Carla María Petrella
Las redes sociales se han convertido en la herramienta más eficaz de la comunicación ciudadana. Hace algunas semanas diversas jóvenes las utilizaron para denunciar los nuevos mecanismos de secuestro y abuso sexual de que son víctimas al utilizar el Metro en la Ciudad de México, esto ante la falta de espacios en medios de comunicación.
Fueron varias las voces que se hicieron oír sobre la nueva modalidad de violencia que está ocurriendo en la ciudad. Todas mujeres, todas jóvenes, todas estudiantes, y todas poco escuchadas por la autoridad o alguna organización, hasta que el tema se hizo viral y después saltó a los medios de comunicación.
Fue también de las “benditas redes” de donde salió el primer mapa alertando sobre las estaciones más inseguras del Metro, el modus operandi de los atacantes, las historias de las víctimas y el calvario que sufren éstas al querer denunciar; todo, sin intervención de la autoridad.
En este caso, como en muchos otros, la reacción de la gente fue más rápida que la del gobierno. De allí, de las redes, es en buena parte de donde ha salido la información con que las autoridades encargadas de procurar justicia y proteger a las mujeres han armado sus carteras de investigación.
También por las redes se han difundido los espacios seguros que se ofrecen a las mujeres cuando se sienten perseguidas o en riesgo de ser víctimas de acoso, violencia o secuestro. El tema tiene ya tanta fuerza que en algunos sectores lo que comienza a predominar es el pánico, que se ha desbordado hacia otros grupos de mujeres, yendo más allá del que enfrenta mayor riesgo, es decir las que van de 20 a 25 años, son estudiantes y viajan solas.
Desde hace dos semanas tanto en Facebook como en Twitter es constante encontrar historias, notas y comentarios relacionados con intentos de agresiones en el Metro. Hace dos fines de semana incluso se realizó una marcha en la que participaron mas de cinco mil mujeres para pedir seguridad y actuación rápida de las autoridades.
Y mientras, en el gobierno las reacciones fueron lentas. A la fecha no se ha lanzado una sola campaña específicamente dirigida a la protección de las mujeres, aunque ya se abrieron diversas investigaciones y se incrementó el número de policías y operativos en los alrededores de las estaciones del Metro.
El asunto no debe quedar en moda o caso sin resolver. Lo que ahora toca a la autoridad es investigar quiénes están detrás de esos grupos de hombres agresores, qué hacen con las mujeres cuando éstas no aparecen, y lo más importante: qué se hará para detener este tipo de conductas.
¿Se puede enseñar a los hombres a manejar su masculinidad a partir del respeto y no de la violencia?, ¿pueden erradicarse los patrones violentos de dominación hacia la mujer, que la consideran menos fuerte y menos digna? Las respuestas seguramente tardarán. Ya veremos cuál es la ruta de acción por la que opta el gobierno encabezado por una mujer que se ha comprometido a defender a las mujeres de la ciudad.
