Jorge del Villar
En el cine, como en cualquier arte; el mejor es el que aporta algo nuevo. En una clase de narrativa, contaba mi maestro Emmanuel Carballo, que un día llegó a tocar su puerta su vecino de edificio y amigo, Juan Rulfo, para que le revisara una novela.
La novela, para Carballo era excelente, sin embargo le recomendó a Rulfo tirarla a la basura pues esa novela ya la había escrito otro escritor mexicano, cuyo nombre… no puedo acordarme: prometo comer más Omega3, en alimentos como el salmón, atún, aguacate y nueces. Es tan frecuente que dos o más científicos desarrollen el mismo descubrimiento al mismo tiempo, independiente y aisladamente (sin que uno sepa que el otro lo está escribiendo) que incluso existe una teoría al respecto, la Teoría del Descubrimiento Múltiple. Isaac Newton y Gottfried Wilhelm Leibnitz inventaron el Cálculo Diferencial, simultáneamente; uno en Gran Bretaña, y el otro en Alemania.
Lo mismo sucedió con el descubrimiento del oxígeno, por el sueco Carl Wilhelm Scheele; el británico Joseph Priestley y el francés Antoine Lavoisier. Por último, pues este artículo no es sobre los misterios energéticos que conectan la psique humana, sino sobre “Roma”: Charles Darwin y Alfred Russel Wallace desarrollaron independientemente la Teoría de la Evolución.
Juan Rulfo le hizo caso a Emmanuel Carballo y aquella novela la tiró a la basura, para después escribir “Pedro Páramo”. En las artes, el más innovador, el que más aporta es el que gana. De todas las películas nominadas al Óscar, “Roma” es la que más revoluciona al arte cinematográfico. En primer lugar, la propuesta estética no la tiene ninguna de sus contrincantes.
En la película Belleza Americana, que ganó el Óscar en el 2000; la escena de una bolsa de plástico siendo arrastrada por el viento, contribuyó a redefinir los parámetros de lo estético. Lo mismo hacer “Roma” con infinidad de tomas, como el agua que fluye por las losetas de un garaje. Al igual que “El Artista”, ganadora del Óscar en 2012, “Roma” desafía la necesidad que tiene la sociedad contemporánea del color.
En “Seis personajes en busca de autor”, Luigi Pirandello logra dar vida en carne y hueso a sus personajes de ficción. De manera similar, el personaje de Cleo se confunde con el de su representante, la mixteca-triqui, Yalitza Aparicio, sin experiencia previa frente a las cámaras.
“Roma” es una declaratoria de guerra pacifista frente al espantapájaros que quiere construir un muro, argumentando que todos los Mixtecas y Triquis son criminales. “Roma” es una fiel embajadora para los gobernados por el esperpento-peluquín-queso-oaxaca, que no tienen idea de lo que México ha sido y es. Al ser transmitida por televisión; “Roma” es un posicionamiento económico frente al oligopolio de los complejos cinematográficos, que deciden qué transmitir y cuyos costos de taquilla hacen imposible asistir a la mayoría de los integrantes de los pueblos originarios.
“Roma” es una nostálgica remembranza de todos los que crecimos en esta Ciudad, tan bien lograda, a través de la banda sonora. “Roma” está repleta de escenas memorables, semejantes al discurso que pronuncia Colin Firth en “El discurso del Rey”; al tango que baila Al Pacino en “Perfume de Mujer” o la despedida de Humphrey Bogart de Ingrid Bergman en “Casablanca”.
Algunas escenas gloriosas de “Roma” incluyen a las hacendadas apagando un incendio en el bosque con sus vestidos largos de noche, sus tacones y sus flautas de champaña en la mano; Fermín, el antagonista, desnudo practicando con maestría artes marciales y la de una mujer mixtecta que no sabe nadar, rescatando del mar a los hijos de su patrona.
Por último, una característica de una obra maestra es la diversidad de capas temáticas que maneja. En eso “Roma” tampoco tiene competencia. El largometraje penetra hasta lo más profundo de la psique humana, representado en el clímax de la película, cuando Cleo exterioriza su culpa de no haber deseado el nacimiento de su hija.
