Por Carolina del Ángel Cruz
El pasado 25 de mayo fue dado a conocer, en diferentes medios de comunicación, que en un portal de ventas por internet se “ofertaba”, por 100 pesos, un álbum con fotografías y un video de “las aspirantes más bonitas y buenas” del actual proceso electoral. Y aunque se ha suspendido la “oferta”, el hecho resulta verdaderamente insultante.
En el mismo reportaje se daba cuenta de que alguna candidata ofrecía enviar por Whatsapp “su pack” si le enviaban un mensaje. Cuando ello ocurría, desde el número promocionado se enviaba un álbum con las propuestas de campaña de la candidata, pero el mensaje para atraer al ciudadano resultaba a todas luces misógino y cosificaba a las mujeres. Al poco tiempo, la “estrategia” fue cancelada.
Otra candidata se promueve como “La Buena”, y si bien ha manifestado en entrevistas no ser un objeto sexual y que tiene el derecho a vestirse como a ella le guste, la base de su campaña es más una alusión directa al cuerpo de las mujeres que un trabajo de convencimiento con propuestas.
No tengo noticias de casos semejantes con candidatos del sexo masculino.
Estas noticias de campaña no pueden pasar inadvertidas, requieren una urgente reflexión desde la perspectiva de género, pues estamos frente a actos que atentan contra el buen ejercicio de los derechos político-electorales de las mujeres. En efecto: en estos casos se reduce el papel de las candidatas a objetos sexuales. Identificar y visibilizar la violencia política de género son los primeros pasos para detenerla.
En el primer caso, al parecer, se trata de una persona ajena a las campañas de las propias candidatas, y en las siguientes notamos que son situaciones generadas por las candidatas y por sus equipos de campaña. Es cierto que se deben generar estrategias para llamar la atención del electorado, y que debe defenderse el derecho de las mujeres a vestirse y actuar como sea su gusto, pero esto no resulta positivo desde el ámbito político si se usan los estereotipos de género que han alimentado la violencia en contra de las mujeres. En pocas palabras, no ayudan y entorpecen el camino avanzado.
Es verdad que si alguna persona, mujer u hombre, determina de manera libre que quiere ser vista como un objeto sexual puede hacerlo en claro ejercicio de su derecho a la libertad, pero en las campañas electorales lo que se busca es que las candidatas y candidatos expongan sus plataformas y propuestas de campaña para dar solución a los problemas que tenemos como sociedad, y de esa forma otorgar a la ciudadanía herramientas para la emisión de un voto informado. En ese tenor, no deben seguirse arraigando en nuestra cultura política los estereotipos de género.
La posibilidad de que mujeres y hombres participemos de forma igualitaria en la vida pública de nuestro país y de nuestra ciudad, ha sido un largo y complejo camino, y en ello nos toca eliminar la violencia de género también de las campañas electorales. Debemos fomentar la igualdad de género en todos los espacios, incluida por supuesto la llamada arena electoral.
Cuando se discrimina el papel de la mujer en la vida pública se ejerce violencia de género para reducirla a un objeto sexual, se dificulta su aportación al desarrollo del país y de la misma humanidad. No debemos abonar a ello.
Es importante llamar a la ciudadanía a participar de manera informada y a las candidatas y candidatos a proporcionar información respecto de las propuestas contenidas en sus plataformas políticas.
Si bien se ha avanzado en temas de género, por ejemplo, en lograr la paridad en las candidaturas y próximamente, en el caso de la Ciudad de México, en la integración del Congreso local, nos falta trascender en la cultura política y social.
*Consejera Electoral.
