Pablo Trejo
En repetidas ocasiones, hemos analizado en esta columna a los componentes del Producto Interno Bruto, en el entendido de que el análisis individual de cada uno de los factores, nos brinda elementos para poder hacer predicciones sobre el crecimiento de nuestra economía. Como se trata de una operación matemática simple, la suma o resta de las variables, depende de la magnitud de cada elemento. Para que crezca el PIB no es necesario que se incrementen de manera simultánea el consumo, la inversión, el gasto público y que la balanza comercial arroje un saldo positivo, ya que, si uno solo de los elementos crece de manera exponencial, puede contrarrestar la baja de los otros, obteniéndose un saldo positivo global, como justamente está sucediendo.
Para nadie es secreto que el consumo de los particulares se encuentra, en el mejor de los casos, en un estancamiento, que la inversión ha disminuido y que las medidas de austeridad del ejecutivo, han hecho que el gasto público se contraiga. Ante ese panorama, la lógica de quienes son pesimistas, tiene coherencia, sin embargo, y a pesar de ello, nuestra economía se encuentra creciendo a un ritmo de 0.1 por ciento, lo cual obedece a una razón elemental: la diferencia entre lo que exportamos y lo que importamos, está siendo lo demasiadamente grande como para revertir la tendencia a la baja de sus contrapartes.
Para comprobar que las matemáticas no mienten, tenemos a la mano los datos del INEGI sobre la balanza comercial mexicana. Durante el mes de julio, las exportaciones mexicanas superaron en 1,459 millones de dólares las importaciones, lo que representa el superávit más grande desde que se manejan las cifras sobre la balanza comercial, es decir, desde 1993.
Exportamos 38,650 millones de dólares, en tanto que en ese mismo periodo, importamos 37,191 millones de dólares. Si hacemos el comparativo anual, nos dará como resultado, un incremento en las exportaciones de 3.8 por ciento, y un decremento en las importaciones, de 4.7 por ciento. La diferencia entre el aumento de uno y la resta del otro, es de 8.5 por ciento en términos reales, y es ahí en donde encajan las cifras con nuestro análisis del PIB. Desafortunadamente, el depender del crecimiento diferencial de la balanza comercial, nos coloca en una situación muy endeble, y en una dependenia absoluta de los vaivenes del tipo de cambio, ya que si la paridad del peso frente al dólar disminuye, la lógica comercial nos indica que importaremos más, y si aumenta, exportamos más.
Dentro del sector exportador, el sector más dinámico, es el de la manufacturas, destacándose, como en los últimos años, la industria automotriz, con un incremento de 7.3 por ciento en sus ventas al exterior, y por ello, se ha convertido en la joya de nuestra corona exportadora, y es a quien se le debe lo poco que está creciendo el país, y en contraparte, el rubro que se ha convertido en una carga, es el de las exportaciones petroleras, ya que a tasa anual, han dismuido sus ventas al exterior en un 19.3 por ciento en lo que va del año.
Con lo que queda claro que las matemáticas, no mienten.
