La lucha interna por la candidatura a jefe de Gobierno en la Ciudad de México ha tensado la relación entre las tribus del PRD y Miguel Ángel Mancera, quien se niega a acelerar la decisión.
Ya son varios amarillos los que le piden al gobernante que se haga la designación mediante un “acuerdo”, evitando, incluso, las encuestas que inician mañana viernes y terminan el domingo.
Además de caras, nadie les va a creer que los sondeos no estarán cuchareados, aunado a que el día de la elección ni quién recuerde si fueron impuestos o elegidos; eso no influirá en el voto.
Los perredistas y sus aliados del Frente están perdiendo un tiempo valioso para posicionar a su candidato y Mancera no se decide. En los territorios ya les urge saber con quién es el tiro.
En su soberbia, el PRD cree ilusamente que sus estructuras le bastarán para retener la Ciudad de México frente a Morena, su rival a vencer.
Las elecciones intermedias de 2015 y las constituyentes de 2016 en la capital demostraron que los morenos, sin estar aún consolidados y sin tener en las boletas a su principal y único activo —Andrés Manuel López Obrador—, los vencieron sin gran esfuerzo.
Creen que con la suma del PAN y del Movimiento Ciudadano les alcanzará para obtener el triunfo, como si esos partidos pudieran transferir automáticamente sus simpatizantes a quienes los amarillos designen.
Es como si a un aficionado de las Chivas le piden que apoye al América porque va a representar al país en un torneo internacional. Seguro la mayoría preferiría incluso que las Águilas fracasaran antes de apoyarlos.
Por eso es vital la selección del candidato, porque si los perredistas aseguran que su estructura votará a favor de quien ellos digan, deben facilitarles al PAN y al MC vender entre sus simpatizantes a alguien que les pueda ser atractivo.
Ahí es donde no encaja mucho Alejandra Barrales, por quien seguramente los clasistas, mochos o fresas del blanquiazul no votarían. Cierto que tampoco lo harían por Claudia Sheinbaum, pero quizá sí por el priista Mikel Arriola; no por su partido, sino por él.
Para el Frente sería más fácil vender a alguien como Armando Ahued o Salomón Chertorivski entre la clase media. Incluso entre los hombres del dinero, pero eso no parecen estarlo considerando en el PRD.
Y tampoco en un sector del PAN, pues está claro que el panista Jorge Romero no simpatiza con Chertorivski porque lo considera amigo de Felipe Calderón y Margarita Zavala.
Los perredistas lo tienen que ver hacia arriba y eso no les gusta, pues acentúa sus complejos.
Las tribus deberían pensar que lo importante es ganar —con quien sea— y no tratar de imponer a alguien orgánico del partido que los puede llevar a la derrota, pues son los únicos que no se dan cuenta de la animadversión que hay en su contra por tanto pillo que albergan.
Tendrían que pensar en un esquema como el que se planea en Álvaro Obregón, por ejemplo, donde Leonel Luna está pensando en impulsar a un importante empresario que es bien visto socialmente, para facilitar el voto de los panistas hacia el Frente.
CENTAVITOS… Por fin, Mancera anunció que el 15 de enero estará listo el plan de reconstrucción para la Ciudad de México luego de los sismos del 19 de septiembre. Vaya que se tardó un poquito —tres meses—, considerando que la sociedad se acabó al PRI en 1985 por tardarse un poco más de un mes en tener listo su plan. En ese entonces se creó el organismo Renovación Habitacional Popular, con suprafacultades para realizar la reconstrucción; hoy no se prevé nada semejante.
http://www.excelsior.com.mx/opinion/adrian-rueda/2018/01/11/1212929
