Elena Chávez González
¿En cuántos días veremos a los militares patrullando las calles de la Ciudad de México? Diputados de oposición a Morena en el Congreso local apuestan que, dentro de poco la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum acudirá a Palacio Nacional para pedirle al presidente Andrés Manuel López Obrador que incluya a esta urbe dentro de las estrategias que llevará a cabo la Guardia Nacional Civil conformada por las fuerzas castrenses y elementos de la desaparecida policía federal para combatir a la delincuencia que ya les tomó la medida.
“Yo le comenté al presidente de la República que aquí en la Ciudad, coordinándonos con ellos, podíamos con la Policía de la Ciudad de México, que no era necesario que patrullara la Guardia Nacional”, dijo Sheinbaum al inicio de su gestión, es más, se ufanó de que su programa de seguridad sería tan exitoso que López Obrador no tendría que preocuparse ni ocuparse de los capitalinos.
Desde esa declaración, el 22 de diciembre, han pasado casi tres meses y la delincuencia se ha dejado sentir con ganas: secuestros, feminicidios, asaltos en transporte público, en taxis, comercios, casa habitación, violaciones, acoso sexual, asesinatos masivos y linchamientos.
La mandataria capitalina apostó porque sus 88 mil elementos policíacos podrían enfrentar a la delincuencia, promesa que hasta el momento no ha sido cumplida con todo y el aumento salarial del 34 por ciento que les ha dado.
Al igual que el primer mandatario, también la exdelegada en Tlalpan ha querido comprar literalmente la lealtad y honestidad de los uniformados jurándoles que mejorará sus viviendas, servicios de salud y educación para sus familias, lo cual sería actuar con justicia. Sin embargo, la corrupción que por décadas ha permeado a los cuerpos policiacos no se erradicará si no depuran verdaderamente a las corporaciones encargadas de cuidar a la población.
De nada ha servido, tampoco, regresar a los 847 cuadrantes policiacos con que cuenta su gobierno a elementos suficientes para que cuiden y protejan a los ciudadanos. La policía, sin generalizar, sigue siendo cómplice de los delincuentes que, en el caso de los narcomenudistas, les pagan mucho más por dejarlos actuar en completa libertad y con total impunidad.
Han sido insuficientes sus reuniones mediáticas con el secretario de Seguridad federal, Alfonso Durazo y con el gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, para evitar que los criminales que operan en esa entidad también lo hagan en la Ciudad de México.
La soberbia en la que vive la Jefa de Gobierno no le permite ver y aceptar que está fallándole a la ciudadanía, que las protestas en su contra no son producto de sus adversarios; tampoco son ya responsabilidad de administraciones pasadas como acusan todos los días para justificar su ineptitud.
Claudia Sheinbaum debe quitarse la venda que trae en los ojos y dejar de creer que tiene el mismo peso político de su jefe, el presidente Andrés Manuel López Obrador, que, debe reconocerse, es experto en manipular la conciencia de los que aún lo ven como el salvador de México porque en la realidad sigue haciendo campaña en lugar de gobernar a un país con más de 120 millones de mexicanos.
Las apuestas entre diputados de Morena en el Congreso local y los pocos de oposición que quedan están a lo grande: los primeros juran que Sheinbaum no recurrirá a la Guardia Nacional que tendrá mando civil para controlar las “travesuras” de los delincuentes, mientras los segundos dicen que más temprano que tarde la milicia compartirá con los ciudadanos hasta el café.
Ojalá, una noche antes de dormir, la Jefa de Gobierno asuma con humildad el papel que quiso jugar y deje de verse en el espejo como la mujer maravilla que con solo lanzar su lazo al aire hará de esta ciudad un paraíso… ¡Aún no ha podido!
