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Investigación

Voto diferenciado

Políticos y académicos afirman que la Ciudad de México es la entidad que muestra una mayor madurez política en el contexto nacional, y gracias a ello, dicen, es más difícil comprar el voto o engañar a la gente.

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Por Alejandra Martínez

Dice el refrán que quien no conoce su historia está condenado a repetirla, y en el caso de la Ciudad de México al parecer la frase cae como anillo al dedo, pues los partidos hegemónicos repiten acciones y actitudes vividas tiempo atrás. En 1997 el PRI perdió el control de la ciudad, y hoy, en 2018, el PRD se encuentra en la peor crisis de su historia, a unos días, según las encuestas, de perder el gobierno que mantuvo durante ya más de dos décadas.

En los años previos a la elección del primer Jefe de Gobierno, la ciudad sufrió un deterioro y abandono generalizados: transporte público deficiente, ambulantaje desbordado, crisis económica, inseguridad, asesinatos, trato discriminatorio a grupos sociales, asaltos de todo tipo, robos a bancos, un cuerpo policíaco desprestigiado, proyectos urbanos que la gente no quería…, en fin, una ciudad desquiciada por las marchas, la crisis y la contaminación ambiental. La inconformidad hacia el gobierno priista se respiraba por todas partes, a lo cual se sumaban las acusaciones de corrupción contra el regente capitalino, quien fue procesado por desvío de recursos.

La entonces Asamblea de Representantes era conocida como “La Borracha”, debido a que todos los días estaba tomada por un partido o por otro, por algún motivo o por otro. Se demandaba vivienda, servicios para las colonias de las zonas menos atendidas, como Iztapalapa, mejora en la seguridad, alto a las razzias y a la violación de derechos humanos. Lo que predominaba era la ingobernabilidad.

Fueron meses de un gobierno y funcionarios que parecían esmerarse traicionar a la población. “La gente nos decía que de todas maneras votaría por nosotros -me dijo hace unas semanas una mujer, que entonces era movilizadora del Revolucionario Institucional-… Pero no fue así”.

En la elección de 1997 los capitalinos votaron por primera vez para elegir al Jefe de Gobierno de la Ciudad. La participación fue muy alta: 67%, y el PRD ganó 38 de 40 distritos que integran electoralmente la ciudad. Murió la hegemonía priista, que parecía imbatible, y el entonces Distrito Federal pasó a convertirse en la zona de mayor votación en todo el país.

Vinieron los años dorados del PRD. La gente vio y sintió el cambio del gobierno; se acabó la corrupción, pues llegaron hombres y mujeres con deseos de cambiar las cosas. Las calles dejaron de inundarse, la inseguridad decayó, se implementaron muchos programas sociales y el medio ambiente mejoró.

Durante esos años el control del gobierno y la ALDF lo tuvo casi de forma hegemónica el PRD y sus corrientes. Pero con los años las quejas comenzaron, promovidas inicialmente por grupos que sólo se interesaban en tener un cargo, todo el poder y el dinero al que ello da acceso. Estos candidatos dejaron de hacer campaña, y con posterioridad dieron origen a los escándalos de corrupción.

La mala imagen del partido comenzó a crecer y la gente a mostrar rechazo. Pero la mayoría de los grupos en el poder permaneció sorda, lo cual dio pie a una respuesta electoral que desde entonces ha caracterizado también a la Ciudad: el voto diferenciado. De esta manera, aunque el Jefe de Gobierno ha sido perredista, en varios trienios la ALDF ha tenido una mayoría opositora. Sucedió así durante los primeros tres años del gobierno de AMLO y le pasó también a Marcelo Ebrard. Además, los jefes delegacionales también han sido de otros partidos, como hoy que tenemos delegados del PRD, de Morena, del PRI y del PAN.

Políticos y académicos afirman que la Ciudad de México es la entidad que muestra una mayor madurez política en el contexto nacional, y gracias a ello, dicen, es más difícil comprar el voto o engañar a la gente. Lo cierto es que en esta ciudad es más fácil generar un voto diferenciado, que aun cuando disguste a gobernantes y partidos permite contrapesos y frenar los excesos a los que tienden los gobiernos cuando logran el triunfo con “carro completo”.

Hoy la elección parece favorecer a una candidata, pero falta ver cómo se constituirán el primer Congreso Local y las alcaldías. El esquema puede evitar que se castigue o se premie a los ciudadanos que opten por no dar todos sus votos a un solo partido. Sin duda, esto meterá en una dinámica de negociación a quien gane la jefatura de gobierno.

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