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Insumisón digital

Llegando a la mitad de este año tan rico en protestas populares generalizadas, empieza a emerger un aspecto curioso: la mercadotecnia de la revolución.

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Fulvio Vaglio

Los analistas consideran que fue al inicio de la Primavera Árabe (la de 2011-12, no la de este año que también empieza a llamarse con el mismo nombre), que se reveló a los ojos del mundo el uso de las redes sociales como canal de auto-organización de las masas populares en rebeldía. También se generalizó la guerrilla del gato y el ratón entre las autoridades policiacas (nacionales e internacionales) y los manifestantes: las primeras a la cacería del control sobre las redes sociales, los segundos en busca de canales para evitarlo.

No fue ésa la primera vez; hace un par de años, esta columna señaló que las redes sociales habían sido el canal de comunicación (a una escala local y reducida) usado en la primera ola de huelgas obreras en la China postrevolucionaria, en 2010. Y, aún antes, los servicios secretos de todos colores y tamaños ya habían puesto el control las redes sociales como una asignatura pendiente – y urgente –  en la lucha contra el terrorismo interno y externo.

Pero lo importante no es extender diplomas de originalidad; los colectivos que se auto-organizan para su lucha usan las herramientas que encuentran, y desde el inicio del milenio las redes sociales y las mensajerías digitales estuvieron disponibles de manera creciente. Una de estas mensajerías fue, y sigue siendo, Telegram.

Esta mensajería, o plataforma, digital nació en agosto 2013 por iniciativa de dos hermanos rusos, hackers, activistas pro-democracia y pro-derecho a la información: Nikolái y Pável Dúrov. La ocasión de su lanzamiento fue la intención declarada de Putin de poner bajo control gubernamental la red social más extendida de Rusia: VK (Vkontakte). Objetivo: crear un servicio mensajería encriptada de cabo a rabo (P2P), a prueba de posibles infiltraciones (hasta se anunció un premio sustancioso para quien lograra hackear exitosamente los mensajes que intercambian los dos hermanos, que nadie ha logrado ganar hasta ahora).

Una decena de ejecutivos y cerebros se salieron de VK y se unieron a la nueva mensajería de los hermanos Dúrov. Tuvieron enfrentamientos fuertes y altibajos con el gobierno de Putin, hasta que en 2014 Pável anunció que se autoexiliaría. Se fue inicialmente a Alemania y hasta ahora parece desvanecido en la red, aunque concede entrevistas esporádicas y publica con frecuencias; Telegram opera hoy desde Dubái.

Muy pronto, Telegram se convirtió en el “Fantomás” del nuevo milenio: el escurridizo criminal capaz de burlar a las policías de toda Europa. Cierto o no, el gobierno francés denunció que los terroristas de ISIS habían usado la plataforma para organizar el ataque de noviembre 2015 en París; lo mismo hizo Putin cuando el atentado suicida de abril 2017 en el metro de San Petersburgo.

Los ataques a Telegram se han intensificado con la nueva primavera caliente – que ya no es sólo árabe – pero esta vez están utilizando otro argumento, más susceptible de causar rechazo en el público: la BBC, en febrero de 2019, ha publicado un reporte de investigación que liga Telegram a la llamada “red oscura”: trata de personas, comercio de droga y pornografía infantil. Como decir: WhatsApp (la eterna rival de Telegram desde la fundación de esta última) no será tan segura para los usuarios, pero por eso mismo es más vulnerable al hackeo bien intencionado de las autoridades.

Con base en ese reporte, las autoridades piden que Telegram abra una “puerta trasera” en su sistema de encriptación, para que puedan infiltrarse y descubrir los miembros de los grupos (“canales”, los llama Telegram) que usan la mensajería para actividad ilegales. Hasta ahora, Telegram se ha negado: la fortaleza de la plataforma es precisamente su invulnerabilidad y ésta descansa en la separación absoluta entre la transparencia de los “canales” (URL y “administradores”), y la opacidad de las comunicaciones que pasan a través de ellos.

No puedes tener las dos cosas, dice Dúrov. La sociedad debe decidir quién es el enemigo más peligroso: si el crimen organizado y hasta el terrorismo (que indudablemente pueden usar la mensajería encriptada para trabajar con mayor seguridad en la sombra), o el Estado (con su ya comprobada vocación para ejercer el espionaje generalizado y capilar de los ciudadanos). El propio Dúrov recuerda que, en las semanas en que estaba decidiendo adónde exilarse, el gobierno norteamericano le ofreció asilo y apoyo, con tal que abriera la famosa “puerta trasera”; y, en la última entrevista, ha expandido su mira a otro blanco obvio, igual o más vulnerable que WhatsApp: Facebook y todo el imperio de Mark Zuckerberg.

La respuesta de Telegram no se ha hecho esperar. Hace menos de una semana (el 20 de junio) ha inspirado un artículo de opinión en la propia BBC, reivindicando su papel progresista “en zonas de censura y protesta”, entre las cuales cita expresamente Venezuela, Nicaragua, Rusia e Irán donde dice contar con 40 millones de usuarios. Precisamente por ser como somos – es el mensaje ni tan indirecto a la administración Trump – estamos presentes en función crítica y rebelde en los países que ustedes consideran sus principales enemigos y dónde no han podido meter su cuchara. La insumisión es un mercado, y nosotros estamos presentes en él. Es la mercadotecnia de la revolución, en camino.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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