Arturo Páramo
La gira del agradecimiento de Andrés Manuel López Obrador ha ampliado, por si le hacía falta, la visión del próximo jefe del ejecutivo respecto a la realidad que se vive en México.
Estado tras estado, saltan las dificultades que tendrá para combatir la inseguridad, para afrontar el desempleo y la migración que generan, para mudar las secretarías de estado, para construir el tren del sureste y la bomba de tiempo que es el nuevo Aeropuerto.
El fin de semana, en Yucatán, al hablar de los bajos niveles de violencia que se viven en esa entidad, reconoció implícitamente que “la violencia impera, reina, en todo el país”.
Hasta el momento, sin embargo, no se ha dado a conocer cuál será la estrategia de seguridad más allá de repartir apoyos económicos, crear empleos con bajos salarios, y crear una guardia civil nacional de la que no se conocen detalles.
En Campeche, entidad a donde será trasladada la empresa estatal Petróleos Mexicanos, el tabasqueño reconoció que sólo trabajadores de confianza deberán buscar casa en Ciudad del Carmen, y no los sindicalizados.
Eso abre una puerta para que la mudanza de las secretarías tenga un impacto menor al esperado cuando se anunciaron los traslados, pues, por ejemplo, el grueso de los trabajadores de Pemex son sindicalizados. Paralelamente un grupo de trabajadores del sindicato de la Secretaría de Cultura (que incluye al INBA y al INAH) se plantaron fuera de sus oficinas en la Colonia Roma para hacer patente su negativa a mudarse a la cercana Tlaxcala.
López Obrador salió a atajar ese tipo de manifestaciones y anunció que los trabajadores sindicalizados no serán obligados a mudarse. Entonces ¿Qué sentido tiene mover a las cabezas y no al grueso de los trabajadores operativos? Este tema, en palabras del propio López Obrador puede detonar “conflictos sin ton ni son”.
El futuro del Aeropuerto Internacional se acerca a las fechas de la consulta y en los días previos cada vez es más difícil para el equipo lopezobradorista explicar en qué consistirá, cómo se medirán los resultados, y qué tendrá más peso, la opinión directa de los ciudadanos en centros de votación o en la encuesta que se aplicará paralelamente.
La gira del agradecimiento no tiene desperdicio. Durante un mes López Obrador se ha cansado de pedir a sus simpatizantes y a miembros de Morena que dejen atrás el discurso de confrontación con otros partidos.
Incluso anunció que perdón a quienes, dijo, cometieron fraude electoral en su contra en 2006 y 2012, es decir, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
El fin de semana aceptó también que su proyecto del Tren Maya requiere de extensiones a puertos de altura (Cotzacoalcos, Progreso, Ciudad del Carmen) para hacerlo viable con el traslado de mercancías. El turismo y el tránsito local por sí solos no generarán la masa crítica de pasajeros que requiere un proyecto de ese tamaño.
Donde se prevé una lucha sin cuartel es al interior de su propio equipo. Su recién nombrado vocero, Jesús Ramírez, dijo en una entrevista televisiva que la boda de César Yáñez fue un duro golpe a la credibilidad del proyecto de López Obrador.
Trascendió que Yáñez ya había entregado su renuncia al cargo de coordinación política que le impuso el propio presidente electo.
En el campo, comienza a haber conflictos en la gira de agradecimiento entre el equipo fiel a Yáñez y los que pertenecen al grupo de Ramírez.
La fecha de la toma de posesión de acerca y la presión sobe el futuro gabinete comienza a sacar de sus casillas a personas tan férreas como Javier Jiménez Espriú, abrumado por el peso de organizar y encauzar la consulta del Aeropuerto; obligó al futuro equipo de gobernación a replantear la utilidad y riesgos de los foros de pacificación y recular en los estados más conflictivos.
El temple del nuevo gabinete ya muestra fisuras que López Obrador deberá remendar o reparar, y ya en puerta del inicio de su gobierno puede haber golpes de timón para mantener el rumbo de la nave de la que él eligió ser el único y solitario piloto.
