Elena Chávez González
El misterio que envolvió a Norberto Rivera Carrera durante más de una década al frente de la Arquidiócesis Primada de México no ha cambiado; el reciente ataque a la residencia donde vive y en la que murió un policía bancario está lleno de secretos que abonan a la especulación de si los delincuentes iban a secuestrarlo, a ejecutarlo o simplemente a robar donde, supuestamente, habita un hombre humilde, sin joyas, obras de arte o dinero.
La ola de protección que tuvo como jerarca principal de la iglesia católica, pese a las denuncias de corrupción y encubrimiento de pederastas, se mantiene, a tal grado que hasta los medios de comunicación han minimizado la agresión que pudo haberle costado la vida al prelado.
Rivera Carrera, según reportajes en revistas como Proceso y Sinembargo, fue, hasta su renuncia como cardenal el pasado 6 de junio, el jefe religioso más controvertido, autoritario, hábil, calculador, político y empresario, que se ganó a pulso el resentimiento de decenas de víctimas de sacerdotes pederastas, de sus familiares, ex ministros de culto y hasta de comerciantes despojados para crear su Plaza Mariana, cuyos donativos siguen sin transparentarse.
Días después del atentado a las puertas de su casa-habitación, Norberto Rivera negó tener enemigos que pudieran haberle enviado a los agresores para hacerle daño; no obstante, era resguardado día y noche por varios policías capitalinos.
El prelado que quiso ser Papa tiene un historial de miedo: denuncias por fraude en la venta de miles de nichos; de donaciones de guadalupanos sin destino conocido; de protección a sacerdotes pederastas como Marcial Maciel, su padrino político y fundador de la secta “Los Legionarios de Cristo”; utilizar el semanario “Desde la Fe” para golpear mediáticamente a políticos con los que no congeniaba o con quienes no compartía los mismos intereses.
¡Qué bueno que no tiene enemigos!
Se dice de Rivera Carrera que junto con Onésimo Cepeda, arzobispo de Ecatepec, y Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara, formaba el trío perfecto que gustaba de lujos, canonjías, tráfico de influencias, comilonas excelsas; regalos costosos y transnochadas con la élite empresarial y política del momento, sobre todo de los priistas… y un algo más.
Quien fuera el sucesor de Fray Juan de Zumárraga y custodio de la Virgen Morena jamás tuvo acercamiento con el pueblo guadalupano. Su nivel de máximo jerarca de la iglesia católica le permitió exabruptos como regañar a reporteros ante preguntas incómodas que lo exhibían, una de ellas muy sonada, su relación amistosa con el pederasta Maciel, violador de incontables niños.
Proceso atestigua: “Al terminarse la misa en la Catedral Metropolitana, aquella mañana del 11 de mayo de 1997, el reportero Salvador Guerrero Chiprés, de La Jornada, encaró al futuro cardenal y le preguntó su opinión sobre las denuncias publicadas contra Maciel.
El rostro de Norberto Rivera se descompuso.
–Son totalmente falsas. Son inventos. ¡Y tú nos debes platicar cuánto te pagaron!-, atajó Rivera al reportero antes de cortar con aquella entrevista.
Rivera Carrera jamás tuvo un gesto de humildad. De sus dedos sobresalían anillos gigantescos con piedras; en su pecho lucía una enorme y pesada cruz en oro que presumía orgulloso, mientras al término de su homilía en la Catedral Metropolitana “permitía” le besaran la mano, y que exhibía como una afrenta a los pobres que ese día al dejar su limosna tal vez se quedaron sin comer.
Este personaje es el ex cardenal duranguense que no requiere protección divina, sino policiaca, la cual se duplica desde hace quince días…
¿Este es el representante de Dios en la Tierra?
