Por Martín de J. Takagui
En medio de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que no ha resultado tan favorable para Estados Unidos y como el presidente Donald Trump lo quería, éste intenta presionar a México anunciando e imponiendo aranceles al aluminio y al acero que compra su país a México, a Canadá y a la Unión Europea.
Aunque ya se conocía desde hace varias semanas, la intención del gobierno estadounidense de iniciar una serie de presiones económicas para obtener ventajas en esa renegociación, luego de siete rondas formales de negociaciones la administración Trump, se vio frustrada en sus objetivos de obtener las mayores ventajas para su país. Frente a esa amenaza, que ya es una realidad porque los aranceles de 10 por ciento al aluminio y 25 por ciento al acero se comenzaron a cobrar el 1 de junio, los candidatos presidenciales se vieron obligados a responder, a plantear frente al electorado sus posibles soluciones.
Con esta prueba en materia económica frente a Estados Unidos, los candidatos presidenciales, que se encuentran en la recta final de sus campañas, mostraron su templanza y dieron una muestra de lo que podrían ser sus administraciones a partir del 1 de diciembre próximo al frente del país.
El abanderado de la coalición integrada por el PRI, el Partido Verde y Nueva Alianza, José Antonio Meade, respondió: “Con México no se juega e igual que ellos nos pusieron aranceles a nosotros, nosotros habremos de ponerle aranceles a ellos”. Se trata de una respuesta en los mismos términos que la embestida estadounidense, lo que puede llevar a una confrontación económica, que no sería insalvable siempre y cuando se cuente con el conocimiento y la estrategia de respuesta adecuada.
José Antonio Meade lanzó su mensaje como lo hace el propio Donald Trump, a través de un twitt: “Responderemos a EE.UU. imponiéndoles aranceles. El futuro de esta región está en el respeto, el comercio y el entendimiento. No nos vamos a dejar. Defenderemos nuestros empleos, nuestros mercados y a nuestros trabajadores, hoy y siempre”. Sin duda, una respuesta en los mismos términos, poniendo límites y demostrando que México también tiene instrumentos para hacer frente a una embestida.
A su vez, el candidato de la coalición “Por México al Frente”, el panista Ricardo Anaya Cortés, rehuyó a la confrontación, señalando que lo mejor sería diversificar el destino de las exportaciones mexicanas, buscando otros mercados, frente a las barreras arancelarias impuestas por Estados Unidos.
Por su parte, el abanderado de “Juntos Haremos Historia”, el morenista Andrés Manuel López Obrador, en lugar de anunciar una respuesta o una alternativa, le pidió al presidente Enrique Peña Nieto que responda, pero suave, que no vaya a generar una guerra comercial, “porque a nadie nos conviene”.
Una respuesta sin duda conciliadora, en la que elude la responsabilidad y llama al gobierno para que sea él quien tire las piedras, pero que no hagan daño, pues si la relación Estados Unidos-México se deteriora al concluir la actual administración, es muy probable que a él, a AMLO, le toque pagar los platos rotos.
Hay que observar con cuidado la forma en que López Obrador ha cambiado o atiende los asuntos de la relación con Estados Unidos: cuando se habló del avión presidencial, un tema que él ha metido a la agenda electoral, informó que él personalmente le envió una misiva al presidente Donald Trump para ofrecerle en venta el avión.
Habría que preguntarle por qué no respondió personalmente a través de otra carta o de una declaración pública al gobierno estadounidense, sobre la imposición de los aranceles al aluminio y al acero mexicano, canadiense y europeo. ¿Ahora sí debe responder el gobierno mexicano?
