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EVIDENCIAS / Vidrios rotos y vidas rotas
Algunas personas se sintieron agraviadas por las pintas hechas al monumento ícono de la CDMX, pero no dijeron nada sobre la violencia que día a día se ejerce hacia las mujeres.
Algunas personas se sintieron agraviadas por las pintas hechas al monumento ícono de la CDMX, pero no dijeron nada sobre la violencia que día a día se ejerce hacia las mujeres.
Published
5 años agoon
By
RedacciónPatricia Sotelo
@paty_sotelo
Las protestas de las organizaciones feministas por la violencia de género que derivaron en actos calificados de vandálicos, dividieron el debate entre qué importaba más, ¿los vidrios rotos o las vidas rotas?
Y es que luego de que un grupo de mujeres destrozara la estación Insurgentes del Metrobús, rompiendo vidrios y quemando parte de las instalaciones, al igual que en la estación de policía de la Zona Rosa, y realizara pintas en el monumento al Ángel de la Independencia, un sector de la población condenó estos hechos dejando de lado las exigencias de las manifestantes.
Hubo quienes pidieron mano dura a través de la intervención de la policía y criticaron la inacción del gobierno de Claudia Sheinbaum, quien había advertido que no respondería a provocaciones. La jefa de Gobierno de la Ciudad de México ordenó no reprimir a las manifestantes para evitar mayor violencia. Creo que funcionó, las cosas pudieron ponerse peor.
Algunas personas se sintieron agraviadas por las pintas hechas al monumento ícono de la CDMX, pero no dijeron nada sobre la violencia que día a día se ejerce hacia las mujeres.
No sé si las manifestantes que realizaron estos actos eran infiltradas o no, y solo lo sabremos si las autoridades investigan e informan al respecto, aunque hay elementos que muestran que sí hubo interesados en empañar esta legítima manifestación y poner a prueba al gobierno capitalino.
Si no cómo explicamos el ataque al reportero Juan Manuel Jiménez, de ADN 40, que gracias a que transmitía en vivo quedó grabada no solo la imagen del joven agresor sino la instrucción que éste recibió previamente de un hombre.
O el video de una mujer que circuló en redes sociales en el que decía que los granaderos las estaban agrediendo, lo cual fue mentira. Los cibernautas la identificaron como Ana Lucía Riojas Martínez, diputada del Partido Acción Nacional, quien con un pañuelo verde al cuello, símbolo del apoyo al aborto legal –por cierto, contrario a los principios del partido que representa-, se quejaba del gobierno de Sheinbaum.
La repercusión de la protesta se quedó en condenar los destrozos, los vidrios rotos y las pintas al Ángel.
¿Y las demandas de las mujeres? Casi ningún medio de comunicación reprodujo el pliego petitorio del colectivo #NoMeCuidanMeViolan, en el que exigían alto a la violencia sexual hacia las mujeres; castigo a los policías responsables de las violaciones a menores de edad denunciados recientemente y que motivó las dos marchas realizadas la semana pasada; la activación de la alerta por violencia de género en la CDMX y el rechazo a la militarización de la seguridad pública con el ingreso de la Guardia Nacional a las alcaldías de la ciudad.
Como bien se comentó en redes sociales, “no perdamos el foco”. Lo que debe indignarnos son las vidas rotas de miles de mujeres que han sufrido violencia.
Datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública indican que las mexicanas sufren cinco delitos relacionados con violencia de género cada hora. ¡Cada hora!. De enero a junio de este año, se iniciaron a nivel nacional 23 mil 326 carpetas de investigación por feminicidio, abuso, acoso y hostigamiento sexual, así como por violación simple y equiparada, lo que representa un promedio de 129 indagatorias cada día, según el diario El Universal.
Así que el hartazgo de las mujeres tiene sustento si, además, agregamos la ineptitud de las autoridades encargadas de brindar seguridad, la revictimización cuando se denuncia un delito por violencia de género y, sobre todo, la imperdonable impunidad.
No nos espantemos, pues, si el enojo de las mujeres crece y lo reflejan rompiendo vidrios o pintando edificios. En todo caso es un grito desesperado para exigir que paren la violencia contra las mujeres, y ojalá sea escuchado.
Lo que en verdad debe importarnos son las vidas rotas y no los vidrios rotos. Estos se reemplazan por nuevos, pero la vida de una mujer violada o asesinada, no se repara con nada.
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