Por Alejandra Martínez
Las redes sociales no dan votos”, afirman por igual políticos y consultores, y eso es muy cierto, aunque también es cierto que por medio de las redes se puede influir mucho en la percepción y las preferencias del electorado, lo cual es razón más que suficiente para que un partido o candidato decidan incluir una estrategia de redes en el conjunto de elementos que formarán parte de su campaña.
Por las propias características del medio, las redes funcionan muy bien como canal para la sátira, que desde su origen en la antigua Grecia ha servido para afectar la imagen de los personajes públicos. Por medio de la sátira se engrandecen las imperfecciones de aquel o aquella a quien se critica. Se sobredimensionan sus errores, vicios, locuras, abusos o cualquier otro aspecto que a ojos de la comunidad pueda ser considerado como reprobable.
Así se hizo en la Roma imperial, en la España del Siglo de Oro y en el México pre y post revolucionario. Los lenguajes han evolucionado, los recursos tecnológicos se han hecho más potentes y ahora el principal foro para la sátira es la pantalla del dispositivo móvil, conectada a una comunidad ávida de emociones y sorpresas.
Hoy, cualquier persona con un teléfono inteligente puede tomar fotos y hacer transmisiones de prácticamente cualquier cosa: una persona, un evento, un encuentro casual. Si el producto resulta curioso, cómico o por cualquier otra razón genera el interés de los cibernautas, los clics se multiplican y en cuestión de minutos el mensaje “marca tendencia”, como también pueden marcarla los “youtubers” que se hacen famosos por usar una frase chusca dicha por alguien, una escena curiosa, una forma de hablar novedosa. La característica común es utilizar el sarcasmo, que varía según la edad de los usuarios.
Cualquiera puede tener una ocurrencia y con un poco de habilidad técnica puede hacer ver muy mal a cualquier candidato, sin que para nada importe su partido, propuesta, orientación, trayectoria o cargo por el que esté compitiendo. Ejemplos de esta moderna sátira hemos tenido a montones, especialmente en las horas y los días que siguen a un debate presidencial o para la jefatura de gobierno de la Ciudad, y más aún cuando el presidente comete uno más de los característicos errores que lo han hecho tan famoso.
En México, casi el 54 por ciento de la población tiene acceso a internet, y de estos usuarios el 76 por ciento lo utiliza principalmente para conectarse a una red social. Los “memes”, las viñetas, las fotografías, videos y animaciones, son cosa de todos los días; pero hay otro producto, las “fake news”, que resultan particularmente demoledoras.
Contra todo lo que se cree, las “noticias falsas” no son un recurso nuevo en la lucha política. Se usaron en la antigüedad y en la Edad Media, fue parte importante de las intrigas vaticanas y de la lucha de posiciones entre los diversos partidos de la Francia revolucionaria.
Claire Wardle, investigadora especialista en el estudio de contenidos generados en red, califica a estas falsas noticias como una forma de la parodia o la sátira caracterizada por un alto grado de engaño deliberado, que obedece a una intención clara de inducir al error.
Como todo en este mundo globalizado y efímero, las redes sociales ofrecen información que tiene fecha de caducidad corta, y esto provoca que a la mayoría de la gente se le olvide lo sustancial, que es lo político, y en su lugar coloque lo chusco, gracioso, cómico u ocurrente. ¿En dónde quedan la reflexión, el análisis, la comparación, la toma racional de posiciones? En algún lugar, tal vez, pero eso sí, seguro, ¡fuera de la red!
