Pablo Trejo
Durante los últimos años se he convertido en una costumbre el que nuestros gobernantes presenten un balance a manera de informe de sus primeros cien días de gobierno. Dado que no existe ordenamiento legal alguno que obligue a esa evaluación a poco más de tres meses de tomar el cargo, nos hicimos a la tarea de investigar los antecedentes de esta praxis mitad política, mitad mediática.
Está claro que el inicio de cualquier periodo de gobierno, representa la inminencia de cambios en la manera de hacer las cosas. En el caso de nuestro país, el inicio de cada sexenio presidencial, coincide además con el cierre del año calendario, por lo que cada una de las acciones del primer mes de gobierno, se lleva a cabo en una especie de estado de gracia, ya que los mexicanos en diciembre, somos radicalmente diferentes a los mexicanos en cualquier otro mes. Probablemente la explicación la encontremos en las vacaciones, los aguinaldos, las posadas, los abrazos, los regalos, o en la suma de todo ello.
Luego entonces, los primeros cien días del sexenio, son una especie de luna de miel, o un periodo de gracia, al que casi nadie se atreve a cuestionar, ya que sería injusto el exigir resultados inmediatos, y sería insensato pensar que en tan poco tiempo se puedan registrar cambios espectaculares.
Cuando iniciamos la búsqueda acerca del origen de esta práctica, nos encontramos con que la de la versión más popular acera de quien inauguró esta costumbre, se le atribuye al presidente norteamericano, Franklin D. Roosevelt, quién fue ungido un 4 de marzo de 1933. En ese entonces, nuestros vecinos del norte se encontraban sufriendo las consecuencias de la crisis económica derivada del crack de la bolsa de valores en el año de 1929. La situación de la economía presagiaba peores tiempos, y nadie parecía tener la respuesta para salir de la crisis.
Durante su toma de protesta, Roosevelt anunció que durante los primeros cien días de su mandato, tomaría las decisiones que fueran necesarias para darle la vuelta a la inercia para revitalizar la economía, y sentar las bases de una sólida recuperación. De hecho, al día siguiente, mientras las celebraciones continuaban en muchas partes, el presidente estaba enviando al Congreso, leyes de gran trascendencia, que a la postre, lograron su cometido y reencauzar la economía, no solo la norteamericana, si no la mundial.
El éxito logrado por Roosevelt y su reconocimiento como uno de los grandes estadistas de todos los tiempos, motivo a seguir su modelo, es decir, a que cada gobernante demostrara en sus primeros cien días de gobierno, cual será su sello personal de gobernar, cuáles serán sus prioridades y, sobre todo, que tipo de país se está construyendo.
Nuestro presidente de la República, tiene la habilidad de manejar el timing político de una manera excepcional. Si revisamos analíticamente los primeros cien días, podemos dar cuenta de que existen varios rubros en los que no se han cumplido las expectativas de diferentes sectores de la población, lo que ha generado mini crisis como el tema de la cancelación del aeropuerto, el desabasto de combustible por una mala estrategia de distribución en los momentos cruciales en el combate al huachicol, las diferencias con las grandes calificadoras internacionales y las desavenencias con la sociedad civil organizada, son ejemplo de dificultades propias del estilo personal de gobernar de nuestro presidente, pero como lo que más importa es lo que piense la mayoría, por que el pueblo es sabio, se puede resumir en el acto de sus primeros cien días, en su capacidad de convocatoria, y en las palabras de Carlos Slim, “creceremos al 4% anual”.
Si de verdad lo más importante es la percepción, no queda mas que agregar, que los primeros cien días de gobierno, pueden calificarse como esperanzadores y exitoso. ¿Será?
