Elena Chávez González
Alguien cercano a Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, trata de sorprenderla al señalar espacios maquiavélicos que tiran a deducir que en la administración de Miguel Ángel Mancera se construyó todo un andamiaje al estilo de la KGB rusa, con la finalidad de espiar a sus adversarios políticos, que no enemigos, como dicen los morenistas.
El hallazgo de un centro de operaciones secretas llamado “la cueva”, que recientemente denunció la procuradora local Ernestina Godoy, no debiera sorprender, es más, es un tema que podría convertirse en un “balazo en el pie” para la administración de Sheinbaum si la funcionaria no investiga a fondo desde cuándo y quién ordenó la instalación de ese supuesto pequeño Cisen.
Resulta muy extraño que minutos después de haber asumido la jefatura de gobierno, la mandataria capitalina haya llegado de inmediato a verificar si las ventanas de su despacho eran blindadas; algún o alguna integrante del gabinete de Mancera tuvo que decírselo. Rosa Icela Rodríguez, ¡no creo!
La actual secretaria de Gobierno, ex titular de Desarrollo Social y de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, tampoco pudo estar enterada de que su ex jefe Miguel Ángel Mancera tenía en pleno zócalo capitalino un centro de espionaje.
El asunto es que alguien con “muy buenas intenciones” trata de subestimar la inteligencia, que reconozco, distingue a la Jefa de Gobierno vendiéndole la idea de que su antecesor vigilaba políticamente no sólo a los delegados morenistas, sino también a los perredistas, priistas y a todo lo que se moviera en esta tranquila Ciudad de México.
De ninguna manera se debe pensar ni remotamente que el hoy secretario de Relaciones Exteriores del gobierno lopezobradorista, Marcelo Ebrard Casaubón, sea el autor intelectual de semejante osadía. ¡Nunca! Ebrard no sabe de mañas, mucho menos tiene la malicia que por décadas tuvieron los viejos priistas denominados regentes, como el fallecido Manuel Camacho Solís, su mentor.
De ninguna manera estoy defendiendo a Miguel Ángel Mancera, pues finalmente fue alumno de quien hoy habla, comparte y departe nada más y nada menos que con la descendencia de Donal Trump: su hija Ivanka, tan ovacionada por los legisladores morenistas durante la asunción de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México.
De lo que se trata es de hilar la trama sobre la o el culpable de meterle dudas y resentimientos a la Jefa de Gobierno; queda descartada Rosa Icela Rodríguez, que va por su cuarto sexenio en el gobierno de esta ciudad, la de la 4a Transformación, la que no conoce las entrañas de lo que en ese histórico inmueble se ha tejido a lo largo de más de 20 años de administraciones perredistas…
¿Habrá sido alguna o alguno de los académicos nombrados por Sheinbaum?
Un centro de espionaje sería una aberración en una ciudad donde no existen manifestaciones, donde no hay organizaciones con líderes de ambulantes, vivienda, transporte que, si no les cumplen con ciertas prebendas, podrían desestabilizar por medio de bloqueos y otras acciones desquiciantes. No, eso no lo creo.
La Secretaria de Gobierno no necesita de nada de inteligencia, me refiero a la policiaca, porque independientemente de ser deshonesto y grotesco el espionaje, en aras de la austeridad republicana del creador de la frase celebre “me canso ganso”, sería la policía encubierta del viejo Cisen la que le avisaría de cualquier sospecha de ingobernabilidad o de crear inestabilidad administrativa.
No, no se puede pensar que sucedan o que llegarán a suceder cuestiones tan raras en una ciudad tan diáfana y tranquila como la Ciudad de México, donde no hay problemas de tráfico, de bloqueos; de un tenebroso desorden en el transporte público, con el que los microbuseros principalmente sacan la mejor parte para convertirse en una mafia intocable como reyes de las calles que hacen paradas donde se les da la gana…
De construcciones monstruosas que ponen los pelos de punta a los capitalinos con tan sólo imaginar los problemas de consumo de agua que esas grandes moles inmobiliarias y otras pequeñeces traen consigo y que, desde luego, son tan mínimas que sus inquilinos tienen alberca.
No, es difícil de creer. ¿Para qué una oficina de espionaje?
