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Investigación

Volverán los días del presidente

La entrada triunfante de los presidentes en esas condiciones ya era esperada por los miembros de gabinete legal y ampliado, los titulares de los poderes Legislativo y Judicial, todos los diputados y todos los senadores, todos los gobernadores…

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Por Martín de J. Takagui

Del Palacio Legislativo de San Lázaro al Palacio Nacional hay un poco más de dos kilómetros de distancia y muchas páginas de historia, recorridos presidenciales y días gloriosos de la revolución institucionalizada, días de priismo puro que pueden volver.

La calle de Corregidora, en el corazón de la Ciudad de México, se vestía de papelitos verde, blanco y rojo, mientras que los vehículos descubiertos y el Estado Mayor Presidencial hacían una gran valla para abrir paso a quienes acompañaban al Presidente de la República en ese gran día.

Fechas como el 1 de diciembre de cada seis años, cuando rendía protesta de ley el Primer Magistrado, y 1 de septiembre, día del Informe Presidencial, eran tradicionales caminatas y recorridos que iniciaban a pie, del salón de sesiones de la Cámara de Diputados al vestíbulo con puertas de cristal y con sus testigos, los murales históricos tallados en madera.

Diputados, senadores, secretarios de Estado y toda clase de achichincles, hasta periodistas, acompañaban y veían al Presidente de la República bajar las escalinatas que conducen a la Avenida Congreso de la Unión, en cuya banqueta está la entrada a un túnel que cruza por debajo la ruta de la línea del Metro que corre de Santa Anita a Martín Carrera, y tiene salida junto a la estatua ecuestre de Guadalupe Victoria.

Ahí, precisamente, junto al jardín que lleva el nombre del primer Presidente de México, donde inicia Corregidora, se reunían los vehículos que trasladarían al Presidente de la República a Palacio Nacional, y a su paso el confeti tricolor que se lanzaba desde las azoteas de los edificios para dar vista al paso de la caravana.

Todo el recorrido de Corregidora, hasta donde topa con la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Palacio Nacional y el edificio del Gobierno de la Ciudad de México, se realizaba en unos 10 o 15 minutos, y ahí al llegar a las inmediaciones del Zócalo en ocasiones daba una vuelta completa para entrar por la Puerta Mariana al Patio Central de Palacio Nacional.

La entrada triunfante de los presidentes en esas condiciones ya era esperada por los miembros de gabinete legal y ampliado, los titulares de los poderes Legislativo y Judicial, todos los diputados y todos los senadores, todos los gobernadores y, no podían faltar tampoco, los miembros del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, que siempre acompañaban a su líder nato en los grandes eventos.

Y ahora el besamanos

La ceremonia de salutación era un ritual de toda la vida; casi siempre se montaba una tarima, a unos 40 o 60 centímetros de altura, en donde el Presidente de la República aguardaba para que uno a uno los asistentes que formaban largas filas saludaran y abrazaran al titular del Ejecutivo.

Sí, era una oportunidad de acercarse a él, al todo poderoso, a quien podía dar una indicación y convertir a alguien en candidato a diputado, senador o a gobernador; ese todo poderoso que ponía y quitaba delegados federales en todas las entidades, ese mismo que podía mandar a construir un puente o destinar una partida presupuestal para la construcción de una escuela en una población rural.

De cinco a 20 segundos y las palabras al oído eran las condiciones, el besamanos era uno de los actos protocolarios más importantes para los políticos de la época; había diputados o senadores que buscaban la gubernatura de su estado, quienes eran favorecidos llevando obras, recursos y demás beneficios a la población meses antes de la nominación, y no había mejor candidato que ellos cuando se acercaba el destape.

Tiempos del partido único, de aquel presidencialismo cuya oposición política era fácil de acallar, costumbres de las que se han dado señales muy claras de que podrían regresar, tiempos en los que políticos de hace 40 y 50 años vuelven a estar vigentes en los mismos puestos claves.

Javier Hidalgo, diputado electo de Morena, fue el encargado de hablar de esto hace algunos días, señalando que se remodelaría la calle de Corregidora para acondicionar el camino y retirar vendedores ambulantes.

Además dijo que se podrían abrir las rejas que impiden el paso por el túnel subterráneo de Avenida Congreso de la Unión e incluso que se buscará el retiro de todo el enrejado perimetral del Palacio Legislativo de San Lázaro, para que deje de ser un búnker y regrese a ser un espacio público del cual todos los mexicanos podríamos disfrutar libremente.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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