Por Elena Chávez González
La designación de Marcelo Ebrard Casaubón como secretario de Relaciones Exteriores en la administración de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de la República le da, prácticamente, la oportunidad de vivir como lo hizo durante los últimos tres años de autoexilio en París y Estados Unidos: cenando caviar en restaurantes de elite y brindando con champagne a la luz de las velas.
Su gran reto es domar a Donald Trump para que no eche a perder, con sus bravuconerías, la naciente administración lopezobradorista que, ya se dijo, no será en materia exterior tan tibia como la del gobierno saliente de Enrique Peña Nieto.
El nombramiento de Ebrard como próximo titular de la SRE tiene dos lecturas que no deben pasar inadvertidas: la recompensa que recibe a su renuncia a la candidatura presidencial por el PRD en 2012 a favor del tabasqueño y, más recientemente, el éxito en la operación electoral en el norte del país donde, el pasado primero de julio, se vistió con los colores de Morena.
Ebrard sustituye a Héctor Vasconcelos, quién durante la campaña de López Obrador por la primera magistratura del país fue nombrado como el próximo canciller de México. Incluso, la noche en la que el INE confirmó el triunfo del tabasqueño, éste lo ratificó como responsable de la política exterior y de llevar a buen término las negociaciones del TLC de América del Norte y, sobre todo, la relación con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Para el equipo cercano del próximo Presidente, el nombramiento de Marcelo no fue una sorpresa, ya que el lunes, unas horas después de que José Antonio Meade, Ricardo Anaya, Jaime Rodríguez “El Bronco” y hasta Peña Nieto reconocieran el triunfo de AMLO, la cantante Belinda, del grupo selecto de Ebrard y al parecer su próxima vocera, anunció en sus redes sociales quién sería el próximo secretario de Relaciones Exteriores.
Se sabía que Vasconcelos se quedaría como senador y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores a petición del próximo jefe del Ejecutivo Federal, quien en conferencia de prensa hizo la solicitud a sus legisladores, no la orden, para que voten la presidencia senatorial a favor de su compañero de partido.
Marcelo Ebrard no es inexperto en el tema, tiene una licenciatura en Relaciones Exteriores y fue subsecretario del ramo en la década de los 90 bajo las órdenes de Manuel Camacho Solís y de Carlos Salinas de Gortari. Incluso, tiene mejor perfil para ocupar esta posición que el propio Vasconcelos. Sin embargo, su premio se debe, en parte, al trabajo que coordinó, junto con el empresario Alfonso Romo en los estados del norte para que Andrés Manuel López Obrador ganara territorios históricamente en manos del PRI y PAN.
Si bien el ex jefe de gobierno tendrá una vida en rosa viajando con permiso de su jefe máximo, también lo es que tendrá en sus manos la complicada tarea de hacer funcionar la relación bilateral México-EU, sin las constantes amenazas de Trump de construir un muro para evitar la migración de mexicanos en busca de mejores oportunidades de vida y de cancelar el Tratado de Libre Comercio entre ambos países y Canadá.
Deberá velar por los derechos humanos de nuestros connacionales y de los jóvenes “dreamers” para que el temperamental Trump no destruya sus sueños.
Ebrard tiene, sobre todo, la faena de mediar para que la relación humana, política y económica entre Andrés Manuel López Obrador y el mandatario estadounidense no termine en una crisis ante el explosivo carácter de los dos. ¿Podrá Ebrard con esta tarea?
