Nashieli Ramírez Hernández
Toda relación adulto-niño constituye un desafío pedagógico, una posibilidad de encuentro que exige permanente vigilancia; los riesgos de manipulación y de chantaje son reales, pero también es real que hoy asistimos a un importante y expectante proceso de democratización de relaciones entre adultos y jóvenes y entre adultos y niños
Alejandro Cussiánovich Villarán
La mirada adultocéntrica con respecto a los niños, niñas y adolescentes ha generado representaciones en las que se considera que no valen por lo que son, sino por lo que serán en el futuro al convertirse en personas adultas; también se les considera propiedad de la familia y se niega su participación en el ámbito social y público.
Esto ha resultado en que las opiniones, vivencias y propuestas de niñas, niños y adolescentes queden invisivilizadas, alejándoles de su derecho a participar en los distintos ámbitos públicos y privados. Para respetar, proteger, promover y garantizar los derechos de las niñas, niños y adolescentes, se debe partir de escucharles y conocerles, de lo contrario, cualquier esfuerzo de política dirigida a ellos y ellas, será inoportuna.
La Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada en noviembre de 1989 y ratificada por 192 países, entre ellos México, ha sido un instrumento internacional de relevancia para avanzar en el reconocimiento y garantía de los derechos de niñas, niños y adolescentes.
La Constitución Política de la Ciudad de México, que entró en vigor el 17 de septiembre de 2018, reconoce a las niñas, niños y adolescentes como titulares de derechos, atendiendo los principios del interés superior, autonomía progresiva y desarrollo integral. Este es un avance importante, sin embargo, tenemos muchos pendientes aún, entre ellos, el reconocimiento de las diversas infancias.
Las infancias en plural, tan diversas y distintas unas de otras en contextos sociales culturales y económicos, momentos históricos, pero también en necesidades, intereses, expresiones, historias de vida, deseos, miedos y alegrías. Esas infancias en toda su diversidad, nos toca conocerlas, mirarlas, escucharlas, comprenderlas y propiciar las condiciones para que se expresen y participen en igualdad y con libertad.
Para lograrlo, tenemos que dejar de lado nuestra adultez impositiva y no pretender “dar voz” sino abrir espacios para la voz que ellos y ellas ya tienen. ¿Y qué pasa con aquellos niños, niñas y adolescentes que parecen no tener voz, quienes además de la infancia, atraviesan condiciones que vulneran y discriminan, que violentan? Ese es nuestro reto.
Los procesos de participación deben de contener un adecuado enfoque pedagógico, en el que las personas adultas deben evitar ser parte, utilizar e invadir los procesos. Existe una gran necesidad de buscar y construir nuevas formas, junto con Niñas, Niños y Adolescentes, para que ejerzan efectivamente su Derecho a la Participación.
Desde la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), se impulsan agendas transversales, para visibilizar la intersección entre las diversidades humanas y las desigualdades y discriminaciones múltiples que viven.
Las experiencias, intercambios y encuentros para construir alternativas inclusivas desde otros países de Latinoamérica son enriquecedoras para avanzar hacia la garantía de derechos de niñas, niños y adolescentes en nuestro país y ciudad.
Es por ello que la CDHDF convocó a Marta Martínez Muñoz, Presidenta de la Asociación Enclave de Evaluación y Enfoque de Derechos, para dictar la conferencia “El Derecho a Participar de Niñas y Niños en la Toma de Decisiones”. En dicha conferencia se llamó a discutir y diferenciar los conceptos de ciudadanía jurídica y el de ciudadanía social, antes de observar sólo la parte legal y discutir la edad legal o no legal y del voto, por ejemplo.
Las agendas de infancia deben contemplar las distintas diversidades, así como las necesidades, intereses y opiniones de los niños, niñas y adolescentes para la implementación de políticas públicas inclusivas y basadas en la consulta.
