Adrián Rueda
El romance entre Mauricio “El Tomate” Toledo y Manuel Negrete comenzó desde hace algunos años, cuando el ex futbolista, vecino de Coyoacán, accedía a ir a los eventos del entonces delegado y posterior diputado, sobre todo a los de carácter deportivo.
De esa relación de amistad, pasaron a la complicidad política, pues el avance de Morena en la ciudad –y Coyoacán no fue la excepción- obligó a “El Tomate” a buscar un perfil más ciudadano para enfrentar en julio a la candidata morena a la alcaldía, la actriz María Rojo.
Fue entonces que, con el aval del PRD, Negrete se convirtió en candidato y posterior alcalde; todo había salido conforme a lo planeado… excepto que una impugnación llevó el caso al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y ahí empezó el problema.
En primera instancia la Sala Regional revocó el triunfo del guerrerense y ordenó nuevas elecciones, pero aún faltaba la última instancia, que era la Sala Superior, y ahí fue donde Morena se acercó al alcalde para ofrecerle una negociación.
Apoyarlo en su lucha en tribunales, a cambio de abandonar el lado oscuro y pasar al grupo en el poder. Ayudó que entre los pejistas había animadversión en contra de Rojo, de quien dicen maltrató al equipo que le enviaron para apoyarla.
Al final la resolución del TEPJF ratificó el triunfo del ex futbolista y todo pareció volver a la normalidad, pues el mismísimo Tomate se encargó de hacer creer que seguiría mandando en Coyoacán, donde se quedó con la mayor parte de la estructura administrativa.
Cuando el hoy alcalde tomó posesión del cargo, se volvió a hablar de que las cosas con su mentor no andaban muy bien, y que Negrete había entrado en tratos con Claudia Sheinbaum para pasarse al “lado bueno”.
Se le empezó a ver muy cercano a ella, declarando que trabajaría de la mano con su gobierno y que en Coyoacán mandaba él, en un claro mensaje a quien lo llevó a la alcaldía, donde pensó que lo haría su rehén.
Desde entonces Negrete reforzó su seguridad personal con escoltas militares, y las instalaciones delegacionales con policías preventivos. Dicen que está consciente de las relaciones de Toledo con grupos de choque, y que más vale prevenir.
Aunque se daba por hecho el rompimiento, las dudas quedaron despejadas el fin de semana pasado, cuando el alcalde anunció el nacimiento de la asociación civil “Veintidós, Juntos… ¡Es Posible!”, integrada por líderes sociales.
A nadie escapa que como futbolista Negrete usó casi siempre el número 22 en su espalda, por lo que está claro que quiere enviar un mensaje subliminal a la sociedad que lo conoce.
En ese evento, al que acudieron neo-morenistas ligados a René Bejarano, el alcalde oriundo de Ciudad Altamirano, en la región montañosa de Guerrero, dejó todo en claro en su mensaje inaugural.
“Soy independiente, no tengo que cumplir con ningún compromiso con personas ni consorcios, ni con grupos, ni con partidos, ni con poderes”, afirmó.
Agregó que su asociación civil trascenderá y que los recursos federales para programas sociales bajarán a la ciudadanía y no serán ficha de cambio de ningún partido.
Además de la presencia de bejaranistas, llamó la atención que entre los asistentes e integrantes directivos de la agrupación estuviera Eduardo Ramírez, quien fuera secretario particular de El Tomate cuando llegó como delegado en 2012.
Ramírez fue acusado de presunta extorsión a un empresario y fue a la cárcel luego de que se filtró una grabación del presunto ilícito. El funcionario siempre se sintió traicionado por su ex jefe y hoy regresa en el bando contrario.
La asociación integra a líderes de varias colonias populares controladas supuestamente por Toledo, por lo que muchos pensaron que se trataba de un plan del ex delegado para mantener su dominio, pues de otra forma desaparecería.
Pero después de escuchar el mensaje del alcalde y de conocer la renuncia de varios concejales al PRD, quienes manifestaron su intención de apoyar a la Cuarta Transformación y a la propia Sheinbaum, todo quedó claro.
La declaración más contundente de los integrantes de esta nueva asociación fue al invitar a todos los coyoacanenses a sumarse al proyecto de Andrés Manuel López Obrador, y a renunciar a ser rehenes de grupos “que se autoproclaman dueños de Coyoacán”.
El deslinde llegó hasta el diputado perredista Valentín Maldonado, último delegado en esa demarcación, a quien acusaron de ser cómplice y partícipe de la corrupción, y al que recomendaron alejarse de la alcaldía.
La situación para Toledo no es nada cómoda, por varias razones.
La primera, porque Coyoacán siempre ha representado su bastión en el PRD, y fue uno de los dos únicos caciques que pudo presumir la conservación de su territorio después del primer de julio, aunque lo que no dijo fue que sin el PAN no hubiera podido.
El voto duro de los panistas fue la diferencia a la hora del conteo; el otro cacique triunfador fue Julio César El Nenunco Moreno en Venustiano Carranza.
La segunda es que, en esta etapa de renovación perredista, donde si bien es cierto se decretó la desaparición de las tribus, es vital tener alguna fuerza de apoyo, la pérdida de su territorio es una verdadera tragedia para El Tomate.
A su debilitamiento como cacique, habrá que sumar que su mentor durante los últimos años, Héctor Serrano, ya no estará más en el partido, lo que pone un clavo más a su ataúd político.
Ahora, por más que haya buscado regresar a los brazos de Los Chuchos, El Tomate ya no es tan útil y en una de esas se puede convertir en una carga o, peor aún, en una moneda de cambio.
Pero lo más grave para el hoy diputado federal es que, ya sin fuerza, quedará a merced de la venganza de Sheinbaum y los morenistas que le tienen guardadas varias cosas.
Y mientras tanto Negrete, el ex funcionario universitario que fue acusado de transa por la Máxima Casa de Estudios en 2001, de donde salió huyendo, quiere pasar de muñeco a titiritero, asesorado por Bejarano y algunos otros morenos.
Aunque aún conserva su diputación federal, es obvio que la clase política está observado cómo se apaga la estrella de El Tomate, que al igual que algunos de sus colegas perredistas tendrá que agachar la cabeza en espera de que pase la guillotina.
