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Investigación

INTERSECCIONES / Italia sin gobierno, UE sin rumbo

¿Qué desaparece y qué queda después del malogrado intento de formar gobierno en Italia? ¿Hay alguna lección que aprender para la Unión Europea?

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Por Fulvio Vaglio

@vaglio_fulvio

Antes de todo: ¿quién era y qué representaba Giuseppe Conte? Un economista sin experiencia política; la primera objeción había sido precisamente ésta: un jefe de gobierno que no había sido elegido al parlamento. Era novedad, podía ser positiva o negativa pero la clase política tradicional lo sintió como una amenaza.

Un hombre que, según él mismo admitió, había votado en el pasado por las izquierdas pero que considera hoy obsoleta la oposición entre derecha e izquierda: otra novedad (por lo menos por la candidez de la admisión); también podía ser positiva o negativa según se viera.

Un euroescéptico cuyo programa de gobierno – esbozado con detalle en las 52 páginas del documento que había presentado al Presidente de la República – contemplaba ignorar las restricciones más graves que la política económica y monetaria de la Unión Europea impone a las economías menos fuertes; suficiente para lanzar escalofríos por la columna vertebral de la Unión, y más cuando los dos partidos que lo apoyaban (Cinco Estrellas y Lega) “blindaron” su demanda con la imposición de otro euroescéptico aún más rayano en la eurofobia (Paolo Savona) como Ministro de Economía.

Un peón disfrazado de técnico (dijeron los críticos), movido por los dos partidos de ese raro “contrato” que sólo tiene en común consignas populistas y anti-inmigración de sabor trumpiano (“los italianos primeros”). A ver si como roncan duermen, había comentado más o menos Matteo Renzi (el ex líder del PD derrotado en las elecciones del 4 de marzo): dicen ser anti establishment y ahora son la clase política en el poder. En medio, cual jarrito de Tlaquepaque, el Presidente de la República, Sergio Mattarella, frente a su primer gran reto después de que Giorgio Napolitano (el único Presidente reelegido por un segundo término de siete años) había dejado el puesto en 2015 por límite de edad: unos zapatos difíciles de llenar.

En la última semana el Financial Times se había ocupado más de lo usual de Italia, y siempre en tono preocupado: el 24 de mayo Martin Wolf señalaba algunas posibilidades catastróficas para la Unión Europea, incluyendo la posible decisión de Italia de no pagar la deuda contraída con el Banco Central Europeo, que equivaldría prácticamente al abandono de la eurozona o, quizás, inclusive a un “Italexit” de la Unión. Pero, precisaba Wolf, la crisis de consenso actual también es responsabilidad de Bruselas, que ha sido incapaz de flexibilizar sus demandas económicas para acercarse a los países del sur de Europa (Italia y España en primer lugar).

Se puede tener una percepción del pulso de la opinión pública, si leemos los tuits de los lectores en respuesta a las declaraciones publicadas en los periódicos italianos A través de todo el abanico de la izquierda a la derecha, para una parte de los lectores, la intransigencia de Alemania es el enemigo a vencer; para otra parte es el modelo a que sería bueno imitar si sólo Italia fuera menos corrupta, menos comodina y más trabajadora.

El domingo pasado, mismo día en que Conte renunció al encargo, la prensa alemana había retomado la polémica; Mattarella bloqueó la candidatura de Paolo Savona a la cartera de Economía, el gobierno abortó y los europeístas intransigentes ganaron la batalla; pero la guerra continúa: el 23 de mayo, Wolfgang Münchau del Financial Times había establecido un paralelismo entre la caída de la República de Weimar a comienzo de los años treinta y el posible fracaso del modelo liberal en la Unión Europea de hoy.

Weimar o no en Berlín (o en Bruselas),  Italia podría estar reviviendo una situación pre-fascista, con la contraposición irreducible entre el movimiento populista (aunque bicéfalo) y la clase política tradicional; las caricaturas anti-italianas de la Frankfurter Allgemeine Zeitung le han dado nuevo aliento a la retórica patriotarda de Matteo Salvini de la Lega, que ya amenaza con una nueva “marcha sobre Roma” si el Presidente no llama a nuevas elecciones ya.

La amenaza de una desintegración de la zona euro sigue presente, aunque por ahora los analistas no la consideran probable; la Europa “a diferentes velocidades” con tres ejes (Berlín-Paris al norte, Italia-España al sur, grupo de Visegrád al este) es ahora mucho más actual. La capacidad de Europa para resistir unida la embestida del dólar y del “súper-yuan”– de la que hablamos hace un par de semanas – va a salir aún más debilitadas; los analistas no excluyen que las empresas europeas, puestas en la disyuntiva, empiecen a migrar hacia Estados Unidos u Oriente, dándole razón al nacionalismo burdo de Trump; y éste sí podría ser el inicio de un largo y patético ocaso para la Unión Europea.

Semiólogo, analista político, historiador y escritor.

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