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Investigación

INTERSECCIONES / ¿Dios, patria y familia?: el centroderecha en Italia

Con la mirada fija en las elecciones europeas del próximo año, el centroderecha italiano se reposiciona y afina sus armas propagandísticas.

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Por Fulvio Vaglio

Twitter: @vaglio_fulvio

Apunten la fecha: 26 de mayo de 2019. Sé que faltan nueve meses y medio, pero el tiempo vuela. Es la fecha de las elecciones para la renovación del Parlamento Europeo y ya se rompen alianzas viejas y se alistan nuevas; partidos en coaliciones improbables se hacen zancadillas y aprovechan el trastabilleo del otro para reposicionarse.

De esto veremos mucho a lo largo de los meses que vienen y en todas partes de Europa; pero por el momento Italia es un ejemplo ilustrador y tempranero (no es la primera vez: también a finales de 2015, con el referéndum sobre la reforma constitucional, en Italia se manifestó la tendencia a la protesta populista anti-establishment que luego nos dio el Brexit, America first y su largo etcétera).

Salvini ha declarado que la Lega va a competir, sola contra todos, en tres regiones que este año tendrán elecciones parciales. Ya sabe que va a perder las tres: las dos de Italia del Sur serán para Cinco Estrellas, la del extremo norte (en la frontera con Austria) le irán presumiblemente a lo que queda del Partido (Social) Demócrata.

A Salvini esto le vale cacahuate: su tirada es más amplia (o más estrecha, según se mire): rebasar el próximo año a 5 Estrellas (que sigue teniendo la mayoría de escaños en la coalición) y reducir Forza Italia de Berlusconi a un porcentaje risible; si le sale la jugada, le permitiría posicionar a la Lega como el interlocutor privilegiado dentro de los euroescépticos del próximo Parlamento Europeo.

¿Perder algo para ganarlo todo? La apuesta es arriesgada pero puede funcionarle. Las elecciones regionales en Molise (entre centro y sur Italia) han confirmado el descalabro de Fuerza Italia y la pérdida de 5 Estrellas; el PD no se ha reducido tanto sólo porque ya se había descalabrado el 4 de marzo en las elecciones políticas generales.

¿Qué hay en juego el año próximo? La posición dominante de Alemania en la Unión Europea, impuesta y mantenida a expensas de los países del sur y el este europeo. No lo dice sólo Salvini, con su voluntad de poder y su sueño de convertirse en el “hombre fatídico” del siglo XXI.

La prensa conservadora ha resucitado a Claudio Borghi, economista y ex director asociado de la Deutsche Bank, quien ha vuelto a ofrecer su receta para llevar a Italia, en el mismo tiempo, fuera de la crisis y de la zona euro: menos impuestos y más trabajos. La Deutsche Bank, sostiene Borghi, posee créditos sobre el Banco Central Europeo por 700 mil millones de euros; a partir de esa posición ventajosa y de su situación de virtual pleno empleo, seguirá dictando las políticas económicas para los países del sur y el este de la Unión, a menos que éstos se rebelen de manera contundente.

Por su lado, el filósofo Diego Fusaro se ha dado a la tarea de atacar la Open Society Foundation de George Soros, exponiéndola como un espejismo para tontos; según Fusaro, Soros es el representante más conocido de la “nueva clase dominante global”, desarraigada de raíces nacionales y arraigada, en cambio, en la altísima finanza internacional, interesada en promover un mercado globalizado en el que mercancías y personas (personas reducidas a mercancías) puedan moverse sin trabas.

No es un análisis infundado, ni es la primera vez que se hace; por momentos, viendo las entrevistas de Fusaro en You Tube, parece que escuchamos las cosas que dijo Karl Polanyi hace más de setenta años. La novedad, según plantea Fusaro, es que en los últimos treinta años, después de la caída del bloque socialista, la lucha de clases no ha desaparecido, sino que ha cambiado cara: por un lado la nueva clase dominante global y por el otro una nueva clase dominada, en la que convergen los restos naufragados de las dos clases antes enfrentadas: empresarios y trabajadores, capital y clase obrera, cada uno con sus instituciones. En el nuevo esquema, ninguna de las dos viejas clases tiene ninguna posibilidad de ganar, a menos que se recupere el nivel nacional del conflicto, sustrayéndolo al control del capital financiero internacional.

De aquí se abre la puerta para soluciones ideológicas: recuperar los valores nacionalistas y las instituciones tradicionales: hace dos siglos el lema era Dios, patria, familia; ahora, en la receta de Fusaro, sólo falta Dios, ya que, después de la derrota de Papa Ratzinger (el último en oponerse al mito de la migración irrestricta), Papa Francisco parece abrazar el credo internacionalista de la libre circulación de mercancía y personas según George Soros.

Discurso duro, éste de Fusaro, en el que abundan las referencias a los clásicos de la lucha de clases, el movimiento comunista desde Marx a Lenin, y el populista católico desde León XIII a Luigi Sturzo. No cabe en esta columna un análisis crítico más a fondo de sus afirmaciones; por lo pronto, las encuestas parecen indicar un fuerte apoyo a la política antiinmigración de Salvini (cerca del 70%) y, de reflejo, al propio Salvini (arriba del 50%), mientras que Di Maio parece haberse detenido alrededor del 35% (otras encuestas de última hora le dan una pequeña ventaja a Cinco Estrellas sobre la Lega), y Berlusconi baja a menos del 8% consolidándose por ahora como el verdadero derrotado del tsunami italiano. Nos vemos el año próximo y no olviden apuntarse la fecha.

*Semiólogo, analista político, historiador y escritor.

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