Peor no podía comenzar el año para Miguel Ángel Mancera, quien se enfrenta con la noticia de que su exjefe, Marcelo Ebrard, está de vuelta en la CDMX y que trabajará muy de cerca en la campaña de Andrés Manuel López Obrador.
Desde finales de 2017, Ebrard se hizo presente en la capital, pero no quiso acaparar reflectores mientras Morena entraba a su etapa final de definir candidatos a alcaldes y diputados locales.
Aunque físicamente no se le vio mucho, su mano se notó en la definición de algunas alcaldías, como la de Azcapotzalco, que luego de muchos dimes y diretes quedó en manos de Vidal Llerenas, uno de los suyos.
También se notó en la incorporación de Mario Delgado —su secretario de Finanzas en el exgobierno del Distrito Federal— a la campaña de la exdelegada en Tlalpan y hoy aspirante a la jefatura de Gobierno, Claudia Sheinbaum.
Marcelo estuvo en la presentación del gabinetazo de El Peje —le ofrecieron la Cancillería—, pero no quiso apersonarse para no robarse la nota y se quedó en uno de los privados del hotel.
La función principal de Marcelo será el enlace con los grupos de paisanos que viven en Estados Unidos y que quieren votar desde ese país. Durante su exilio, el exjefe de Gobierno armó varias redes y se calcula que hay cerca de 100 mil posibles votantes.
La operación política en la capital la hará con lo que queda de su equipo, excepto el yucateco René Cervera, con quien quedó peleado a muerte y se la tiene jurada por haberlo traicionado.
Ebrard es un experto operador electoral y lo ha demostrado, sobre todo en 1991, cuando desde el entonces DDF recuperó la capital para el PRI, barriendo de tal forma al PRD que incluso, por el tamaño de la paliza, al tricolor no le tocó pluri y él era el número uno.
Luego, en 2012, cuando operó la elección desde el gobierno capitalino, de la nada hizo crecer a Mancera, al grado de llevarlo a ser el candidato más votado en la historia de la ciudad… aunque después todo el mundo vio el gobierno que desempeñó.
Evidentemente, es un gran operador político, es obvio que no podrá meterse como él quisiera a la ciudad, porque en los sótanos de Morena no lo quieren. Personajes como Martí Batres —a quien corrió de Desarrollo Social por corrupto— no lo dejarían pasar.
También está el hijo de ya saben quién, que no está dispuesto a permitir que nadie ajeno a él maneje la estructura que en la CDMX le armó su padre, lo cual puede ser un error ante lo cerrada que se avizora la contienda.
El regreso de Ebrard añade interés a la contienda, porque en 2015 tuvo que salir huyendo del país ante la amenaza de Mancera de meterlo a la cárcel, por las anomalías de la Línea 12 del Metro, y a su hermano Camilo, por las transas que hizo con el propio Marcelo.
Como quiera, no pudo empezar peor el año para el jefe de Gobierno, pues su peor pesadilla ya llegó: ¡Ay, nanita!
CENTAVITOS… Luego de ver cómo Morena otorgó, sin pudor, candidaturas para alcaldes a lo más corrupto del PRD, como Francisco Chíguil en GAM y Armando Quintero en Iztacalco, no se puede creer en eso de que el partido acabará de golpe con la corrupción tan sólo con sentarse en la silla. En todo caso, Morena es un partido que prepara nuevos trucos con changos viejos… Por cierto, en este tema, Sheinbaum no canta mal las rancheras, pues cuando llegó a Tlalpan acusó de corruptos a Carlos Hernández Mirón y a Maricela Contreras; ahora hasta los sube al presídium en sus giras. ¿Qué ya son honestos por haber cambiado de partido?
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