Por Alejandro Zúñiga
[email protected] / Twitter: @TuFantasma
Después de 18 años de buscar la Presidencia de la República, quedarse a medio punto de ganarla y saber que era su última oportunidad de alcanzarla, había que intentarlo todo para lograrlo. Todo indica que ésa fue la lógica con la que Andrés Manuel López Obrador se jugó su tercer y último llamado para ser Presidente. No importaría cómo, lo esencial sería ganar.
Solo así son entendibles algunas alianzas del tabasqueño durante su campaña y otras decisiones que ha tomado tras ganar la elección.
Aunque la mayoría de las designaciones en cargos públicos que ha perfilado y anunciado hasta ahora suenan congruentes y tienen sentido, por trayectorias y perfiles, parece que también tendrá que pagar cuotas y favores adquiridos en el sinuoso camino hacia la Presidencia.
Me refiero a la vieja práctica del pago de cuotas que compromete posiciones clave en los gobiernos y obliga a ceder, en el caso de la Presidencia, secretarías y direcciones generales estratégicas de la administración pública.
El pago de cuotas es una práctica arraigada en la política mexicana. Consiste en que un candidato pacte o acepte respaldo político, económico o de otra índole, para fortalecer el voto en su campaña, con la promesa tácita o manifiesta, de ceder a cambio un cargo público relevante, una vez que se tome posesión.
Los pactos son, por lo regular, con legisladores, dirigentes de partidos y sindicatos, organizaciones políticas o de comerciantes, incluso dueños de empresas de comunicación y encuestadoras.
A esta lógica parece responder la designación de Manuel Bartlett al frente de la CFE, sin duda, la decisión más polémica de López Obrador, por las críticas de propios y extraños que ha levantado.
Y es que Bartlett no tiene antecedente alguno para presidir la CFE, un sector estratégico para el desarrollo del país que, por cierto, atraviesa por la peor crisis de su historia.
El exprista quedó marcado como responsable de la caída del sistema en la elección presidencial de 1988, operación que impidió llegar a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a la Presidencia, y, supuestamente, fue el ardid electoral para darle el triunfo a Carlos Salinas. Tras ese negro episodio, Bartlett fue premiado por Salinas, quien lo nombró secretario de Educación Pública, cartera que abandonó cuatro años después, en 1992, cuando el mismo presidente en turno lo impulsó a la gubernatura de Puebla.
No olvidemos que la alianza de Morena con el PT, al que ahora pertenece Bartlett, abonó casi 3 y medio millones de votos al reciente triunfo de AMLO, y con el respaldo del petista como senador y el bandazo del experredista Luis Miguel Barbosa se formó en el Senado el bloque PT-Morena, ya que el instituto político de AMLO, en 2012, carecía de representación en la Cámara Alta, porque se constituyó como partido hasta 2015.
Todo apunta a que un pago de la cuota al PT sea la CFE que, en 2018, tuvo un presupuesto de casi 388 mmdp y cuenta con más de 14 mil empleados de confianza, una estructura suficiente para liquidar cualquier deuda de campaña.
Otro nombramiento con tufo de cuota es el de Esteban Moctezuma Barragán, quien será el próximo secretario de Educación Pública, pero también sin antecedentes ni mérito alguno para ello.
Lo sospechoso es que se trata del expresidente de la Fundación Azteca y, por lo tanto, uno de los hombres más cercanos al empresario Ricardo Salinas Pliego. Se cree que AMLO podría estar pagando favores mediáticos.
Ojalá nos equivoquemos, y Bartlett, Moctezuma, Elba Esther, Gómez Urrutia, René Bejarano, Marcelo Ebrard, y muchos más no tengan nada que ver con pagos de cuotas contraídas para asegurar el triunfo electoral. El tiempo nos dará la respuesta.
