Carla María Petrella
Dice el refrán “cuando veas las barbas de tu vecino afeitar, pon las tuyas a remojar”, y Juan Ayala, líder del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno de la Ciudad de México, debe hoy tomar muy en cuenta este refrán, pues aun cuando, como él afirma, esté limpio de delitos e irregularidades, lo cierto es que cometió una falta, y muy grave: no apoyó a Morena y sus candidatos, e incluso llegó a confrontarlos abiertamente.
Con más de siete años al frente de los burócratas de la capital del país, Ayala podría estar viviendo los últimos meses de su dirigencia ante un gobierno que lo tiene en la mira y que en el proceso de renovación sindical buscará aniquilarlo, como ocurrió cuando el PRI tenía el control de la citada organización gremial.
Por ahora a Ismael Figueroa, líder del sindicato de bomberos, es víctima de una guerra abierta por parte del gobierno de la ciudad que está dando muestra de lo que tiene planeado para quienes no apoyaron a su partido y en cambio hicieron alianza con el PRD y el que fuera su principal operador político, el ex secretario de SEMOVI, Héctor Serrano.
Andrés Manuel López Obrador ha ofrecido amnistía para ex presidentes y dirigentes sindicales, pero en el caso de la ciudad parece que la jefa de gobierno aplicará otra política, consistente en quitarle poder a ciertos dirigentes sindicales, el de bomberos en primer lugar.
Figueroa y Ayala sufren del mismo mal: no ser bien vistos debido a sus vínculos políticos. Lo que trae a Figueroa a salto de mata no es haber presionado por la salida del Jefe Vulcano ni las irregularidades en el manejo de las finanzas, y ni siquiera haber ofrecido plazas que no existían, sino haber sido uno de los incondicionales de Serrano.
El líder de los bomberos, abogado de profesión fue en la pasada administración uno de los más consentidos y apapachados por la cúpula perredista de la ciudad, e incluso se convirtió en candidato de la coalición PRD-PAN-MC, pero no llegó a diputado debido al aplastante triunfo de Morena. Consecuencia: los días de gloria para él están a punto de terminar.
Juan Ayala debe estar muy pendiente de lo que decida hacer el gobierno, pues haber sido tan cercano al PRD imprime sobre él la marca de la desconfianza, por lo que debe ser eliminado de la escena política. La mejor forma de hacerlo será impidiendo que se reelija en el cargo, y como están las cosas parece que la cercanía con René Bejarano de poco le servirá.
Ni Ayala ni Figueroa supieron leer los tiempos políticos y apostaron por un partido que lo perdió todo. Hoy están pagando las consecuencias de su inexperiencia y malas decisiones, pues no sólo cuentan con una amplia disidencia al interior de sus sindicatos, sino que tienen el riesgo de perder sus liderazgos.
Una de las quejas más recientes que se tiene contra el líder del SUTGDF es la opacidad en la entrega de bases, método por el cual, según denuncias, benefició a familiares y amigos. Además, de acuerdo también con denuncias de los agremiados, tenía la costumbre de obligar a la burocracia a asistir a los eventos del PRD. Todo esto fue minando su credibilidad al punto que hoy se encuentra aislado, sin interlocutores con el gobierno y con relaciones congeladas con algunas secciones de la base trabajadora.
En nuestra edición de hace tres semanas Ayala, en entrevista, consideró que la relación con el gobierno de Claudia Sheinbaum inició con el pie izquierdo y habló de la nula comunicación con ella o con cualquier otro funcionario. Lo que no sabe es que esa línea se mantendrá y que el objetivo es que el próximo líder de los trabajadores sea afín a Morena.
Ahora bien, mientras eso pasa con los líderes que apoyaron al PRD, Fernando Espino, líder del Sindicato de Trabajadores del Metro y militante del PRI, se mantiene en el cargo sin que nadie le haga sombra y sin meterse con el gobierno, el cual, hasta ekl momento, lo respeta.
