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Hartazgo ciudadano

Lejos de encabezar la indignación la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, pareciera liderear su protección, bajo el argumento simplista de que si no hay denuncia, no hay delito y por tanto, no hay persecución.

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Hugo Morales Galván

El huevazo con diamantina color rosa que estalló en el rostro del “maestro” Jesús Horta Martínez, titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México (CDMX), refleja el hartazgo de la ciudadanía que acudió a la dependencia para denunciar la falta de inacción de las autoridades capitalinas ante casos de violación sexual de elementos policiales, quienes entre complicidades y lagunas jurídicas, seguían laborando sin ser molestados en absoluto.

Lejos de encabezar la indignación la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, pareciera liderear su protección, bajo el argumento simplista de que si no hay denuncia, no hay delito y por tanto, no hay persecución. Las víctimas menores de edad no denuncian, atemorizadas porque desde la propia Procuraduría filtraron sus datos personales y sus agresores las tienen claramente identificadas.

Sheinbaum es intolerante. Carece de empatía con la gente. El cubículo universitario no le permitió comprender que su vida de privilegios sociales y económicos no es el común de las personas. No entiende que la vida común discurre más allá de su residencia en Tlalpan. Llegó a un cargo de gobierno, protegida por Andrés Manuel López Obrador. Así ha continuado. No es el electorado su interés, sino rendirle cuentas a su mentor político. Si López Obrador insulta todos los días a sus críticos, ¿por qué Claudia habría de ser diferente? De ahí que, en lugar de anunciar la investigación contra los policías violadores, estalló su rabia contra los supuestos “provocadores” que mancharon el casimir del “maestro” Orta Martínez.

La Ciudad de México avanza hacia un peligroso vacío de poder. La Jefa de Gobierno minimiza la incapacidad propia y la de su equipo, así como la manera en que las filtraciones de información e imágenes lastiman la dignidad de las personas que han sido víctimas de un delito.

La activista Cristina Vázquez fue asesinada el 26 de junio pasado en la colonia Hipódromo Condesa, tras denuncias contra la delincuencia organizada en la Alcaldía de Cuauhtémoc. Elementos de la PDI filtraron imágenes del cuerpo desnudo boca debajo de Vázquez. Más de mes y medio después sin resultado alguno, vecinos decidieron difundir un video que entregaron a la Procuraduría y en la que se observa al presunto asesino de la activista. Ni el llamado de la Oficina de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de Naciones Unidas motivó al gobierno de la CDMX a resolver el caso.

Pasan los días y las semanas y a Claudia se le acumulan casos. Norberto, Leonardo, israelíes, Casa de Moneda, ejecuciones en los cuatro puntos cardinales capitalinos. Y la Jefa de Gobierno se enoja y pierde el control como en Tláhuac donde no toleró a un grupo de vecinos que la encararon por no resolver sus problemas de vivienda, y que la confrontaron por negarse a dialogar.

¿Hacia dónde va la Ciudad de México es una pregunta que Claudia debe responder? La delincuencia organizada es mala. No hay buena y mala, como dice López Obrador. La Unión Tepito, La Anti Unión y el resto de cárteles locales y federales seguirán portándose mal. La detención de algunos de sus integrantes no es sinónimo de su extinción. Se procesan los ascensos en su estructura interna, y explotan los enfrentamientos con sus contrincantes por el control de la ciudad.

¿Cuál es la respuesta oficial? El analgésico milagroso en que se ha convertido la Guardia Nacional. El Gobierno Federal, los gobiernos estatales y municipales, y el de la CDMX y las alcaldías, creen que su incapacidad será sustituida por soldados cuyos uniformes verde olivo y fuerte armamento apena permiten observar el brazalete con las iniciales “GN”.

Como si se iniciaran los desfiles y las imágenes alusivas a los festejos patrios, camionetas blancas con insignia y nombre de la Guardia Nacional comienzan a circular por todas las calles de la capital, incluso sobre la emblemática Avenida Reforma. Si ocurre un enfrentamiento, lo menos que podemos esperar es que los militares resguarden primero las vidas civiles. Actuarán conforme han sido adiestrados. Dispararan contra sus potenciales enemigos.

La abierta guerra contra el narcotráfico, hoy se convierte en una guerra de baja intensidad. El teatro de las operaciones militares serán las calles de la capital. Los civiles que deban de morir, engrosarán las estadísticas de daños colaterales.

Foto: El Sol de México

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