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INTERSECCIONES / Mujeres en Washington

Esta semana Melania Trump y Nikki Haley han estado en el centro de la atención de los comentaristas políticos: pueden ser ángulos distintos de un mismo juego.

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Fulvio Vaglio

Vos.com es un periódico virtual asociado con el Washington Post y el New York Times, es decir con el núcleo duro de la opinión liberal anti-Trump. En los últimos días ha dedicado mucho espacio a dos mujeres empoderadas en la fase actual de la pelea política en Washington con vistas a noviembre 2018 y a noviembre 2020.

La primera es Melania Trump; el artículo de Ann North se refiere a la respuesta de Melania cuando Tom Llamas de ABC News le preguntó qué siente frente a los rumores de infidelidad de su marido: Melania desestimó la pregunta con un simple “Tengo cosas mucho más importantes en que pensar”. Ann North, lejos de considerarla una respuesta frívola, la relacionado con el viraje radical del discurso político impuesto por el propio Trump.

Tradicionalmente, la esposa de algún político acusados de infidelidad o, peor, de acoso sexual, defendía la imagen de su marido, jurando y perjurando que no era el implacable predador que pretendían sus enemigos, sino un buen hombre, un marido ejemplar y un padre maravilloso: lo había hecho en 1991 Virginia Thomas, la esposa del juez Clarence Thomas, recordando entre lágrimas que sólo el rezo les había dado a los dos la fuerza de enfrentar la terrible prueba. Hace unos pocos días la esposa de otro juez, Ashley Estes Kavanaugh, ha repetido su discurso casi palabra por palabra.

Inclusive la entrevista de Hillary y Bill los Clinton a “60 minutes” en 1992 se había alejado poco de la fórmula habitual. Hillary empezó diciendo “no voy a ser una Tammy Wynette” (la cantante folk cuyo mayor éxito era “Stand by your man”), pero en realidad hizo precisamente eso, aunque en un tono más provocativo y beligerante que una dama conservadora: “Estoy con él porque lo amo y lo respeto y si no les gusta cómo es, pues simple y sencillamente no voten por él”: varios analistas subrayan que, con esta apasionada defensa de la familia, Hillary salvó la carrera política del entonces candidato demócrata – y, más adelante, la suya propia.

Hoy, a distancia de 26 años, Melania Trump parece entender que el discurso presidencial para la base dura republicana ha cambiado: en las declaraciones de Melania no hay ningún intento de presentar a Trump como un hombre bueno injustamente calumniado, o de soslayar sus afirmaciones machistas y racistas; muchísimos americanos, concluye Ann North, saben perfectamente que Trump es un patán que desprecia a las mujeres y a las minorías, y les gusta que sea así.

La segunda mujer encumbrada en la administración Trump y mencionada por Vox es Nikki Haley, la ex gobernadora de Carolina del Sur y embajadora de EEUU a la ONU, que el martes pasado ha sorprendido a propios y extraños renunciando a su puesto. El articulista Zack Beauchamp le ha reconocido el mérito de hacer lo que parecía imposible: abandonar a Trump en un momento delicado (a menos de un mes de las elecciones intermedias) manteniendo una muy buena relación personal, cosa que no habían sabido hacer ni Steve Bannon ni Rex Tillerson. Para eso, en el año y medio de su mandato, Haley había apoyado incansablemente a Trump sobre dos puntos muy populares entre la opinión republicana y conservadora: la hostilidad a Irán y la amistad con Israel; pero, a diferencia de Trump, Haley había constantemente agregado Rusia a su lista de enemigos públicos, cosa que al establishment republicano le gusta y a Trump le cae en la punta del hígado.

Según Beauchamp, Nikki Haley ha entendido que el cemento que une la base conservadora de Trump no está hecho de convicciones ideológicas precisas, sino de una confianza inquebrantable en el carisma del líder y en sus palabras, por contradictorias que sean. Esa base premia a quien da la impresión de gozar de la confianza del presidente y castiga a quienes lo critican abiertamente; las encuestas de popularidad de Haley en estos días parecen confirmarlo.

¿Haley tiene los ojos sobre la nominación republicana para 2020? Ella dice que no y lo ha reiterado en su carta de renuncia: hubiera sido suicida decir cualquier otra cosa. ¿La familia presidencial le cree? Definitivamente no, en ese escenario shakespeariano en que se ha convertido la Casa Blanca. Entre los nombres que se mencionan como posibles sucesores de Haley, ha aparecido Ivanka Trump. El presidente ha declarado que Ivanka sería, con mucho, su elegida, pero que no puede porque, de hacerlo, los “fake news” lo acusarían de nepotismo. Pero estamos, como decía, en un escenario shakespeariano, donde los vínculos familiares siempre están sujetos a la voluntad de poder.

Por lo pronto, tanto Haley como Ivanka esperan ver si los republicanos mantendrán o no la mayoría en la Cámara. Ivanka ¿podría ser la candidata de repuesto contra Nikki para 2020 si todo sale mal para su padre? Por lo pronto dos cosas son ciertas: el discurso político ha cambiado y no volverá a ser lo mismo en un largo rato; las mujeres parecen tan hábiles en ese juego, o más, que sus contrapartes masculinas. Los trumpianos amargados han comentado que, con la renuncia de Haley, el IQ de la Casa Blanca ha aumentado un diez por ciento; los críticos de Melania no dejan de criticar su elección de vestuario “políticamente incorrecto” y sugerir que es tan tonta como bella. A ver si ambas (o las tres, contando a Ivanka) no se revelan como las Marilyn del tercer milenio.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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