Elena Chávez González
Nomás no queda bien el coordinador de la bancada de Morena en el Senado de la República, Ricardo Monreal, con el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien esperaba calmar los ánimos de los rijosos maestros de la CNTE con la aprobación de la reforma educativa de su 4T y por culpa de un senador morenista tuvo que aguantar los desmanes de los profesores en el congreso de Chilpancingo, así como las protestas de a quienes llamó educadores “fifí”.
Con estos resultados Monreal deberá meterse en la cabeza que nunca lograra ser el “hombre” de López Obrador para sucederlo en el cargo si es que verdaderamente lo deja en el 2024 y no sale con que el pueblo sabio no quiere que deje el trono.
El colmillo político del que tanto se ufana en presumir el coordinador de morenista le está fallando: su compañero de partido y además oriundo de Oaxaca, Salomón Jara, se ausentó en plena votación de la reforma educativa propuesta por el presidente López Obrador a través del secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, creador del programa “se vale copiar”.
Un voto bastó para que Ricardo Monreal quedará mal con el primer mandatario, el voto de un morenista que, según cuentan al interior del propio Senado, tiene vínculos muy fuertes con líderes de la CNTE en su estado que no quieren la reforma obradorista.
Las casualidades en la política no existen, así que ese cuento de Jara de que dejó la sesión porque su hija sufrió un accidente nadie se lo cree, mucho menos el señor que despacha en Palacio Nacional que, conociéndolo, debe estar más allá de la palabra enojado.
Monreal es un político hábil, sin embargo, desde hace tiempo, para ser exactos desde que quiso ser candidato a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, no ha tenido muy contento al presidente de la República, primeramente, porque quiso revelarse ante la decisión de imponer a Claudia Sheinbaum como abanderada de Morena y luego por amenazar con irse de candidato de la oposición.
Si Ricardo Monreal conoce verdaderamente como asegura a López Obrador sabrá que el presidente que gobierna a 130 millones de mexicanos ni perdona ni olvida.
El exgobernador zacatecano debe aprender de las amargas experiencias que ha tenido al lado del jefe del ejecutivo federal, sobre todo de la que casi lo sacó del Movimiento de Regeneración Nacional cuando pecó de ingenuo al creer que sería el elegido para gobernar esta incansable Ciudad de México.
Muchos son los frentes que ha abierto Monreal para quedarse en el camino de la sucesión presidencial: sus declaraciones que van en contra de lo que dice el presidente López Obrador al expedir sus decretos; el pleito constante y sonante con la fanática de Yeidkol Polenvsky; su rivalidad con Mario Delgado y otra vez la presencia amenazante de Claudia Sheinbaum.
Sin ser adivina puedo asegurar que la Jefa de Gobierno es y será la consentida del presidente tabasqueño para ocupar la silla presidencial, reitero, si es que cumple con su cartita firmada de que no se reelegirá; con Sheinbaum no solo tendrá continuidad sus programas clientelares, seguirá mandado detrás del trono.
Tampoco veo la posibilidad de que el presidente lo considere para ser, ahora sí, el candidato de Morena al gobierno de la Ciudad de México, ese puesto tan anhelado por muchos podría ser para el coordinador de los diputados federales morenistas Mario Delgado, el aplaudidor número uno del tabasqueño que se ha convertido en el cómplice de todas las ilegalidades en que ha caído López Obrador.
Por lo pronto Ricardo Monreal tiene dos tareas en materia de la reforma educativa: pegar en su escaño a Salomón Jara ahora que los diputados vuelvan a regresarle la iniciativa y convencer a la oposición de apoyar la propuesta del presidente López Obrador para que los maestros mantengan todos los privilegios que dice odiar.
Monreal se ha convertido en el incómodo de la 4T …
