Alberto Cuenca
El jueves pasado, de manera sorpresiva, la bancada de Morena en el Congreso capitalino pidió retirar del orden del día de la sesión del Pleno el dictamen por el que se ratificarían las designaciones de cuatro comisionados del Instituto de Transparencia de la Ciudad, organismo que por la falta de esos nombramientos se encuentra inoperante desde hace nueve meses.
Para acallar los rumores que esa intempestiva decisión generó, los mismos legisladores morenistas salieron de inmediato a decir que bajaban el tema porque querían darle prioridad y centrar la atención del debate en un dictamen previo que también estaba enlistado, el de la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo local.
Chabacano argumento ese, como si con tal decisión demostraran que no pueden aprobar distintos dictámenes de diversos temas en un mismo día ¿Qué acaso ahora los legisladores locales dictan la agenda de lo que es o no importante mediáticamente? Por supuesto, nadie les creyó, porque lo único que generaron fue precisamente lo contrario, que propios y extraños voltearan los ojos hacia la razón oculta para no discutir el nombramiento de los comisionados de transparencia.
La razón real fue la oposición de un grupo de legisladores de Morena, encabezados por Valentina Batres, a ratificar la designación de uno de los cuatro comisionados de transparencia, Rodrigo Arístides Guerrero García, quien llegó como cuota del PT.
Divertidos legisladores de oposición que disfrutaban ajenos el pleito en Morena y molestos diputados morenistas que otra vez sacaron a relucir sus pugnas, veían cómo la decisión de esa bancada tiró por los suelos el trabajo de negociación entre grupos parlamentarios que hasta ese momento había salido impecable.
El damnificado fue Carlos Castillo, diputado de Morena y presidente de la Comisión de Transparencia en el Congreso de la Ciudad, quien en una mañana vio cómo el trabajo que le llevó semanas concretar corría el riesgo de irse por la borda.
Y es que, nos cuentan, el pasado jueves 13 de diciembre Valentina Batres llegó muy engallada a la reunión matutina de los diputados de Morena, previa a la sesión del Pleno. Ahí recriminó a Carlos Castillo y a otros de sus compañeros del grupo parlamentario que no se hubieran dado cuenta del perfil de Arístides Guerrero, pintado de amarillo perredista.
Batres alertó a su bancada sobre el desempeño de Arístides como titular de la Unidad Especializada de Procedimientos Sancionadores del Tribunal Electoral de la Ciudad, cargo que ocupó hasta octubre pasado.
Les hizo ver que ese personaje, a quien querían convertir en comisionado de transparencia, maniobró para deslindar de responsabilidades por faltas y delitos electores al ahora diputado federal Mauricio Toledo; al ex presidente del sol azteca en la Ciudad, Raúl Flores; al hoy diputado local Valentín Maldonado, y a militantes perredistas en Coyoacán, por actos de violencia cometidos en contra de Morena y de sus candidatos durante la pasada campaña electoral.
Las acusaciones que entonces hizo Morena no eran menores. Estaba, por ejemplo, la violencia política de género en contra de la candidata a alcaldesa, María Rojo, quien sufrió el vandalismo de su vivienda. Ese hecho, que llegó como última instancia al Tribunal Electoral federal, fue uno de los que casi provocó la anulación de la elección en Coyoacán.
Como titular de la Unidad Especializada de Procedimientos Sancionadores, Arístides presentaba los proyectos de sentencia que luego los magistrados electorales aprobaban. En casos como el de la violencia contra María Rojo, la propuesta fue eximir de culpa al PRD y así sucedió.
Al cierre de esta columna, los diputados de Morena no votaban aún las designaciones de comisionados de transparencia y mantenían el jaloneo por definir si sacaban o no el nombre de Arístides Guerrero del dictamen, sin importar su extenso currículum ni que haya sido el segundo mejor calificado de los 53 aspirantes.
Lo concreto y que queda como evidencia es la manera en que esos cargos, por más que los disfracen de ciudadanos, siempre arrastran cuotas y decisiones políticas que los hacen todo menos independientes.
