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LA MANO QUE MECE LA CUNA / El Güicho Domínguez de Morena

¿De dónde salió el dinero para pagar sólo las flores de la unión entre César Yáñez Centeno y Dulce María Silva? Nomás es pregunta.

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Ríos de tinta han corrido ya sobre la primera Boda Fifí en tiempos de la austeridad republicana que tanto pregona el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, cuyos colaboradores aún no asumen y ya hacen fiestas faraónicas.

La reciente boda de su vocero de toda la vida y futuro encargado de Política y Gobierno, César Yáñez Centeno, con Dulce María Silva, fue un exceso al más fiel estilo priísta, si se quiere ver con elegancia; o al estilo Guicho Domínguez, si se le quisiera dar otra connotación.

La fastuosidad del fiestón de un funcionario de segundo nivel del futuro gobierno, que llegó al poder prome- tiendo que se acabarían los derroches y los lujos, es para preocupar a más de uno, pues aún no llegan y ya muestran el cobre.

Conste que nadie está diciendo que se robaron el dinero para hacer la boda del año, pues lo pudieron haber obtenido trabajando y obteniendo buenos sueldos, pero por pura congruencia y precaución tendrían que explicarlo, porque ni para las flores les habría alcanzado con los sueldos que está fijando el próximo gobierno. Si no fue de su bolsa, tendrían que decir quién fue tan generoso padrino y qué relación tiene o tendrá con el gobierno, por aquello de no caer en lo que tanto criticaron: los amigos empresarios del poder que gustan de hacer favores para obtener contratos.

El haber hecho tamaño fiestón lleva a preguntar si en verdad César Yáñez midió el impacto que iba a tener en la sociedad, y si López Obrador aceptó ir con su esposa para convalidar una boda que él mismo criticaría y calificaría como Fifí, de esas donde según él roban la cartera. No lo midieron o, lo que sería peor, no les importó lo que la gente fuera a opinar y quisieron dar una muestra de poder y de la soberbia con la que se conducirán en la próxima administración, sin importar faltar a sus propios principios.

¿Habrán perdido los pejistas la di- mensión del dinero, cuando se quejaron de que no tenían para comer en restaurantes lujosos o para viajar en primera clase? Menos tendrían para una boda digna de una celebridad.

¿Qué habrían dicho ellos si algún funcionario menor del presidente Enrique Peña Nieto hubiera organizado una boda con 500 invitados, a los que se les sirvió langosta, se les transportó en turibuses por Puebla y se le dio un postre elaborado por una súper chef?

Seguramente los chairos se hubieran acabado al novio, a la novia y al presidente en turno, como ha ocurrido en más de una ocasión, donde se monta un fastuoso circo al que no puede entrar el pueblo al que dicen representar.

¿En verdad hacía falta casarse en la Iglesia de Santo Domingo, cuyo altar forrado con lámina de oro de 14 kilates estaba adornado con más de nueve mil rosas blancas, ante varios de los próximos funcionarios del Gobierno de la Cuarta Transformación?

En la iglesia hubo violines; rumbo a la fiesta hubo mariachis y ya en la fiesta -que al parecer fue “de Puebla para el Mundo”-, los famosísismos Ángeles Azules de Iztapalapa, además del grupo Matute, para animar a los chavorucos. El novio no es cualquier gente, sino quizá el colaborador más cercano del presidente electo, con quien ha caminado por más de 20 años, según ellos sin un sueldo fijo –dice que última- mente gana 37 mil pesos- y manteniéndose con la ayuda del pueblo.

Pues el pueblo los ha de querer mucho, como para que hayan podido echar la casa por la ventantay armar una fiesta que seguramente hasta la propia Anahí –invitada a la fiesta- le ha de haber causado dolor de estómago de la envidia al compararla con la de ella en Chiapas.

La novia usó los servicios del maquillista Víctor Guadarrama, que entre sus clientas tiene a la hija mayor de Angélica Rivera, la primera dama del país. Al diseñador Benito Santos, que viste nada menos que a la famosa Gaviota y a Jimena Navarrete, la ex Miss Universo mexicana, por ejemplo. Esos sí son excesos; son arranques de quienes nunca han tenido nada y de repente lo tienen todo; de nuevos ricos. Son la reencarnación de Güicho Domínguez.

Aunque el dinero se los hubieran regalado, no es el despilfarro lo que prometieron para el pueblo, al que seguramente ni siquiera le alcanza para un par de tacos de escamoles; ellos ofrecieron ese manjar para 500 invitados, y nada más como entrada.

Pero si lo de la fiesta es escandaloso, porque que de haber sido nivel TV notas, pasó a convertirse en un reventón digno de la Revista Hola, tampoco en su lista de regalos los novios quisieron desmerecer y se declararon totalmente Palacio, faltaba más.

Si causa molestia que hayan pedido arreglos marca Tiffany; un tortillero de tres mil pesos; una vajilla de 99 mil y otras “baratijas” de unos cuantos miles, llama poderosamente la atención la lista de otros regalos.

Como los dos sillones Eichholtz con un cojín, que en conjunto cuestan más de 152 mil pesos, y cinco toallas para alberca de 2 mil 69 pesos cada una, pues habría que preguntarles dónde van a vivir como para que les quepan esos muebles y usen esas toallas.

¿De qué tamaño será la casa como para que le quepa una alberca, porque ni modo que pidan ese tipo de toallas para usarlas en alguna tina?

También pidieron sábanas marca Iló de casi tres mil pesos cada juego y eso que apenas Andrés Manuel había declarado que él con un catre y una hamaca arma su dormitorio.

A lo mejor las sábanas son para eso, uno nuca sabe.

Si de por sí existe la percepción de que poco, por no decir nada, de lo que prometió en campaña va a cumplir, al avalar este tipo de actos de sus colaboradores más cercanos El Peje manda la señala de que aplicará la máxima del profesor Carlos Hank González: “Un político pobre es un pobre político”.

Parece que eso del PRI-MOR, que es la mimetización del PRI con Morena, no sólo se está dando en lo político, sino en la organización de sus faraónicas fiestas.

Todo indica que la llamada Cuarta Transformación servirá para transformar a los modestos morenos en potentados y ricos, con lo que no sería nada extraño que la clase política se llenara de puro Güicho Domínguez.

¿Pues de dónde habrá agarrado César Yáñez el gusto por lo bueno y lo lujoso, si según él nunca ha tenido dinero?

Seguramente los chairos de siempre dirán, para justificar de nuevo al pejismo, que los de la Mafia del Poder hacían fiestas más fastuosas. Y tendrían razón, sólo que eso no justifica que El Mesías que prometió acabar con eso las avale y hasta las festeje.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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