tiempo para que quienes no tuvieron el respaldo mayoritario reconozcan los aciertos en la estrategia de sus adversarios morenistas. En México este domingo, perdió el PRI, perdió el PAN, perdió el PRD, perdió Movimiento Ciudadano y perdieron por sí mismos y hasta diría sin ayuda. El nuestro es un país desigual, con 55 millones de pobres, y no son cifras, son personas con altos grados de vulnerabilidad.
¡Es un triunfo de Andrés Manuel López Obrador, Morena y sus aliados electorales, pero sobre todo ganaron los que siempre perdían, los que apostaron a la utopía, quienes desean, sueñan, exigen justicia social, los que buscan sin encontrar a familiares desaparecidos.
¡Los derrotados deben transitar por la autocrítica y la transformación; y aunque se prevén noches de cuchillos largos y repartos de culpa, llegará el momento de curar heridas y de convertirse en oposición constructiva, no estridente hasta lo irracional, pero tampoco incondicional.
¡Queremos todos y todas que a quienes habitamos este país nos vaya lo mejor posible; que las expectativas de las personas se cumplan. Para ello, los contrapesos son urgentes, y los contrapesos sólo podrán existir con oposiciones responsables…
¡En Argentina, pasada la luna de miel y el noviciato de Fernando de la Rúa, llegó el sabotaje de los derrotados, de los que estaban acostumbrados a ganar; pero también el desencanto de su base social, y con el desencanto la movilización que terminó por tirar al presidente en 2001 en un país en el que se leía en sus muros: ¡Basta de utopías, queremos realidades!
¡Apostemos que experiencias de esa naturaleza no se reediten en México, porque entonces, perdemos todas y todos.
