Adrián Rueda
Nadie puede decir que es tonta, por supuesto, pero de que es torpe, no deja la menor duda.
Porque si va a privilegiar la política sobre la ciencia, contrario a lo que presumió durante los meses que duró se campaña, cuando menos Claudia Sheinbaum debería aprender a hacer política, o a allegarse de alguien que lo sepa hacer.
No puede ser que a medio año de estar en el gobierno siga diciendo que le dejaron un cochinero y que no encuentra las llaves del escritorio donde están las cartas de navegación para gobernar el monstruo que es la Ciudad de México.
En primer lugar porque ni ella ni muchos de quienes la acompañan son nuevos, y en segundo lugar –y quizá lo más importante- es que tuvo casi otro medio año para enterarse bien de cómo estaba la cosa, pues encabezó un equipo de transición.
Hay que recordar que aún sin haber asumido el gobierno local –al igual que El Peje en el federal-, Sheinbaum empezó a tomar decisiones y hasta cancelar proyectos que no le gustaban y que por su capricho fueron borrados.
Porque ni modo de negar que José Ramón Amieba, el timorato jefe de Gobierno sustituto de Miguel Ángel Mancera se tendió como alfombra a los pies de la entonces jefa de Gobierno electa, con tal de no hacerla enojar y que lo fueran a investigar después.
Por esas razones Claudia no puede alegar que no sabía o que hay que esperar a que finalice su curva de aprendizaje, porque si bien es cierto que –por ejemplo- la inseguridad era alta en la capital, ahora está desbordada y eso no es culpa de Mancera.
Es culpa de ella por haber decidido por un gabinete con un perfil similar al suyo: inteligentes académicamente, pero torpes políticamente.
Que no se engañe ni quiera engañar la inteligencia de la ciudadanía: la inseguridad se ha desbordado porque la delincuencia ve con claridad cómo es que el gobierno capitalino está no sólo pasmado, sino rebasado en todas sus áreas.
La administración actual es una coladera y no hay día que no enfrente una emergencia, producto sí de la complejidad de la Metrópoli, pero agrandado por la falta de pericia de quienes están al frente del gobierno, empezando por ella.
Qué raro que una mujer tan preparada base su fortaleza en el respaldo de su mentor Andrés Manuel López Obrador, y que no se anime a agarrar por los cuernos el toro que representa la capital y ponerle su propio sello.
Porque no se trata de ninguna misoginia recordarle a la jefa de Gobierno que está representando las aspiraciones de muchísimas mujeres, y que si no da resultados puede hacer pensar a esta sociedad machista que aún no están listas para empresas mayores.
A diferencia de las anteriores administraciones –y eso lo omite Sheinbaum- hoy lo tienen todo para dar resultados; no hay pretextos. Cuentan con el gobierno federal, con los congresos federales y local, además del apoyo popular.
¿A quien le va a echar la culpa de no dar resultados? ¿A los fantasmas de su pasado perredista?
Si tanto aborrece a su antecesor, vergüenza le debería de dar que las cosas en la capital vayan tan mal, que incluso ya circulan memes con cosas como: “no pensé que llegara a extrañar a Macera tan pronto”.
Por donde se le vea su gobierno está haciendo agua, y mucho de ello es que, aunado a su propia impericia en el manejo de la administración pública, Claudia tiene que cargar todos los días con los yerros de su gabinete.
Sobre todo en las áreas más sensibles que son seguridad, movilidad, servicios y procuración de justicia, deudas que no sólo están pendientes, sino que cada vez se vuelven más grandes y en una de esas se convierten en impagables.
Porque nadie puede negar que uno de sus funcionarios más activos en estos seis meses ha sido Andrés Lajous, de Movilidad, que la ha metido en cada asunto mediático y jurídico, que le ha ocasionado no sólo desgaste, sino que le ha echado encima a la ciudadanía.
Sus decisiones, aunque pudieran ser bien intencionadas, han sido pésimamente implementadas y lejos de generar confianza o simpatía, han exacerbado el enojo ciudadano ante tanta incapacidad.
Por lo que respecta a la Procuraduría de Justicia, está muy claro que Ernestina Godoy no es la indicada, por la sencilla razón de que no sabe del tema ni tiene el respeto de nadie. No soluciona nada y eso lo saben no sólo los delincuentes, sino su equipo y los propios jueces.
Con todo y sus torpezas, Godoy hacía menos daño como coordinadora de Morena en Donceles, que al frente de las oficinas de la Procuraduría.
Y ni qué decir de Jesús Orta, que desde que llegó se la ha pasado diciendo que tiene un cuerpo policiaco infestado por la corrupción, pero que con sus cuadrantes le iba a dar la vuelta al asunto y cumplirle a la sociedad.
Como sus cuadrantes no estaban resultando decidió hacerlos más pequeños para responder. Tampoco funcionaron y nada más falta que ahora anuncie micro-cuadrantes, y así hasta que desaparezcan junto con él.
No es que el tipo sea tonto; es que no está en el lugar adecuado y aquí aplicaría eso de que no tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre.
Alguna ya se lamentan que Claudia no haya escuchado la recomendación de algunas personas que le sugerían aguantar un tiempo más a Raymundo Collins, que en unos cuantos mese hizo notar su mano, antes de hacer el nombramiento en esa área; no escuchó.
De Florencia Serranía ya ni hablar, no hay día que no haga quedar mal a su jefa, que en una de esas en verdad no se da cuenta de que los ciudadanos empiezan a aborrecerla porque en lugar de hacer una autocrítica y reconocer sus errores, siempre se quiere justificar.
Como cereza del pastel está la pésima Comunicación Social que tiene –más bien no tiene-, pues no comunica nada o, peor aún, hasta parece que contribuye a propósito para que los yerros del gobierno cobren más difusión; ni para dónde hacerse.
Por eso es que cada vez crece más la percepción de que la jefa de Gobierno no es tonta… simplemente es torpe.
