Jorge del Villar
De acuerdo a muchas disciplinas asiáticas, existe un tipo de energía dentro y fuera del ser humano muy poderosa, la energía sexual. Tanto así, que Sigmund Freud, uno de los cinco científicos que más influyeron al siglo XX; dedicó prácticamente TODA su teoría a ella y cómo afecta a la psique humana. Generalmente se piensa que esta fuerza sólo se utiliza para el coito; sin embargo, en distintas filosofías y prácticas asiáticas; esta energía se puede re-direccionar hacia distintas áreas de los horizontes humanos.
En algunas actividades como el deporte, el entretejido con la sexualidad es evidente. Los deportistas de alto rendimiento no pueden sostener relaciones sexuales durante un periodo previo a una competencia o prueba de atletismo. La cantidad de energía que una eyaculación conlleva es inmensa; inmensa también es la cantidad de proteínas que el cuerpo humano tiene que generar en una polución. Cuánta energía debe contener la primer célula de vida, que a partir de ella se forme a todo un ser humano de 80 kilos o más.
La sexualidad del ser humano está vinculada a su proyecto laboral, a su creatividad, a sus deseos conscientes o reprimidos, incluso a su vida espiritual. Parece paradójico que aquello que en el occidente se vincula con lo más material, carnal, mundano, animal, incluso sucio; tenga un vínculo con el espíritu.
Hay religiones en donde es evidente, como el hinduismo. Lo más palpable es el templo erótico de Kajuraho, India, en donde una película porno XXX se queda corta. Pero, sorpresivamente, en la religión Cristiana, incluyendo por supuesto a la Iglesia Católica; hay una presencia erótica palpable. En varios libros del antiguo testamento, que también son los textos sagrados (La Torá) para los judíos, el vínculo erótico se relaciona con el amor Divino. Hay textos de religiosos, incluso santos, como Santa Teresa o Sor Juana Inés de la Cruz, en donde su literatura y experiencia religiosas son muy similares a un orgasmo. Esto lo demuestra la escultura “El éxtasis de Santa Teresa” labrada por Bernini quien construyó el sitio más sagrado de la Iglesia Católica, por encargo del Papa.
Sor Juana Inés de la Cruz, creadora de una literatura erótica y feminista, fue oriunda de nuestra megalópolis. Nació en San Miguel Nepantla; fue parte de la corte del Virrey en el entonces Palacio Virreinal, dónde ahora se presentan a la mañanera los miembros del gabinete con cara de modorros y los labios morados de frío. El mismo palacio donde vimos el último 15 de septiembre a una Gaviota despampanante con un vestido rojo, mientras presumiblemente su marido practicaba la espiritualidad erótica, con otra persona. Siendo tan sólo una adolescente, Juana Inés ya escribía poca madre y era la favorita de la Virreina, Doña Leonor de Carreto. En el ahora llamado Palacio Nacional, no sólo había suntuosos bailes, sino también tertulias, con los eruditos más notables de la Nueva España. Si alguien quiere aproximarse un poco a cómo era la vida en Palacio Nacional, que vaya a ver a la ganadora del Óscar “La Favorita”. Juana Inés salió de la Corte; trató de entrar a la universidad disfrazada de varón y luego entró al Convento de San Jerónimo.
Fue la Virreina María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga quien llevó los textos de Sor Juana a España y Juan Ignacio María de Castorena, considerado el primer periodista en territorio mexicano y obispo de Yucatán, quien publicó la obra de la monja, quien había sido obligada a destruir.
Es claro que Sor Juana supo cómo redireccionar todo ese potencial sexual hacia su obra artística. Muchas disciplinas orientales, utilizan la meditación. En primer lugar, el voto de castidad debería de ser voluntario, no impuesto. En segundo lugar, si un religioso desease hacer votos de castidad, tendría que aprender a reciclar dicha energía sexual, no reprimirla. ¡Es momento de entretejer la teoría freudiana con las prácticas orientales espíritu-sexuales!
