Elena Chávez
Todo sucedió en la casona de la calle San Luis Potosí, en la tenebrosa y conocida colonia Roma. El escolta entrenado en Israel que cuidaba la seguridad de Andrés Manuel López Obrador durante sus interminables giras como candidato presidencial, recibió la orden de presentarse sin demora ante un furibundo Alejandro Esquer que, cámara en mano, grabó el interrogatorio al que sometió al guardia.
Los rumores de un noviazgo entre el elemento de seguridad y una subordinada de Esquer llegaron hasta los oídos de éste; todos sabían, menos él, que la pareja sostenía desde hacía meses un romance dentro y fuera de la casa donde virtualmente despachaba en ese entonces el hoy Presidente electo.
El escolta dependía directamente del jefe de giras, Nicolás Mollinedo, el controvertido “Nico” que puso en entredicho la “honestidad valiente” con su inexplicable enriquecimiento de la noche a la mañana.
“Nico” llamó al joven policía a su oficina para decirle que el secretario particular de López Obrador quería verlo de inmediato. Los murmullos a su paso mientras avanzaba al improvisado despacho de Esquer lo alertaron: intuyó que no le esperaba un buen recibimiento después de una ardua jornada laboral cuidando al candidato presidencial del Partido de la Revolución Democrática.
De pie, detrás de su escritorio, el particular de AMLO tenía un gesto amenazador, mirada dura e indescifrable mientras observaba al escolta que le saludaba con respeto y con la duda de no saber por qué tanta prisa en presentarse ante el temible Alejandro Esquer.
Con un “sígueme”, el particular de López Obrador, que lo es desde que éste fuera presidente nacional del PRD, caminó hacia la oficina principal de la casa de San Luis Potosí, la cual cerró de un golpe después de comprobar que el ayudante de Mollinedo estaba con él.
En medio del despacho del candidato presidencial perredista, sólo un busto de Benito Juárez fue testigo del interrogatorio que hizo Esquer. El primer señalamiento fue directo: -“Andas con mi empleada…”- le espetó a la cara mientras lo grababa con una pequeña cámara que sostenía entre las manos.
La sorpresa de aquel señalamiento hizo enmudecer al escolta: ¿qué tenía que ver con el particular del “jefe el romance”? De nuevo escuchó: -“Andas con mi empleada…”- a lo que en respuesta al inquisitivo formulario sólo atinó a mover la cabeza afirmativamente.
-“¿Desde cuándo salen juntos..?”- inquirió el particular al guarda de AMLO sin dejar de grabarlo. Fueron muchos los minutos que Alejandro Esquer mantuvo encerrado al ayudante de “Nico” en la oficina del candidato presidencial del PRD; afuera, la gente de limpieza y secretarias hacían conjeturas sobre el futuro laboral del que había osado tener un romance con la empleada favorita del temido y soberbio Esquer.
Las apuestas entre unos y otras se echaron al aire: lo más seguro es que el joven escolta entrenado en Israel para cuidar a López Obrador regresaría a su base como policía capitalino; no podía competir en amores con uno de los hombres más cercanos al hoy Presidente electo.
El silencio en la casa de San Luis Potosí volvió a reinar cuando se escuchó el picaporte de la oficina donde Esquer estaba grabando a su rival. El escolta salió, pasó de frente sin ver a nadie, callado, pálido como la cera, para dirigirse al sitio donde permanecía el séquito de guaruras que acompañaban a AMLO.
Alejandro Esquer fue directo a su pequeño espacio que compartía con la secretaria de su jefe, apretando entre sus manos la grabadora con la confesión de un hombre que había cometido el error de fijarse en la que, se comentaba a hurtadillas en los corrillos, era pareja del terrible “verdugo” que en unos días más despachará como particular del primer mandatario en Palacio Nacional.
